15/11/15

Flores para nuestros muertos

Flores para nuestros muertos

María Esperanza Sosa fue una de las sobrevivientes de la masacre de Cuyas Cumbres en el Cantón de Guarjila en el departamento de Chalatenango en El Salvador en 1982. Cada año se conmemoran a más de 25 personas asesinadas en ese sitio por el ejército salvadoreño.

Ella caminó una hora llevando un ramo de rosas para enflorar el justo lugar donde murieron sus familiares, luego de llegar se improvisó un altar y se ofició misa. Pro Búsqueda una ONG que se dedica al rescate de la memoria histórica, entre otras cosas, es la que apoyó esta actividad.


El ejército en esa época, asesorado por EEUU, tenía la política de "tierra arrasada", es decir, masacraba a las poblaciones enteras por donde la guerrilla insurgente se desplazaba en el marco de la guerra civil que sufrimos.

A este nivel de la historia no rememoramos las ideologías, sino, la razón humana, el dolor y el duelo de quienes sufrieron estos embates de la guerra.

La mayoría de estas personas eran inocentes y entendían poco de la situación política, muchas niñas y niños, ancianos y mujeres. 

Si continuamos disimulando o evadiendo el tema estamos por el camino errado como sociedad, como pueblo, pues hay ciertos principios básicos que nos llevan al desarrollo, y uno de ellos es la espiritualidad.

El homo sapiens sapiens es humano no exactamente por ser inteligente, pues hay inteligencia animal, tampoco somos humanos por los niveles comunicativos que tenemos ya que también hay animales que, incluso, tienen códigos más complejos que los nuestros. Somos humanos por el uso de la razón, pero sobre todo por nuestra espiritualidad, y una forma de reflejarlo es el culto a los muertos.


Cuando memoramos a los antepasados o ancestros es porque creemos en su legado, por lo tanto el culto a los muertos es un esfuerzo para que las nuevas generaciones hereden su sapiencia, procurando un mejor futuro. Si ese principio filosófico no lo cumplimos dejamos de crear cultura y la civilización como tal se detiene, no evoluciona, tampoco hay desarrollo.

Si le aplicamos el manto de la invisibilidad a la memoria histórica reciente, cómo esperamos resolver la ola de violencia que vivimos en la actualidad; mueren jóvenes, policías y pandilleros, secuestran menores de edad, hay extorsiones seguidas de muertes, muchas dantescas escenas y las vemos como la cotidianidad del día a día. Nos hemos deshumanizado.

Por eso insistimos en lo importante que son las flores de María Esperanza Sosa que van más allá de las ideologías. Imagínense no memoráramos a Jesús de Nazaret, o a Mahoma, o a Buda, ¿qué sería de nuestras sociedades sin espiritualidad?