25/7/23

La crisis del periodismo en el gobierno de Bukele

La crisis del periodismo en el gobierno de Bukele

No podemos culpar a los poderes del Estado por querer manejar la agenda mediática y la opinión pública, de igual forma, no podemos culpar al periodismo por fiscalizar al poder.

Es la naturaleza de los roles de cada uno, es parte de la democracia no compartir los mismos objetivos entre el Estado y la prensa. La mayoría de veces están en el punto opuesto de la ecuación, sin embargo, es una ecuación que nos lleva, así como en las matemáticas, a una respuesta inequívoca, que es: La verdad, en la utopía humana.

Por cierto, “la verdad” es un derecho ciudadano inalienable, que al igual que el derecho al agua “limpia y potable”, la gente está acostumbrada a no obtener la verdad, “ni veraz ni objetiva”.

Lo anterior nos marca un contexto de la problemática universal del periodismo, es decir, lo anterior lo podríamos aplicar en China, en EEUU, en Rusia, en Ucrania o en cualquier lado del mundo, incluyendo Escandinavia (las democracias más desarrolladas del planeta).

Este paradigma es necesario aclararlo para hacer un análisis específico de la crisis del periodismo en el gobierno de Nayib Bukele, el presidente más cool de Latinoamérica y del mundo mundial...

Breve reseña de los medios de comunicación salvadoreños

En El Salvador cuando abrimos el grifo (si acaso lo hay), sería impensable que pudiéramos beber de esa agua, nos daría diarrea si lo hiciéramos, no obstante, todos… todos los gobiernos en turno nos juran que sí es agua potable la que nos da el sistema hídrico del país.

Es el mismo símil con el manejo de la información, todos los voceros de los poderes del Estado aseguran que lo que nos dicen es la verdad. Y supuestamente para eso es que existen profesionales del manejo de la información, llámese periodistas, porque son quienes están calificados para distinguir entre verdades y mentiras, o medias verdades, o bien, el ocultamiento de sucesos que a la ciudadanía le compete saber.

El problema es que, en el caso salvadoreño, y no dudo que, en la mayoría de Latinoamérica, los medios de comunicación son por tradición más mentirosos y tergiversadores que los mismos políticos en sí.

Desde la época de la guerra civil, El Diario de Hoy (EDH), La Prensa Gráfica (LPG) y las principales televisoras incluyendo la otrora todo poderosa Tele Corporación Salvadoreña (TCS), siempre mintieron a favor de los poderes fácticos, siempre impusieron su agenta de acontecimientos para manipular a la opinión pública, en otras palabras, monopolizaron la verdad como si fuera su patrimonio, su finca, olvidándose que “la verdad” le pertenece a la gente como un derecho humano inalienable.

La gente a un principio lo intuía, sospechaban que los medios no decían la verdad, como de igual forma no se empinaban un vaso de agua tomado del grifo.

El manejo de la información y el tratamiento de las noticias siempre tuvo una oscura y torcida línea estratégica para los gobiernos en turno, tanto que muchos directores de medios pasaban a ser directores de los organismos de la inteligencia del Estado o viceversa.

Durante la primera década del siglo XXI la gente llegó a desconfiar tanto de los medios de comunicación que aun cuando sus titulares se decantaran a favor de tal o cual candidato, estos candidatos perdían por el simple hecho de que los medios los apoyaban.

Izquierda. La candidata Evelyn Jacir de Lovo pierde las elecciones a alcaldesa de San Salvador el 16 de marzo de 2003, a pesar de recibir el apoyo abrumador de los principales medios tradicionales de comunicación. / Derecha. Mauricio Funes gana las elecciones presidenciales en 2009 a pesar de las críticas negativas desmesuradas por parte de los principales medios de comunicacion de El Salvador.

El hartazgo del establishment y el surgimiento de las redes sociales como nuevo medio masivo de comunicación

El teléfono inteligente en las segunda década del siglo XXI se popularizó, al igual que el internet y las redes sociales, la información dejó de ser unidireccional (emisor receptor)  haciéndose multidireccional, es decir, no solo la retroalimentación entre emisor y receptor se aceleró a lo instantáneo, sino, entraron a la ecuación comunicativa múltiples variables que hacen constante y cambiante el acontecimiento que se anuncia a través de los medios de comunicación (virtuales), en otras palabras, la información está expuesta a una serie de comentarios inmediatos que hace que el consumidor de noticias sea actor a la vez.

Por lo tanto, el monopolio de “la verdad” que poseían los medios tradicionales de noticias dejó de existir, eso implica que, si fueron identificados antes como mentirosos y tergiversadores difícilmente serán percibidos hoy en día como fidedignos por la opinión pública.

Para el vox populi salvadoreño resulta desagradable ver lo tendencioso que siguen siendo los titulares de EDH, LPG y TCS. En ningún escenario de la salvadoreñidad cabe la figura de que son los medios de comunicación tradicionales los paladines del derecho de la información. Que se autodenominen heraldos de la verdad resulta ridículo, una ofensa a la inteligencia colectiva; porque si bien es cierto el salvadoreño no es un pueblo letrado, no se caracteriza tampoco por ser gente tonta.

Los medios tradicionales fueron los principales enemigos de la democracia, los que engañaron y mal orientaron a la opinión ciudadana sobre los temas neurálgicos que nos llevaron a una crisis económica y política sin precedente, nos mintieron sobre el supuesto beneficio de las privatizaciones del sistema financiero y de los servicios de telefonía en la década de los 90, luego lo volvieron a hacer en el tema de la dolarización, también en el tema de la privatización del fondo de pensiones, o las estafas financieras FINSEPRO -INSEPRO.

En resumen, cubrieron y defendieron a sectores que financiaron a la clase política, quienes a la hora de gobernar lo hacían promulgando leyes y ordenanzas, que velaban no por los intereses del común, sino, a los intereses de los grupos de poder.

Youtuberos, influencers y redes sociales

Es paradójico el fenómeno… ahora un fulano sin mayor formación académica resulta tener mas impacto comunicativo que los profesionales de la información.

El periodismo como tal se devaluó, tanto, que ser un profesional del trato de las noticias es sinónimo de ser enemigo social.

Nunca los periodistas fuimos bien queridos, después de todo no somos relacionistas públicos para querer quedar bien con todo el mundo, decir la verdad no siempre es sinónimo de caerle bien a la gente, así como reza el dicho: A nadie le gusta que le digan sus verdades.

Para quienes sabemos de comunicación existe un rango universal de consumo de medios, que va desde el 70 a 65 por ciento del consumo a puro entretenimiento, y un 25 a 20 por ciento al consumo de noticias, dejando un porcentaje mínimo a lo educativo y a lo espiritual (religioso).

Menciono esto porque el secreto del alto consumo de los youtuberos e influencers en general es su capacidad de hacer de la política y las noticias algo entretenido, y por qué no decirlo, hasta divertido, lo que le rompe el esquema (las pelotas) al periodista clásico y tradicional, el periodista serio y aburrido.

Los youtuberos son los muckrakers de las redes sociales (los removedores de basura de inicios del siglo XX con el surgimiento de la prensa del centavo), son quienes desenmascararon en su momento al establishment de la política, al político tradicional que llevó al hartazgo a la gente, tanto, que se fijó en el sentir colectivo el aborrecimiento a los medios de comunicación habituales y al periodista convencional como tal.

Entonces llegamos a la parte del análisis donde cabe la pregunta:

¿Qué es el periodismo?, y ¿a quiénes podemos denominar como periodistas?

El periodismo como cualquier profesión es una especialización calificada para ejercer determinado oficio, así como el médico es capaz de curar las dolencias del cuerpo humano, o los veterinarios a los animales, o el abogado es capaz de interpretar las leyes y hacerlas valer a través de las instancias, así mismo el periodista es el especialista en tratar la información, y entre las habilidades que nos enseñan en la universidad es que la información debe de ser periódica (constante), veraz, objetiva, ética, educativa y de importancia pública. 

No obstante, eso no faculta al periodista con grado universitario como el único capaz de comunicar, o más aun… hacer periodismo (imagínense…), el derecho de la información es universal, es decir, cualquier persona tiene el soberano derecho y deber de comunicar lo que quiera, siempre y cuando no agreda a terceros.

Así como mi vecina tiene el derecho de recetarme una infusión para la tos, de igual forma un youtubero tiene el derecho de expresarse de la forma que quiera, ya sea amoral, ofensiva, antiética, caricaturesca, etcétera. Será un juzgado (en última instancia) quien determine si alguien se siente agraviado.

Así como yo tengo el derecho de escoger, de ir por ejemplo donde la vecina por un té de jengibre para la tos, o bien, podría ir al doctor para que me haga un cultivo y saber cómo tratar mis flemas, como bacterias o como virus.

De igual forma ahora gracias al acceso a las plataformas tenemos derecho de informarnos en un mayor abanico de opciones, a la altura de nuestra intelectualidad, por medio de un youtubero o bloguero, o bien, sintonizamos la radio para escuchar el noticiario que tradicionalmente oía mi tío Juan durante la guerra, o compramos a cincuenta centavos de dólar el periódico para leer las noticias.

Bajo este contexto llegamos entonces al meollo de este escrito, lo cual es el análisis de la crisis del periodismo en el gobierno de Bukele.

No hay duda; no hay nadie, ni detractores ni seguidores de Nayib Bukele que pongan en tela de juicio su pericia en el manejo de las redes sociales, y que es además un hábil estratega en materia de comunicación y márquetin político.

La multidireccionalidad del mensaje de Bukele y la característica de sus múltiples actores (emisores y receptores moldeando el acontecimiento), le rompen el esquema a cualquier político y medio de comunicación tradicional, y de paso podemos incluir al periodista convencional.

El mensaje de Bukele es a base de emociones y no de razonamientos políticos profundos, porque su teoría comunicativa es el neuro márquetin.

El Salvador un país agobiado por las pandillas, el crimen organizado, el narcotráfico, el lavado de capitales y una clase política coimera y lacaya a los poderes fácticos, resultó ser un terreno fértil a alguien como Bukele que le ofreció a la población una solución alternativa y radical, para una situación agobiante e inhumana.

Y parte de la radicalidad es el régimen de excepción decretado por la asamblea legislativa con todo lo que eso implica, incluyendo la agresividad a los medios de comunicación y al periodista como tal.

Pero, ¿Quién es entonces un periodista? Esta es la respuesta indefinida que mantiene en una crisis contante y cada vez mas vertiginosa a la profesión. La ambigüedad de esta cuestión de quién es un periodista está llevando al oficio a un escenario peligroso.

La APES, la Asociación de Periodistas de El Salvador, gremio al que me enorgullece pertenecer hacen bien en denunciar los excesos del régimen de excepción, es su trabajo hacerlo, y como repito, a muchos no les agrada la verdad, pero de igual forma es imperativo señalar que la APES ha fracasado en el pasado y en el presente en denunciar los excesos de los medios de comunicación, y como comunicadores han fracasado en hacerle ver a la población la diferencia entre un medio de comunicación como empresa y el periodista como individuo profesional.

Pero el fracaso mas contundente que la APES ha tenido y que sume en una crisis profunda a la profesión, es que nunca definieron a la altura del siglo XXI quién es periodista o no, esta discusión siempre la escondieron como cuando se deposita el polvo bajo la alfombra, y ahora la crisis del periodismo salvadoreño llega a los niveles más altos en el gobierno de Bukele.

La mala praxis que los pseudo periodistas cometen montados en los medios de comunicación desacreditados por la opinión pública, va en detrimento de la profesión, pseudo periodistas con claros vacíos académicos porque no son graduados; abogados, odontólogos, doctores y bachilleres que se etiquetan como periodistas solo porque un medio (que se cree dueño de la verdad) les prestó un micrófono o una cámara.

Sin embargo, todos son libres de expresarse, pero el problema estriba cuando la gremial quiere reivindicar los derechos de los profesionales del periodismo, queda la APES mal parada ante la opinión pública por la mala imagen que acarrean las practicas mediocres de tantos pseudo periodistas que pululan por ahí, y que ellos mismos cobijan en un limbo obtuso en su misma asociación.

Mientras tanto, hasta hoy en día los salvadoreños seguimos tomando agua embotellada, siendo impensable beber agua del grifo.

maxherrador.com

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