La identidad mesoamericana
Este es un tema que cobra vigencia de cara al bicentenario como república, pero ¿Qué rasgos nos caracteriza como pueblo?
He leído cantidad de ensayos y tratados al respecto,
muchas sesudas definiciones del concepto de cultura e identidad, Google nos
direcciona a un sin número de grupos y foros donde nos aproximan a este
entendimiento; sin embargo, bajo todo ese palabrerío podría asegurar que existe
una cripto identidad que no vemos, pero está ahí latente.
La esencia de los pueblos mesoamericanos podría
enmarcarlos en las siguientes verdades inequívocas que son a veces molestas e incómodas,
por tal razón muchos tenderán a rechazar u objetar estas palabras.
Quinientos años después de genocidio de los pueblos
originarios debemos asumir que la cultura mesoamericana esta vida y lejos de
ser extinta, vive en cada uno de nosotros aun cuando las instituciones no lo
reconozcan, incluyendo la familia y el Estado (al menos en el caso salvadoreño).
En tal sentido las fronteras que hoy conocemos y las
divisiones políticas que nos han enseñado a través de los mapas, no son las que
en realidad nos identifican como pueblo en el sentido profundo del vox populi.
Nuestra identidad principal de la región es ser
mesoamericanos y de ahí parte nuestra unidad cultural, esto incluye desde
California hasta Panamá.
Para el lector promedio esto podría ser una locura,
pero cuando viajamos entre los pueblos y municipios de cada país centroamericano
o entre los Estados mexicanos nos damos cuenta que, sí, en efectos tenemos
diferencias, pero es innegable a su vez que hay más similitudes que
discrepancias.
No me gustaría caer en una discusión vana entre fulano
y mengano para saber quién tiene “la pirámide” más grande.
Lo que sí les puedo asegurar es que después de recorrer
tantos pueblecillos en el trasbordo de autobuses, gracias al deporte que
practiqué durante mi juventud (el montañismo), es que pude constatar que la
gente mesoamericana come tortillas todos los días (quizá con la excepción de
Panamá).
Gustan las personas además de colorear con intrincadas
figuras sus chalet y carretones en los mercados; la mayoría somos
hospitalarios, entre tantas características que cada quien pueda agregar.
Estoy convencido que los macro problemas que tiene la
región, tales como: La corrupción, la injusticia institucionalizada, la impunidad, la falta de moral y ética de la clase política, la violencia, el narcotráfico, las desigualdades sociales,
la extrema pobreza, el racismo; tienen su origen en factores culturales.
La decadencia y transculturización es la que desde
hace 500 años mueve primero sus fichas en el ajedrez del poder político y
territorial, sin embargo, eso no quiere decir que no exista otro tablero
paralelo, propio de nuestra idiosincrasia, tal cual tenemos el mito del sol y la
luna, la dualidad exacta de las creencias primigenias, el día y la noche, la luz y la oscuridad, o bien, como les llegaron a conocer las
gentes de maíz: Tepeu y Kukulcán para los mayas del Yucatán, o bien, Hunahpú e
Ixbalanqué como los menciona el Popol Vuh; Tezcatlipoca y Quetzalcoatl para los
aztecas y mexicas, Itanipuca e Ilanguipuca para los lencas, el Tamagastad y la
Cipaltonal para los nicaraos, Sibú y Sulá para los habitantes de las tierras
del Talamanca.
En otras palabras, mis estimadas conversas la suerte de
nuestro destino cultural mesoamericano no está echada, aun tenemos la última
palabra, y la clave está en saberlo, en conocerlo.
Nuestra identidad va de la mano con la relación y el amor al entorno natural, a los elementos dadores de vida (el agua, el aire, la tierra, el sol, los volcanes), siendo eso nuestro máximo legado intangible, el cual va más allá de cualquier religión o creencia; va más allá de una visión netamente ecológica o medioambientalista.
Nuestra conexión identitaria con la madre tierra y la
fertilidad es intrínseca en los patrones de conducta que tenemos a flor de
piel, lo único que los mismos sistemas educativos no lo fomentan ni lo
clarifican, pero como les repito, está ahí latente.
En fin, ahí comparto entre líneas algunas luces de lo que
en verdad somos, la identidad, la pertenencia; no obstante, en esta reflexión
no hablo de los sincretismos, que también son incorporados a los patrones
culturales en los últimos 5 siglos; las afro descendencias y nuestras raíces sefardíes,
entre tantas que para bien nos han abordado a lo largo de la historia, pero esa
es otra charla que dejaremos pendiente para las siguientes 500 palabras.
Siguientes artículos: La tercera raíz La cripto identidad sefardí
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