Crisis de credibilidad
política y la CICIES
Apuntes cortos sin
mayor opinión pero con reflexión.
Muchos oímos hablar de la
CICIES, un organismo contralor aun no existente en el país, pero famoso por los
resultados palpables en la vecina Guatemala.
No levantara tanto polvo la Comisión
Internacional Contra la Impunidad en El Salvador (CICIES), si no existiera una
seria crisis de credibilidad de la cosa pública.
Se escucharon voces en Washington
pidiendo su creación en este país, y consigo volaron los ecos a
diferentes públicos de la sociedad civil, en forma especial sonó viable tal
receta a las diferentes comunidades de salvadoreños en el exterior. En el
territorio nacional se escuchan opiniones encontradas unos a favor y otras
personas en contra.
Está a favor de la
conformación de la CICIES la clase civil que se decepciona cada vez más de sus
mismos dirigentes políticos: alcaldes, diputadas, ministros, ex presidentes,
concejales, juezas, magistrados.
Las redes sociales, este nuevo
medio de comunicación masivo de naturaleza multidireccional se hace sentir en
una clara balanza a favor de dicha medida.
Pero la verdad yace tácita en
el fondo de cada quien, y es que la voz popular afirma contundente que la clase
política en general es corrupta, incluso, los mismos que nos han pedido el voto
muchas veces están vinculados en forma inevitable al crimen organizado; por lo
tanto la crisis de credibilidad consiste en que los ciudadanos tenemos la sensación que no hay político alguno
que esté libre de culpa; sin solvencia ni suficiente poder como para limpiar la
casa, incapaces de librarnos de la lacra de cuello blanco.
Ante la frustración
colectiva, generalizada, de la insuficiencia de los organismos contralores la
gente busca soluciones desesperadas, agotando cada vez más opciones, una de
ellas es la CICIES que en términos jurídicos es un hibrido, es decir, un
organismos donde extranjeros intervienen en la institucionalidad nacional.
Eso nos lleva a mencionar las
voces en contra de la formación de dicha comisión, por lógica son los
personeros de los tres órganos de Estado, o bien quienes su estatus depende de la posición oficial del gobierno. En su momento y a su manera tanto el
poder ejecutivo, legislativo y judicial han mostrado su desacuerdo a la
existencia de un organismo similar al guatemalteco, porque aceptarlo sería
decirle al mundo entero que el Estado de Derecho ha fallado en El Salvador.
Lo que considero que debemos
saber los salvadoreños es que Guatemala no diseñó la CICIG para lo que en la actualidad
es, más bien, esta comisión evolucionó a lo que conocemos hoy en día.
Les explico en cortas
palabras: Esta comisión contra la impunidad nació como producto de los acuerdos
de paz a final de la guerra civil guatemalteca, siendo concebida para
juzgar a los criminales de guerra. Y en un giro de las coyunturas se
transformó, para bien, en una herramienta que la sociedad civil usó para
combatir a la corrupción en su momento.
La memoria histórica se
repite una y otra vez más, tanto en El Salvador como en Guatemala, después de
todo un criminal de guerra no es menos asesino que un corrupto, pues el último también
atenta contra los desprotegidos quitando recursos al Estado benefactor, o bien,
violando las leyes contra la libre empresa. Hoy en día el corrupto goza al
igual que el criminal de guerra de impunidad.
Dentro del dilema de la creación
de una CICIES, reflexionamos: “En río revuelto ganancia de pescadores”; ante
las sonadas voces a favor y en contra escuchamos: genuinas y justas esperanzas
de un anhelado cambio, pero también vemos “nobles” oportunistas que se
aprovechan del clamor generalizado para tomar su porción de populismo y
desfachatez, en los que me atrevería a incluir a muchos de la oposición y una serie de
personajes que creen que la gente es tonta; que no sabemos clasificar lo que nos dicen, separando la propaganda burda en el
apartado que cada quien lleva, en el que dice: “más de lo mismo”.
No es la CICIES la que nos
dará la solución contra la impunidad, esta afirmación no quiere decir que sea mala, creo
que sería bienvenida para la mayoría, todo instrumento que aporte a este
flagelo es bueno, pero al igual que la derogación de la ley de amnistía no
podrá por sí sola (la CICIES) generar ese cambio fundamental que esperamos. Más
bien necesitamos replantear el Estado mismo y la verdadera esencia de la
república.
A manera de reflexión quizá necesitamos
una Asamblea Constituyente con una fuerte intervención ciudadana para intentar
definir de nuevo los roles: El político es un servidor público, brindando equilibrio
entre el empresario y el asalariado; cada quien con sus libertades
institucionalizadas generando producción y riqueza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario