Derecha
revolucionaria
El sueño de cualquier activista
salvadoreño de corte liberal es hoy en día subirse a una tarima en la plaza
pública y llamar a la contra-revolución, dar un discurso encendido y convocar a
la insurrección, que la prensa internacional cubriera el acontecimiento y
marchar en una manifestación de protesta de por lo menos de quince cuadras,
llegar al palacio legislativo y acampar por más de diez días en el parqueo de
los diputados hasta deponer el estatus
quo de la izquierda salvadoreña.
Al menos en El Salvador
estamos lejos de esa situación, no porque la política de izquierda sea
inmaculada y sean sus interlocutores los niños cantores de Viena; no, no puede
haber una “primavera guanaca” por las razones que a continuación detallamos.
Primer punto neurálgico es
que el partido ARENA, la oposición, u otras fuerzas de la sociedad no tienen la
base social para hacer una protesta de tal magnitud. La organización de masas
es un hábito que no cultivaron a lo largo de los años los partidos de derecha,
es decir, la acción de reivindicar los derechos civiles es parte de una cultura
democrática y es una conducta colectiva.
Mientras la derecha ostentaba
el poder formal durante todo el siglo XX y la primera década de este siglo, toda
forma organizativa que señalara los abusos de los gobiernos en turno eran
prejuiciados como un resentimiento social, protestar por algo era indigno de un
buen patriota, pues la institucionalidad de la república sí funcionaba.
El resultado fue que la
juventud, y los hijos de sus hijos, con una base potencial ideológica liberal
no tienen el hábito de salir a la calle a mostrar su inconformidad. Para ellos esos son
actos de “revoltosos”, “facinerosos”, anti democráticos, es más… no saben cómo
hacerlo, ni cómo conducirse en los eventos si acaso asisten.
Publicado el 6 sept. 2015. El pasado 5 de septiembre, la iniciativa de derecha conocida como Movimiento 300 convocó a una marcha exigiendo la creación de la versión salvadoreña de la Comisión Internacional contra la Impunidad que se ha puesto en marcha en Guatemala, la cual a señalado a Otto Perez Molina como responsable de actos de corrupción.
Para darles un ejemplo concreto,
la juventud derechista a nivel general no sabe ni puede interpretar el significado de una
organización estudiantil, creen que la rigurosidad de lo establecido no permite
cuestionar la verticalidad de sus autoridades educativas, lo que el decanato
manda es un dogma incuestionable y el bachiller no tiene por qué inmiscuirse en
su proceso de formación profesional.
Actualmente están pagando con
creces tantos años, décadas, y porque no decirlo siglos, de represión implacable
a tanto ciudadano que por el simple hecho de levantar la voz para procurar
mejorar la salud pública, educación universal, o bien, el sencillo deseo de
exigir el cumplimiento de los primeros artículos de la Constitución de la
República; quien lo hacía era reprimido brutalmente, terminando muerto,
desaparecido o encerrado en alguna mazmorra clandestina. Después de los
acuerdos de paz cuando ya no podían hacer eso, el inconforme era conducido a la
espiral del silencio y desaprobado por el prejuicio mediático.
Ahora pregunto, sin el afán
de querer dañar alguna susceptibilidad, en qué escenario real pudiéramos vislumbrar (siquiera)
a unos 10 mil estudiantes de la Universidad Matías Delgado marchar desde su
campus en clara protesta por los excesos de los gobiernos de izquierda; o bien,
viéramos desplegarse a una sociedad civil harta de tanta corrupción haciendo una
concentración multitudinaria de días y semanas de duración, donde las madres de
familia dejen a sus hijos por un mejor futuro, donde los hombres les expliquen
a sus mujeres que tienen que arriesgarse para heredarles a sus hijos un futuro más
justo.
Las actividades de protesta
que la derecha promueve han resultado ser un fracaso, no agitan a las masas, no
porque no tengan razón de ser, ni por que el actual gobierno sea la perfección
divina. No, no tienen eco porque la organización y la protesta es un hábito que
no tienen, es un valor cívico del cual carecen, es un derecho civil que los
ciudadanos tenemos y que no ejercen porque no lo terminan de entender.
Pronunciarnos libremente a lo
que no nos parece es hacer valer la democracia ciudadana nada mas, algo que es distante
del concepto implantado a lo largo de nuestra historia, que es concebir a la organización
civil-gremial como exclusiva del socialismo y el comunismo.
Primavera
centroamericana
Ji, ji, ji…. Este es un humilde
blog no un artículo de esos sesudos analíticos, así que me permito uno que otro
término onomatopéyico, y la risa… siempre la he considerado parte de la
expresividad comunicativa.
En Túnez en el año de 2010 un
vendedor de frutas se inmoló frente al ayuntamiento de Sidi Bouzid una pequeña ciudad en el centro de este país
del norte de África, ese acto despertó la indignación del pueblo,
teniendo en cuenta que al joven vendedor y estudiante a la vez, le habían
incautado la mercadería que vendía, bajo un complejo y corrupto sistema
burocrático.
Finalmente la señalada
autocracia ejercida por el Estado dirigido por Zine El Abidine Ben Ali fue la
que terminó derrumbándose, él había ostentado el poder desde 1987 y su sistema
de gobierno de represión y mordaza colapsó por las constantes y generalizadas
formas de abuso civil, y además, el régimen no pudo hacer frente a las nuevas
tecnologías, teléfonos inteligentes y redes sociales.
Luego sucedió la historia que
todos conocemos: en Egipto se reprodujeron hechos similares y posteriormente en
Libia también, la caída y muerte del líder incuestionable Muamar el Gadafi dejó
boca abierta a la opinión pública mundial.
No me gustaría ponerme a
defender a uno u otro, el objeto del análisis no es discernir ideologías, si no,
es ver lo vulnerable que podría ser un país, lo frágil que se convierte un
Estado al abusar por décadas del poder que se le otorga, un gobierno podría
llegar a ser nada más que un techo de cristal para los intereses externos, intereses
de terceros, cuartos y quintos; en otras palabras, al albedrío de organismos de
inteligencia de otros país, por eso es importante el análisis internacional de
nuestra realidad.
Un Estado o gobierno siempre está
relacionado en el concierto global y regional. Los intereses de las súper
potencias y de los países emergentes son cambiantes, e incluso, coyunturales. Cuando
un Estado ejerce la gobernabilidad por medio de la opresión, y la sociedad está
harta de ese modo de hacer política, donde no hay esperanza de mejorar las condiciones
de vida; entonces, bueno… pasará lo que sucedió en Guatemala, Túnez, Egipto o
Libia.
Un escenario de estos podría
ser muy bien montado en el caso salvadoreño: los medios comunicativos están
disponibles, hay canales alternativos de toda índole y las redes sociales se
robustecen en una curva ascendente día a día; sin embargo, no veo a Estados
Unidos interesado en deponer al gobierno de izquierda del Profesor Sánchez
Cerén, no se dibuja ese escenario para el caso salvadoreño, al menos en la
administración de Barak Obama. Pero esto podría cambiar a mediano plazo, y de
igual forma la posición de Venezuela también podría variar en los próximos dos
y tres años. La geopolítica como antes hemos visto puede ser voluble y El
Salvador podría ser víctima una vez más de estas mareas, por lo tanto hay que
estar pendiente del ajedrez político, pues si algo hemos aprendido los
salvadoreños a lo largo de la historia es que: “todo es posible”.
Finalmente hay algo que la CIA debe de sortear para deponer al gobierno
del FMLN por esa vía, si acaso lo quisieran hacer: al menos en San Salvador la
juventud de oposición no tiene hábito de protesta civil, apenas duran una
tarde, y si llueve no van, no digamos si se excede la protesta varios días;
(ji,ji,ji) así como dice un buen amigo: saque el lector su conclusión.
Mi reflexión es sencilla: mientras sigamos viéndonos como enemigos viscerales
entre hermanos, entre compatriotas, usando las lentejuelas del bueno y del
malo, estaremos dando palos de ciego, alejándonos cada vez más de la ruta del
desarrollo.
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