31/12/14

Calle Roberto d´Aubuisson

Calle Roberto d´Aubuisson


Revisando la coyuntura de fin de año me topo con el cambio de nombre de la calle bien conocida en la capital salvadoreña como “San Antonio Abad” y recién renombrada Roberto d´Aubuisson por el saliente consejo municipal de San Salvador, este último personaje señalado en los informes de la Comisión de la Verdad como el autor intelectual del magnicidio de Monseñor Arnulfo Romero.


Mas que condenar un hecho debemos tomar de esto una moraleja, en primer lugar la enseñanza estriba en conocer la verdad que envolvió el caso del asesinato de Monseñor Romero, debemos de empeñarnos en saber la historia de lo contrario estaremos condenando a las futuras generaciones a repetirla.


Luego como segundo aprendizaje es asumir la justicia divina y terrenal, todos sabemos cómo terminó d´Aubuisson y sus cómplices que se esconden de la mirada del público, lo cual a los salvadoreños y a los ciudadanos del mundo nos llena de moral porque a este punto de la historia y en este caso en particular los culpables ya los conocemos, son tácitos, por lo que el golpe a su ética y valores lleva a sus seguidores de forma desesperada a emitir este tipo de símbolos equivocados, nombrando a una importante arteria vehicular con el denominador de un asesino, no me cabe duda que se sienten orgullosos de odiar. 



Finalmente que nos sirvan estos mensajes que ellos emiten para aprovechar a reprobar nuevamente el magnicidio de Monseñor Romero, pero más que todo aprovecho para asumir y decirles claramente que el pueblo salvadoreño ya maduró y no cae en estas provocaciones de odio, pues las mismas enseñanzas de nuestro obispo mártir nos llevan a superar estos sentimientos de rencor, lo que nos permite tener otra visión del país, del mundo y del desarrollo, para caminar en otra ruta, por eso quiero a través de mi blog decirles al consejo municipal de don Norman Quijano que no nos molestamos por lo que hacen (cambio de nombre de la calle de San Antonio Abad a Roberto d´Aubuisson), solo nos fortalecen nuestras creencias, lo que nos da alegría, satisfacción y confianza en un futuro esperanzador.

Mayor Roberto D´abuisson 








13/12/14

A la virgen morena...

A la virgen morena...
A su merced

Como periodista en un país de altos índices de violencia, inmerso en el desafío de los medios alternativos, sin duda, tengo muchas cosas que escribir; pero inexorable, necesito sin perder más tiempo cruzar de nuevo la pluma entre mis suspiros y sus sonrisas incógnitas de lectores, junto con los ojos hermosos de la señora guadalupana. 

Así escribo al amor y a los milagros, sin dejar de ser una noticia importante.

Todo empezó con una rosa amarilla a finales de noviembre del 2012, cuando en mi soltería me sentía feliz y satisfecho viviendo en un vals de equilibrio entre vivir por el simple hecho de existir. Y reflexioné entonces si la soltería era mi destino, después de todo no era tan malo como cuentan, era llano y de horizonte previsible, de marcha segura y paso certero.

Entonces, pasé por esos senderos urbanos comprando una rosa amarilla para la virgen, bien recuerdo, le dije a la octogenaria viejecita quien me vendió la flor: "sólo quiero una, pues un deseo tengo nada más que pedir". 

Nunca le había solicitado nada a la señora morena, siempre he creído que pasa tan ocupada con tantas querellas de gentecita necesitada, que lo mío es nada más una molestia entre tanto trabajo misericordioso que ella hace.

Puse la rosa de pétalos amarillos en un vaso de vidrio y le coloqué tres cubos de hielo por el calor del trópico centroamericano, luego fui a la capilla de San José Obrero a la vuelta de mi casa, y en un jardín al costado, donde está la imagen de la santa, me senté a un costado, y le dije:

“Perdone su merced que venga con esta suplica tan egoísta, pues le pido un favor para mí y no por el bienestar de otros que tanto sufren. Sé que usted sabrá la mejor melga de su servidor y la que marque es bienvenida; no vine a renegar de mi destino, estoy aquí, mi señora, para solicitarle una buena pareja si usted lo considera justo, porque mi soledad no es mala, solo que no quisiera morir sin esa experiencia que llaman amor, ese sentimiento que cuentan que mueve montañas, eso que dicen que se siente como mariposillas en el estomago; permita entonces si su gracia lo considera, que experimente ese cantar que inspira los sonetos de los bardos, trovadores y griots”.

Respiré hondo al minuto después de haber llegado, me paré y dejé la rosa en la ermita a un costado de la capilla, cuando de repente vi de reojo hacia atrás, a la rosa, y noté que se había abierto, sus pétalos despedían ese olor tibio de perfume tenue. Caminé sonriendo sin saber qué pensar, la vida no puede ser tan cursi me dije a mi mismo en una torpe negación.


Nunca me imaginé que mi correo aéreo volara fugaz con alas de pétalos amarillos, y hubiese tenido una respuesta tan rápida. En menos de una semana había sucedido, sin buscar ni preguntar y en las vueltas del destino estábamos viendo ballet contemporáneo en el Teatro Nacional acá en San Salvador, en ese salón barroco sobrecargado de curvas perfectas, junto con los ojos hermosos de una bella mujer que me sonreía al lado, siendo sus mejillas parecidas a la rosa en el vaso de agua que dejé a los pies de la señora morena; abriendo sus pétalos mágicos y vanidosos; luego ella me veía y relucían sus camanances. Mientras tanto me miraba extrañada por mi enigmática apariencia implacable, debido a que ni yo mismo creía lo que sucedía.

Después tomamos vino y visitamos el bar gitano del barrio, luego salimos  estrechados de la mano nerviosos como niños chiquitos a la vuelta del primer beso.

Seis años después me veo en la obligación de contar… atestiguar, uno de los tantos milagros que su merced cumple, el milagro de poder amar, y no solo eso, ser amado también.