La naturaleza de las elecciones es ésta: los candidatos hablan y proponen en campaña; luego, los ciudadanos votan y disponen. Pero a partir de los caudales de cada partido o segmentos, así podemos interpretar el discurso que la gente expresa en las urnas a sus gobernantes.
Fuente: Tribunal Supremo Electoral.
Después de los resultados del domingo 3 de febrero podemos decir que Nayib Bukele es el presidente electo de El Salvador en primera vuelta; esto quiere decir que más del cincuenta por ciento de la gente que fue a votar confía en él, pero a su vez, al leer los números del abstencionismo confirmamos que más del cincuenta por ciento de la población en su totalidad no se fía de sus palabras, y de ningún otro político también.
Sería poco ético
y profesional no felicitar por su triunfo electoral al movimiento Nuevas Ideas,
junto a los partidos GANA y CD, montaron con éxito una mejor estrategia y
ganaron; dicho esto debemos preguntarnos entonces, quiénes perdieron y por qué.
30 años,
seis elecciones presidenciales, fueron suficientes para que se rompiera el
bipartidismos FMLN-ARENA, confirmando así que hemos entrado a otra etapa en
nuestra historia como país.
Más que la
izquierda o derecha, las grandes perdedoras son las señoras “cúpulas”, y más
aun, la doña comandancia del FMLN, perdió más de 1 millón 100 mil votos
desde la última elección presidencial. Por otro lado, doña COENA perdió también, lo único que con menos
margen, haciéndolo por 600 mil votos menos de los que obtuvieron 5 años atrás, respectivamente.
Es decir, si
no entienden estos dos partidos cascarrabias que sus planteamientos y prácticas
están caducas es porque les faltan tres dedos de frente. Lo que tenemos a
partir de este 4 de febrero es que hay una nueva clase política que accede con
otros planteamientos de los que estábamos acostumbrados a oír.
Sin embargo,
no todo es bueno al hacer una interpretación más exhaustiva. El ausentismo creció, en otras palabras, llegamos a la penosa marca del 55 % de la
población total que no va a las urnas, teniendo esto a su vez su particular
significación. Después de todo, así como decía mi profesora de semiótica, “El
silencio también es un discurso”.
En buen término
democrático, la mayoría del universo total de los salvadoreños le dice al presidente electo
Nayib Bukele, y demás clase política: “No confiamos en ninguno de
ustedes, sólo lo hacemos en sí mismos y en nuestro trabajo”.
Sin duda este
es un reto muy importante que debe tomarse en serio el joven Nayib. En la
medida que los que no creen
comiencen a confiar en él, en esa medida podrá gobernar o no. Pues tendrá dos
partidos opositores que no le auguran buenas relaciones legislativas para sus
primeros dos años, por lo tanto, sólo la confianza que le pueda brindar la opinión
pública, nacional e internacional, lo podrá salvar de un futuro incierto.
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