Gonzalo
Un evangelista con garrote
La persuasión es un acto sutil e inteligente, y no al contrario, una acción donde
se imponen ideas a base de insultos y matonería.
Gonzalo es un amigo de infancia con el que crecimos
jugando chibola, capirucho y trompo en el barrio. Recuerdo que a veces en lo
mejor de las güimbas empezaban a sonar las balas porque vivíamos cerca de la
universidad; solo nos resguardábamos para evitar un plomo perdido y continuábamos
con la divierta, eran épocas de la guerra civil hace un poco más de 30 años.
En la actualidad Gonzalo es un exitoso contratista e ingeniero
civil, y yo un periodista del montón que apenas nos movilizamos en moto, pero un domingo de estos sonó el timbre y
cuando salí a la calle vi con sorpresa que era Gonzalo con su hijo de 8 años
quienes con biblia en mano llegaron hasta mi casa para hablarme de dios, aun
cuando eran las 9 (de la madrugada) apresurado me puse una camisa y les abrí la
puerta, me alegré de ver a mi super amigo con su crío, y más aun, por la tarea
tan noble en la que andaba, que es, llevar el evangelio a las personas a la
puerta de su casa.
De inmediato les invité al interior de mi humilde morada y como pude llevé café, jugo y unas galletas, y nos sentamos para que él iniciara su discurso.
Pero de repente vio (Gonzalo) una imagen de la virgen María que me dejó mi
madre y como devoto a ella siempre guardo en una esquina especial de la sala. Me
preguntó en ese justo momento por qué tenía esa imagen en la pared, cuestionando
mi fe; yo todavía adormitado le expliqué en cortas palabras que la santa señora
es parte de mi identidad y de mis referentes espirituales de familia, es decir,
la trinidad de madre, padre e hijos. Gonzalo al escucharme se puso a reír en
forma burlesca y me dijo que la tal María era una mujer más, y que incluso era
comprobado (según los documentales de “Discovery”) que esta señora no fue
virgen y que parió incontables bebes fuera del matrimonio con José.
No me cayó en gracia su comentario a pesar que me lo
decía con una mueca graciosa, sin embargo, teniendo en cuenta que no me gusta
contradecir a fundamentalistas ni a fanático alguno guardé silencio, esperé
que él dijera lo que tenía que decir y que su bonito hijo tomara el jugo de
naranja con galletas de chispas de chocolate que le había servido, para luego
despedirme y excusarme por despacharlos sin mayores comentarios.
Cuando cerré la puerta reflexioné sobre la persuasión
ideológica y pensé en voz alta: -Somos el animal político y eso nos convierte
en seres sutiles para convencer a otras personas sobre el uso de la razón y la
espiritualidad humana, eso nos lleva a realizar acciones para disuadir a
quienes no piensan como nosotros; pero si tales acciones llevan dosis de
insultos y majaderías producen un efecto adverso. Por lo tanto, persuadir es
un acto político y civilizado de lo contrario al hacerlo en forma violenta, matonera o
impositiva, es nada mas el vulgar y para algunos el necesario “alimento del ego”, o bien, la materia prima del poder en su forma más déspota.
Nota:
Esta relación la hago no por los evangelistas que en forma digna y desinteresada
tocan la puerta para llevar lo que ellos consideran el más valioso de sus mensajes, que es: la palabra bíblica.
Escribo esta anécdota en especial para todos esos analistas de cantina y RSS, que siendo muy doctos, iluminados y cosmopolitas escriben en los periódicos esas famosas cartas prepotentes, o también, esos “post” golilleros intentando convencer a la
gente de su razón inmaculada a base de insultos y silogismos simples, pero en realidad están muy lejos de este oficio
del montón al que llamamos periodismo.
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