La búsqueda de la identidad (nacional – regional) resulta ser imprescindible para el desarrollo, no solo
salvadoreño, sino centroamericano. Sin historia no entendemos la identidad y
sin ésta no hay cultura, por lo tanto la construcción del futuro es incierta.
Es feo decirlo pero la
historia que nos han contado en las aulas de clases no es la correcta. No
porque los profesores sean mentirosos, es más bien porque la antropología ha descubierto otros conocimientos, los estudios del origen de la humanidad han replanteado nuevas verdades científicas,
y por otro lado, las clases dominantes no pueden ocultar más sus paradigmas caducos.
Esa teoría de los tres
troncos genealógicos no es cierta (negroide, mongoloide y caucásico), eso que nos
explicaban, hasta cierto punto, es quimérico. Todo con el objetivo de justificar la superioridad de una raza sobre otra, "blancos sobre negros".
Los últimos estudios genéticos nos dicen una verdad irrefutable, que es: somos “homo sapiens sapiens” y provenimos todos por igual de África, por ende el humano moderno surgió hasta hace 200 mil años atrás, de ahí en adelante fuimos la especie dominante del planeta, y ésta floreció en el continente más antiguo de todos, para ser más específico en la zona de Zimbabue (África suroriental) y el Valle del Rift.
Los últimos estudios genéticos nos dicen una verdad irrefutable, que es: somos “homo sapiens sapiens” y provenimos todos por igual de África, por ende el humano moderno surgió hasta hace 200 mil años atrás, de ahí en adelante fuimos la especie dominante del planeta, y ésta floreció en el continente más antiguo de todos, para ser más específico en la zona de Zimbabue (África suroriental) y el Valle del Rift.
Para los que quieran conocer
más al respecto recomiendo esta lectura: Los Senderos del Edén del médico británico
Stephen Hoppenheimer, quien a través del estudio mitocondrial del ADN retrocede
en el tiempo para concluir, entre otras afirmaciones, que el término “raza
humana” es cuestionable, pues todos descendemos de una misma “Eva” genética de
origen africana.
El problema
ante este nuevo conocimiento es que aun acarreamos con los prejuicios que nos
inculcaron, nos decían los sabios ministros de educación de antaño que “los
negros” eran seres salvajes, que no conocían religión ni formación educativa alguna, más
aun, los “cimarrones” eran tan indignos y rebeldes que merecían ser “domados” a
base de yugos y cadenas, justificando así los trabajos forzosos y trato inhumano.
De
ahí en adelante los americanos nos jactamos de ser "occidentalizados"; las
lenguas oficiales son idiomas latinos, romances y anglosajones; y si acaso
reconocemos un segundo orden cultural, es la identidad del originario
americano. Pero, qué hay de los 20 millones de africanos que migraron en forma
forzosa e infrahumana al continente. Acaso estas personas son un paréntesis;
creo que no.
En el caso salvadoreño ¿En
qué parte de la historia quedan los esclavos que trajeron los hidalgos
españoles para los cultivos de jiquilite (añil) y cacao?
En
la actualidad para las élites es un inciso en el que no alcanza la tinta de la
pluma. Esa es la parte de la historia que no nos cuentan y que ahora nos hace falta en la identidad nacional.
Dentro
de los tantos mitos que acarreamos de generación en generación es que en El
Salvador no hay afro descendientes, es más, defendemos esa afirmación a capa y espada como si fuese un patrimonio nacional, cuando
los estudios genéticos, arqueológicos, lingüísticos y antropológicos son
irrefutables.
Apenas
asistimos a esa idea como si fuera un souvenir en el dossier del quehacer
académico intelectual del país, sin asumir la necesidad de la creación de una
verdadera identidad nacional.
Los salvadoreños somos un crisol étnico, eso incluye afro-descendencia reciente, es decir, de los últimos
500 años. Nuestro mestizaje universal es una realidad que la comunidad antropológica salvadoreña afirma en
forma categórica.
Es
una verdad innegable por muchos mitos que nos quieran contar. Todas esas voces
en las que nos desvinculamos de las raíces negras son imprecisas, en la
actualidad no tienen base científica, son nada más que “cuentos chinos” que
llegan a ser a lo sumo anecdóticos.
La aceptación la verdad nos conduce a otro problema: ¿qué hacemos al respecto?
La aceptación la verdad nos conduce a otro problema: ¿qué hacemos al respecto?
La
disyuntiva es que África es un continente, incluso, más complejo que el nuestro
y los intentos de comprensión por nuestra parte son mínimos, por lo tanto en
pocas palabras, hay una tercera parte de nuestra identidad inconclusa, o más
bien oculta.
Por
desgracia el estudio de nuestra afro - descendencia no despega en el grueso de
los “cultos”, aun creemos que durante más cercanos sean nuestros descendientes
de los europeos más civilizados somos, cuando en realidad no es así.
Fray
Bartolomé De Las Casas explicaba en una de sus célebres encíclicas que había
que importar africanos a las Américas, pues eran un poco menos que humanos, por lo
tanto, merecían ser tratados peor que los originarios “indígenas”.
Ese
paradigma va aun inherente en la vox populi salvadoreña lo que implica un grillete
cultural tan pesado como esas cadenas con las que viajaban millones de personas
en esos barcos negreros que aun no terminamos de estudiar por miedo a la
verdad.
SEGUNDA ENTREGA
SEGUNDA ENTREGA
Lea También:
No hay comentarios:
Publicar un comentario