27/7/18

La crisis de las izquierdas

La crisis de las izquierdas y el culto al ser supremo

No es ningún secreto a voces, los números y los acontecimientos lo dicen en forma clara: las izquierdas a nivel mundial están en crisis.

Cuando digo “números” me refiero a los resultados electorales y sondeos de opinión (científicos); y cuando menciono acontecimientos hablo en específico de sucesos de connotación social en los gobiernos de izquierda, es decir, protestas multitudinarias, actos de desobediencia civil y migraciones masivas.

Sin embargo, la crisis de las izquierdas no es producto de un mal proyecto ideológico, son más bien a raíz de la conducción inadecuada de sus liderazgos. Pero hay que ser consecuente con este análisis, el problema viene de origen y es algo que quizá los pensadores de izquierda deberían considerar por razones históricas.

El artículo anterior que escribí resume esta idea: el culto a la razón y al ser supremo, un concepto introducido desde la mismísima revolución francesa, en donde el líder mesiánico de la revolución es incuestionable, íntegro e incorruptible. No hay poder alguno que le cuestione.



¿Por qué existen presos políticos? ¿Por qué Robespierre decapitó a tanta gente? ¿Por qué exiliaron y luego asesinaron a Trotski? ¿Porqué en Nicaragua hay tanto luto? ¿Por qué la juventud por pensar diferente paga con su vida? ¿Porqué hay privados de libertad en Venezuela por razones políticas?

No se trata de legitimar acciones de dictadores reconocidos como Pinochet, Videla, Hitler, Franco, Mussolini, etcétera; mucho menos de justificar el intervencionismo de EEUU en América a lo largo del siglo pasado, tampoco de negar los avances sociales que la izquierda lograse. Se trata más bien de evolucionar a la tolerancia del libre pensamiento, de quienes difieren de mí y de ti también.

Se trata del respeto y la búsqueda de un concepto antiquísimo que a través de la historia acarrea vicios y engaños, pero en esencia es bueno y saludable para los pueblos que aspiran a la paz; ese concepto podrá ser defectuoso y manipulable, esa idea echa praxis se llama “democracia”, el poder en manos de la gente. Una utopía para unos, una realidad para otros, dependerá de nuestra óptica e ideología.

Si hay pensadores de izquierda como Pepe Mujica que condenan la violencia en Nicaragua, y a su vez hay referentes como Noam Chomsky que señalan la corrupción desmedida en Venezuela, no dudo que las izquierdas deben de poner sus barbas al remojo. Estos pensadores reconocen los avances sociales de llevar como principal recurso el valor humano, pero al igual que ellos en mi opinión hay que reconocer la identidad de la actual crisis de las izquierdas, y se llama: el culto al ser supremo.

Pepe Mujica declara en el parlamento uruguayo que lo que fue un sueño en Nicaragua ahora es una autocracia.

Los proyectos sociales no pueden depender de una persona, llámese autocracias o dictaduras, estoy seguro que la razón humana no lleva esa dirección, no creo que sea el camino. Un proyecto progresista que considere que las personas deben ser silenciadas a base de disparos y cárcel, y que vislumbre el futuro dependiendo de un megalómano, no será bueno ni prometedor.

La auto sostenibilidad alimenticia y energética no debería depender del caudillaje, debería más bien estribar de un proyecto cultural, es decir, más allá de ideales que trascienden de un ser supremo.

En otras palabras no se necesitan los monumentos de los Kim en Corea del Norte, tampoco mantener embalsamado a Lenin en un mausoleo público, y mucho menos, guardar silencio ante los presos políticos.

La verdad nos hace libres… Quizá suena a panfleto pero en realidad si nos llevamos esta oración a la almohada al final del día creo que amaneceremos con mejores pensamientos, diferentes a los que en una jornada trasnochada de dogmas y fundamentalismos nos quieran imponer.

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13/7/18

El culto a la razón

El culto a la razón

Qué tema más complejo. El concepto fue introducido en la revolución francesa, en específico por Maximilien Robespierre; quien es, para unos, el primer líder revolucionario socialista y, para otros, el príncipe de los dictadores de izquierda.

La revolución francesa fue el punto de quiebre entre la monarquía y la república, entre el poder concedido por Dios a la nobleza y el poder del pueblo en el voto universal, es decir, este fue el acontecimiento que marcó un antes y un después de los Estados republicanos que conocemos hoy en día.

El primer parlamento de la era moderna fue el francés, ahí fue donde nacieron los apelativos políticos: izquierda y derecha. De ahí en adelante surgieron corrientes ideológicas como el socialismo utópico, versado por los intelectuales de esas coyunturas.

Marx tomó como premisa a estos pensadores (entre otros) para formular sus teorías de la lucha de clases, el manifiesto comunista y la dialéctica.

Fue hasta ese momento que se cuestionó el qué hacer de la institución de dios sobre las sociedades, desde entonces con el pasar de los años las iglesias tanto católica como protestante perdieron su poder político sobre la gente, es decir, los Estados se hicieron laicos y las iglesias de ahí en adelante no tendrían formalmente sus manos en la cosa pública. Iniciando, entre apartados y postulados, el culto de la razón, llevando como error original, el ser supremo (el líder inmaculado-el salvador).

De la mismísima revolución francesa junto con el desarrollo de la imprenta surge el fenómeno mediático del “cuarto poder”, en la pluma de Jean Paul Marat padre del periodismo contestatario; era la prensa glorificando en su máxima expresión a Robespierre, el líder, el presidente revolucionario del parlamento francés a finales del siglo XVIII (La Convención Nacional).

Marat en sus publicaciones rebeldes provocó la decapitación de un sin número de franceses conservadores, y otros pro monárquicos, pero también revolucionarios, por la mera sospecha de ser o no ser.

Por su parte Robespierre fue más allá e instaló el régimen de “el terror” a favor de “la virtud cívica”, guillotinando en la peor de las paradojas el libre pensamiento, la virtud que defendía a capa y espada, la república revolucionaria, la igualdad, la fraternidad entre las personas, entre jacobinos o girondinos.

Hubo entonces un momento decisivo en la historia de Francia y el mundo, y fue cuando Robespierre se quiso divinizar en una especie de altar en forma de montaña de papel mache. Se puso una toga blanca y celebró la revolución personificándose como mesías, el ser supremo, el líder incorruptible, incuestionable.


A los pocos días, en las vueltas macabras del destino, él mismo fue decapitado por sus excesos de uso de poder.

Eso fue en 1794, desde entonces: ¿Cuántos Robespierre hemos visto? ¿Cuántos líderes han defendido la revolución y a quiénes no debemos juzgar? Stalin, Mao, Kin Jong-Un, Pol Pot, Castro, Maduro, Ortega. ¿A cuánta gente ejecutaron sin juicio tal fuesen monarcas?

Y la más dura de las interrogantes para quienes leemos la historia con las venas abiertas, a todos los que creemos que cada patriarca tiene su inclemente otoño. ¿Qué diferencia hay entre ellos y Pinochet, Batista, Maximiliano Martínez, Videla, Somoza, Franco?

¿Cuántos Marat se presentan en nuestras televisoras, rotativos y redes sociales, con un parche en el ojo, como tuertos, viendo sólo un lado de la realidad y de las ideas?

Matar y privar de libertad para silenciar al enemigo opositor es justificable en pro de la razón y el ser supremo; sin embargo, después de todo torturar y llevar a las mazmorras, y luego, condenar a la hoguera al hereje era lo que hacía en su momento la santa inquisición, bajo el dogma más irracional de la fe. Entonces díganme mis conversas ¿Cuál es el culto a la razón?

Continua

4/7/18

Cuánto tiene que gastar mi candidato para que vote por él

Cuánto tiene que gastar mi candidato para que vote por él
(Análisis político con un poco de parodia)

Qué debe de hacer y cuál sería el costo monetario. Cuánto tiene que gastar mi candidato para que vote por él, o ella, en el caso que sea una señora quien se postule.

Haremos entonces un ejercicio para darle una respuesta lo más certera posible a la pregunta específica ¿Cuánto le cuesta una campaña presidencial al partido de mi simpatía?

Imagínense pues, y hagamos números. Alquiler de casas de campaña a nivel nacional, pauta publicitaria, rotulaciones, camisetas, calendarios, lápices, destapadores y el panelito con los megáfonos arriba; las tarimas, el sonido, la pantalla leed, las luces, el payasito y las edecanes hermosas; activistas, asesores, agencia publicitaria, mentas para periodistas y el centro trol. Alianzas, viajes, regalías y alguna que otra renta a las pandillas. Alimentación, transporte, “bebidas” y un avión con el flyer con la leyenda “Yo voto por Fulanito de Tal”.  Las láminas, el cántaro, los regalos navideños para los niños de la comunidad, y por supuesto, los respectivos paquetes escolares, agrícolas y canasta básica.


Cada país tiene su naturaleza mediática, cada pueblo tiene su propio nivel de persuasión, por lo tanto, desde donde estén cada quien haga su ejercicio mental para obtener una cifra aproximada. Ojo, hay sistemas electorales que obligan a los candidatos y partidos a publicar estas auditorías; sin embargo, se sabe que bajo la mesa corre otro flujo de dinero que jamás será reportado o mencionado. Por eso encontrar esta cifra exacta es imposible, pero insisto es necesario que tengamos un número aproximado.

¿Por qué? Bueno, porque si sabemos cuándo gastó, también sabremos de dónde obtuvo el dinero.

Como salvadoreño voy a hablar de mi experiencia, entonces les cuento que estoy indeciso, no sé si votaré por “Sutano” o “Mengano”; aun no sé si anularé mi voto.

Dígame don Fulano, ¿Cuánto le cuesta esta campaña proselitista a su partido? 

En este país es una pregunta equivocada para el candidato, porque luego en represalia no comprará ningún espacio publicitario al medio donde trabajo; sin embargo, preguntando e investigando un poco me dicen (off the record) que los dos partidos mayoritarios son los que más gastan y sus montos son muchísimo más altos que la “deuda política” que la ley les confiere, es decir, el reembolso monetario de los gastos electorales que la ley de partidos les da derecho.

Les dejo a continuación un cuadro con los montos en blanco para que lo utilicen según calculen el gasto de “tú candidato”.



Al obtener esta cifra la dividimos por el número de votos que obtienen, y adivinen… hice mis cuentas, revisé algunos documentos y pregunté a expertos; a Juan José Martel actual diputado de San Salvador le escuché decir que los dos partidos principales gastan un aproximado de 50 millones de dólares (o más) por campaña, eso significa que cada voto cuesta arriba de 30 dólares americanos.

Esto es un gasto desproporcionado en un país con tantas necesidades sociales; solo por referencia les cuento que en EEUU el voto según la Comisión Federal Electoral cuesta un poco menos de 12 dólares. 

Acá en este país la ley de partidos políticos NO obliga a las instituciones a revelar el origen de los fondos, esto es insólito, porque todos los países democráticos sí lo hacen, tomándose como parte fundamental de las reglas de juego, por así decirse.

Cuánto creen que le costó la asesoría de JJ Rendón a Norman Quijano; o cuánto le costó a Mauricio Funes la consultoría de Joao Santana; Cuánto le costó a Tony Saca la flota de panelitos con megáfonos y su respectivas calcomanías, gasolina, chofer y payasito. Ya sé lo que me van a responder: “fueron favores, o bien, servicios que terceros cancelaron en forma desinteresada, por eso no se ve reflejado ese monto en ninguna auditoría y hasta mentira podría ser”.

¿Cuál es el monto de la cuenta que maneja la agencia publicitaria que lleva la campaña del partido “x”? ¿Cuánto cobra la agencia publicitaria? Ah… reflexionan algunos y responden: “la agencia publicitaria es de él (el candidato), por lo tanto, no gasta en eso”.

“Mirá tus ojitos de cangrejo” me decía mi Tío Juancho cuando chiquito le quería dar una respuesta esquiva.

La verdad es que toda acción proselitista en una campaña se traduce a costos, todo el dinero “o especies” donadas al candidato es por un interés mayor, por lo tanto, las empresas y fundaciones invierten dinero y recursos en candidatos para luego obtener algo más valioso, algo parecido al los derbis donde la apuesta al caballo pura sangre refleja ganancias exorbitantes, o bien, la pérdida total.

Pero volviendo a la cuestión inicial ¿Cuánto tiene que gastar mi candidato para que vote por él?

En mi caso lo único que debería gastar Fulano o Mengano es en un celular con cámara y con un buen audio, que se siente a explicar en forma detallada, y más aun, a comprometerse de cómo va a resolver la inseguridad, cómo va a tratar la problemática social de las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado, cómo piensa erradicar la corrupción, cuáles serán sus políticas económicas, medioambientales, educativas, de salud, de deporte, de cultura; podría hacer más de 24 programas de una hora cada uno si quisiese, yo igual los vería todos, y además, sería bueno que dejase una ventanita en la plataforma para poder opinar y que se tomara, el candidato o el equipo de campaña, el tiempo de responder en forma expedita, y por su puesto con derecho a respuesta.

Eso le saldría bastante barato en youtube, y sí, tiene un costo técnico pero sería mucho menor que pagar tanto anuncio de 30 segundos en la radio y en la televisión, que al final lo dejan a uno hasta chino con tanta cantaleta y sin ninguna propuesta concreta.

Solo imagínense los costos de la apertura y cierre de campaña, de los mítines en las cabeceras departamentales y principales municipios, con sus respectivas tarimas, luces, confeti de colores, mil piezas de pollo empanizado con sus cajitas troqueladas y el grupo de chicas piernudas bailando previo al discurso de “mi candidato”.

Yo acepto que soy una persona de pocas querencias y quizá mal agradecido, pero no necesito un broshure de tres párrafos explicando la plataforma política, porque ya sé de antemano que un tríptico bajo mi puerta no sería suficiente para convencerme a que vote por él.

No me interesa si la canción de la campaña es bonita o pegajosa, tampoco me interesa cuantos postes pinten, no quiero calendarios ni camisetas, y mucho menos una gorra alegórica con estrellitas, crucitas o pajaritas.

Preferiría mejor que se sentara varias veces a debatir, “mi candidato” junto con el tuyo también, en puntos estratégicos donde los cuestionen universitarios, profesionales y gremiales de sectores de desarrollo nacional.

Me interesaría que estos debates fuesen obligatorios y normados, y que los medios de comunicación los cubriesen, al final, que a cada quien le quede claro, cómo va a hacer y cómo se compromete “tú y mi candidato” ante las problemáticas sociales que vivimos, en el caso que llegase a ganar cualquiera de ellos.

Por desgracia esto jamás va a ser así, a “mi candidato” no le alcanzan los $2.82 USD que le dan por mi voto en el Tribunal Supremo Electoral después de las elecciones, esos recursos no le son suficientes porque “mi candidato” prefiere irse por las ramas con canciones bonitas y discursos rimbombantes, evadiendo los compromisos concretos; aun cuando todo eso le salga al extremo caro.


Por eso para ganar los comicios “mi candidato” necesita mucho dinero y para ello debe recibir donaciones de las corporaciones constructoras e importadoras, a él le donan también las empresas de servicios de seguridad privada; de igual forma a “mi candidato” le dona la minera internacional, la embotelladora de refrescos y agua pura, o peor aún, el gobierno de un país “amigo”, o las empresas que se dedican a hacer legal las ganancias de los señores narcotraficantes.

Son una triste realidad nuestras democracias bananeras, por eso les comparto la personal reflexión: A veces tengo la corazonada que “mi candidato” está más comprometido con sus acreedores que conmigo.