28/1/17

El muro

El muro

El muro, la pared, la gran muralla, la línea, la cortina de hierro; ya sea de Berlín, de China, de Adriano, o de Stalin; todas ellas a lo largo de la historia cayeron, y además, su edificación marcó el inicio del declive de un imperio.

Espero que no sea el caso del muro de Trump, porque el repecho de EEUU no es un chiste, tampoco es algo para regocijarse o vanagloriarse. Un muro no solo es una pared, es un símbolo que marca la “protección” o segregación de un lado a otro.

Los chinos construyeron “la gran muralla” para evitar que cruzaran los mongoles pero Gengis Kan la flanqueó y los invadió. El emperador romano Adriano también dividió a la isla de la Britania de sur a norte e hizo su muralla, pero con los años fue abandonada por las mismas tropas imperiales y al final los “barbaros pictos” la cruzaron. Stalín y la Unión Soviética en otro triste pasaje de la historia intentó aislar al mundo socialista del eje capitalista a través de la cortina de hierro y el muro de Berlín durante la guerra fría; craso error político, que toda persona sabe en qué terminó el asunto.


Ahora el aprendiz de dictador Donald Trump entra a la historia con su decisión de hacer un muro a lo largo de la frontera mexicano-estadounidense. Un muro que mediría 3 mil 100 kilómetros de largo y costaría, según analistas, un aproximado a 10 billones de dólares y se levantaría, más o menos, en 5 años.


Así como dicen: detrás de una gran mujer hay un gran hombre, o viceversa; de igual forma podríamos afirmar: detrás de un gran muro hay un gran dictador, o emperador. Veamos entonces qué sucederá en los próximos meses: uno, si los mismos estadounidenses se lo permiten, refriéndome al pueblo que se auto-glorifica de tener una democracia sólida y una sociedad cosmopolita; o dos, será nada más el principio del fin de un siglo de hegemonía mundial de la América anglosajona.


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19/1/17

Un evangelista con garrote

Gonzalo
Un evangelista con garrote

La persuasión es un acto sutil e inteligente, y no al contrario, una acción donde se imponen ideas a base de insultos y matonería.

Gonzalo es un amigo de infancia con el que crecimos jugando chibola, capirucho y trompo en el barrio. Recuerdo que a veces en lo mejor de las güimbas empezaban a sonar las balas porque vivíamos cerca de la universidad; solo nos resguardábamos para evitar un plomo perdido y continuábamos con la divierta, eran épocas de la guerra civil hace un poco más de 30 años.

En la actualidad Gonzalo es un exitoso contratista e ingeniero civil, y yo un periodista del montón que apenas nos movilizamos en moto, pero un domingo de estos sonó el timbre y cuando salí a la calle vi con sorpresa que era Gonzalo con su hijo de 8 años quienes con biblia en mano llegaron hasta mi casa para hablarme de dios, aun cuando eran las 9 (de la madrugada) apresurado me puse una camisa y les abrí la puerta, me alegré de ver a mi super amigo con su crío, y más aun, por la tarea tan noble en la que andaba, que es, llevar el evangelio a las personas a la puerta de su casa.

De inmediato les invité al interior de mi humilde morada y como pude llevé café, jugo y unas galletas, y nos sentamos para que él iniciara su discurso. Pero de repente vio (Gonzalo) una imagen de la virgen María que me dejó mi madre y como devoto a ella siempre guardo en una esquina especial de la sala. Me preguntó en ese justo momento por qué tenía esa imagen en la pared, cuestionando mi fe; yo todavía adormitado le expliqué en cortas palabras que la santa señora es parte de mi identidad y de mis referentes espirituales de familia, es decir, la trinidad de madre, padre e hijos. Gonzalo al escucharme se puso a reír en forma burlesca y me dijo que la tal María era una mujer más, y que incluso era comprobado (según los documentales de “Discovery”) que esta señora no fue virgen y que parió incontables bebes fuera del matrimonio con José.

No me cayó en gracia su comentario a pesar que me lo decía con una mueca graciosa, sin embargo, teniendo en cuenta que no me gusta contradecir a fundamentalistas ni a fanático alguno guardé silencio, esperé que él dijera lo que tenía que decir y que su bonito hijo tomara el jugo de naranja con galletas de chispas de chocolate que le había servido, para luego despedirme y excusarme por despacharlos sin mayores comentarios.


Cuando cerré la puerta reflexioné sobre la persuasión ideológica y pensé en voz alta: -Somos el animal político y eso nos convierte en seres sutiles para convencer a otras personas sobre el uso de la razón y la espiritualidad humana, eso nos lleva a realizar acciones para disuadir a quienes no piensan como nosotros; pero si tales acciones llevan dosis de insultos y majaderías producen un efecto adverso. Por lo tanto, persuadir es un acto político y civilizado de lo contrario al hacerlo en forma violenta, matonera o impositiva, es nada mas el vulgar y para algunos el necesario “alimento del ego”, o bien, la materia prima del poder en su forma más déspota.


Nota: Esta relación la hago no por los evangelistas que en forma digna y desinteresada tocan la puerta para llevar lo que ellos consideran el más  valioso de sus mensajes, que es: la palabra bíblica. Escribo esta anécdota en especial para todos esos analistas de cantina y RSS, que siendo muy doctos, iluminados y cosmopolitas escriben en los periódicos esas famosas cartas prepotentes, o también, esos “post” golilleros intentando convencer a la gente de su razón inmaculada a base de insultos y silogismos simples, pero en realidad están muy lejos de este oficio del montón al que llamamos periodismo.




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