14/7/16

Ley de amnistía derogada, El Salvador

Moraleja: “Nunca ocultemos la verdad”

De lo simple a lo complejo, trataré de iniciar un análisis modesto sobre la recién derogara ley de amnistía en El Salvador. Esta ley por si sola había sido vendida a la sociedad como necesaria para la reconciliación después de los acuerdos de paz.

Sin embargo, cómo podría haber reconciliación sin pedir disculpas, cómo podría existir una verdadera dispensa sin confesar la verdad al ofendido, por eso la justicia es necesaria en casos de crímenes graves cuando el olvido es imposible, cuando la única forma de sanar esas heridas es a través del resarcimiento de los daños ocasionados.

En realidad el documento firmado entre la ex guerrilla del FMLN y el gobierno del entonces presidente Afredo Cristiani jamás mencionó una ley de amnistía, por lo tanto muchos analistas parten que fue un artilugio político para encubrir los crímenes de lesa humanidad y los excesos de la guerra civil, que en toda guerra sucede en uno y otro bando.

En su momento a principios de la década de los 90 no se prestó mayor objeción al respecto, pues la tal anhelada “paz” era un logro que nos permitía respirar a un pueblo tribulado por un conflicto armado de más de 10 años de guerra abierta.

Pero en la medida que pasaron los años y las décadas, fue cada vez más insostenible dicha ley, porque muchos reconocidos asesinos y torturadores se pasean con libertad a expensas de las miradas impotentes de las víctimas y sus familiares.

A la luz pública los homicidas viajan y se dan buena vida, montan empresas y otros se dedican a la cosa pública en forma descarada, unos fueron o son diputados, ministros, e incluso llegan al poder ejecutivo. Gracias a la ley de amnistía la salud mental colectiva se ha deteriorado día tras día, tanto que los valores de justicia y verdad los vemos lejanos, casi utópicos.

La esperanza de un cambio nunca llegó y nosotros, el pueblo, ya casi no creemos en nada, es más, la noticia de la derogación de la amnistía puede ser inadvertida si la sociedad civil lo permite. Las organizaciones tienen la oportunidad de oro para hacer valer el poder popular, o voluntad ciudadana para los que les guste el vocabulario más moderado.

Si asesinos nos han gobernado a lo largo de la historia, la violencia y los homicidios terminan siendo nuestro pan de cada día.

Como conclusión general me permito afirmar más allá de las mordazas de los medios de comunicación: la derogación de la ley de amnistía no atenta contra las ideologías ni contra las personas de izquierda o derecha, tampoco es lesiva a nuestro sistema político como algunos analistas o líderes de opinión afirman.

A los únicos que lesiona esta derogación es a los asesinos y en forma especial a los que tienen una cola larga que patear, y por su puesto a sus lacayos, a los asesores de los asistentes de los suplentes, que creyeron que un simple artilugio legal sería suficiente y que la historia nunca les pasaría su respectiva factura.

Esta es una oportunidad inigualable para que nos sacudamos de una vez por todas el karma que hemos arrastrado por décadas, ese cáncer que carcome profundo a la sociedad salvadoreña.

Cortemos de tajo la raíz del mal, que es ese segmento de la clase política que tanto nos hace daño y demos paso a nuevos liderazgos, que surjan tanto en el seno de la sociedad civil, así como el relevo generacional justo y necesario de los partidos mayoritarios.


NOTA: La problemática de violencia actual que vivimos no es fácil de entender, es compleja como la sociedad misma, es confusa en medio de todas las distracciones y memes emitidos por los troles profesionales y los tergiversadores de la verdad. El papel de los comunicadores es importante en momentos especiales para informar y orientar, más aun entre tanto ruido comunicativo. Por eso me esfuerzo por ser independiente y brindar al receptor un punto diferente, donde investigamos y escribimos temas sensibles, que muchas veces para ser comprendidos no basta un simple artículo, más bien se necesita un libro y un poco de metáfora o literatura para lograrlo. 


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