Todo lo que
es bueno es malo y lo que es malo es bueno.
El
Agasajo
Esta es la
historia de un señor mercader experto en acarrear agasajo de un lado a otro, a
lo largo de los caminos y océanos de los reinos e imperios, porque si algo le
gusta a estas gentes, ricos y pobres, nobles y plebeyos, es el agasajo.
De tanto
hacer negocio con eso fue que se le conoció a él en todas partes como “El
Agasajo”, un man avispado que hablaba
todos los idiomas en uno, y a pesar de eso todos le entendían porque sabían que
él era único, por su facilidad de parla universal.
El Agasajo
era exquisito y refinado, pero a la vez un vulgar pistolero salteador matarife achatado
con quien no se jugaba. Él era el extremo de los extremos, de los pobres más
pobres pasó a ser de los multimillonarios más pudientes de todos los tiempos.
Todo a base de punta de trabuco y compra de
voluntades, empezó siendo un poquitero vendiendo porciones de agasajo,
pero como es tan querido y desenfrenado el asunto, el negocio de El Agasajo
creció como espuma, él era su producto y su producto era él.
Era bueno y
malo, insigne y truhan, una persona de palabra o un estafador, dependía de cómo
lo dijera y en qué forma, ya que hablaba el lenguaje de todos y el de todas las
bestias también.
Por otro
lado el agasajo era una pócima ruin que los brujos oscuros obtenían y servía
para motivar el gozo desenfrenado, eran chorros de alegría lo que provocaba
pero de modo antinatural, lo hacía de una forma tan exagerada que la pobre
cabeza del atarantado que lo probaba
quedaba trastocada, queriendo cada vez más ese asunto de manera
instintiva sin sopesar las consecuencias.
Al agasajo le
decían “la caspa del diablo”, porque el secreto para obtenerlo era saber
encontrar las diminutas escamas y cenizas que dejaba a su andar el ángel caído
mayor, el Luzbel.
Para eso
había que invocarlo y tenerlo distraído, o en el mejor de los casos ponerlo a bailar
para que destilara de él todo el agasajo posible.
Imagínense
el trabajo del brujo oscuro que lo invocase… quererle ver la cara de tonto al
mero cachudo, y como dice el dicho “más vale el diablo por viejo que por
diablo”, y como ya sabemos que Satanás es tan vetusto como el infinito…
Pero lo que
en realidad sucedía era que el muy pícaro se hacía el desentendido frente a
quien solo por su caspa lo invocaba, cuando creían tenerlo domado comenzaba a danzar
haciéndolo cada vez más de forma eufórica, luego en medio del jolgorio, así
como Sodoma y Gomorra desaparecía dejando evidencias macabras de su presencia.
Todo lugar
donde hubiese estado quedaba moribundo como zombi, luego se pudría desde las
entrañas y al final moría de forma lenta y agónica.
Sucediendo
eso con las personas y las plantas, con las lombrices del suelo, con las
mariposas que volaran cerca, con los músicos de la parranda, con los meseros y
los demás invitados de la fonda; con el brujo mismo que lo invocaba y por
consiguiente con todo lo que tocaba el claro oscuro polvillo.
Con los
acarreadores, con el expendedor, con los derrochadores y con sus familiares
también. El agasajo deja un surco notorio por donde pasa, quienes se topan con él
se tropiezan y caen; es como manosear la miel, una vez untado el fulano toda la
mugre se le pega.
Así los
nobles y pudientes también son tocados por las alas y la caspa del diablo, por
muy pulcros que se crean, por muy santurrones que sean sus discursos, siempre hacen
legal lo ilegal, haciéndose los del ojo pacho, dejando que en todos lares
surque el agasajo como río desbordado
de invierno copioso.
Ahora bien, El
Agasajo como persona es el señor corrompedor, el sicario, es la tentación viva
del camino fácil, el de la lujuria, el de las carcajadas desentonadas y enfermizas.
El Agasajo
no pregunta sino ordena a quien se deja tocar, porque es el representante del
demonio en la tierra, el amo de los engaños descarados.
Por eso es
que sin razón aparente él siempre es bien recibido por la nobleza y demás
dignatarios de todos los reinos e imperios, porque es el que lleva riquezas a
las arcas de los hidalgos.
El Agasajo
habla todos los idiomas en uno, el código de agarrar la zanahoria o esperar el
garrotazo, eso todos lo entienden porque para escoger entre forrarse de monedas
o ser vapuleado, todos sin mucha traducción toman la primera opción, el camino cómodo,
donde el malo engaña al bueno y se hacen uno mismo sin que nadie lo note.
parte 5. Los López zopilotes.
parte 6. El pequeño Baba.
parte 7. Garbito.
parte 8. Balduino el descuartizador.
parte 9. El burro del barrio de allá abajo.
parte10. La balada del Tío Payo
parte 11. El viejo del sombrerón.
parte 12. La voz anónima de El Calvario.
parte 13. Diego de Landa.
parte 14. Acerino.
parte 15. El Condestable.
parte 16. El Rasputín bananero