27/8/19

Por mi gordísima culpa

Por mi gordísima culpa

La semana pasada estuve toda una mañana tomando café y platicando con una súper personaje sanmigueleña, Lorena Reyes, escritora y mercadóloga quien recién ha lanzado su obra “Por mi Gordísima Culpa”.

Un libro de bolsillo simpatiquísimo donde nuestra amiga luchadora narra las vicisitudes de vivir con sobrepeso, junto con todos los prejuicios sociales que soportan, en especial, las mujeres como ella lo denomina: “gorditas”.

Me cuenta que es una lucha en doble vía, por un lado la salud física, porque me confesó haber llegado a experimentar problemas y secuelas médicas por la obesidad, y en paralelo la otra parte de la pelea que es contra la sociedad misma.

Un ambiente donde las mujeres valen por su cuerpo delgado y curvilíneas sexis es un obstáculo latente por el absurdo estereotipo de “la mujer ideal”, problemática que por supuesto la autora describe muy bien. Durante más occidental es la cultura el calificativo “gorda” implica un peyorativo gradual que raya hasta la ofensa.

Les soy sincero, pensé por todo lo que me contaba Lorena que este libro sería del género de superación con feminismo incorporado. Más aún, porque ella es invitada de forma frecuente a diversos grupos de apoyo entre mujeres.

Mi sorpresa fue cuando inicié la lectura ya en la mesura de mi estudio, me fui dando cuenta que a cada página que leía de este libro, que además de ser pequeño y rosado del género de superación, lo cual lo logra desde el principio, animando al lector a echarle ganas a la vida.  Y sí, “Por Mi Gordísima Culpa” es eso y más, porque a través de las líneas que escribe Lorena hay magia, folclor, colores tropicales, realidades, costumbres, y todo eso salpicado con sabores y olores; en otras palabras, la lectura está fabulosa.

Ya leí las primeras cien páginas de trescientas que tiene el libro y me lo he gozado, riéndome pero a la vez en constantes pasajes reflexivos, sobre la mujer salvadoreña, sobre la alegría y la lucha, la juventud, la gloria y los desencantos de la vida, caer y levantarse todas las veces que sean necesarias.


En fin, ya quiero que sea mañana y poder tomarme otra hora para leer otro buen trecho de este sorprendente libro que describe y explora nuestra cultura, yendo de la mano de los ánimos emprendedores de la autora, mientras tanto les comparto esta breve impresión del trabajo de Lorena Reyes.




25/8/19

Suicidio adolescente

Suicidio adolescente

La semana pasada mi hijo de quince años me contó consternado que un compañerito suyo había muerto. Al continuar hablando con él e indagando con otros padres me doy cuenta que fue un suicidio.

Nadie está exento de este fenómeno extremo provocado por la depresión, condición que cada vez es más patológica en las sociedades modernas; sin embargo, considero que la juventud aunada a las situaciones peculiares de nuestra sociedad los coloca en una posición vulnerable ante los suicidios.

La adolescencia es la etapa de la vida que los psicólogos del desarrollo llaman “la edad de la introspección”, es decir, durante estos años las personas son reflexivas, observando e interpretando el mundo que los rodea, y muchas veces sin la debida orientación.

A esta edad los problemas familiares o de la comunidad tienden a afectarles más, de igual forma las condiciones sociales y políticas la juventud la asimila de forma directa (sin los filtros que los adultos solemos aplicar), entre estos: los niveles de inseguridad, la problemática medioambiental y energética, la crisis económica, el deterioro institucional y de los valores ético-morales, son unos de los tantos factores.

En apariencia creemos que la adolescencia es indiferente ante estas situaciones, pero no es así. Consultando con un amigo quien es psiquiatra me explicaba que todas estas condiciones alteran en formas insospechadas los patrones conductuales de nuestros hijos, en algunos casos los muchachos se declaran en franca rebeldía, pero en otros la depresión marca el carácter del individuo.


La apatía, el retraimiento, la insurrección, las adicciones, el bajo rendimiento académico, son entre tantos el reflejo que presentan los hijos ante las descomposiciones sociales y familiares.

En un entorno social hostil que en la mayoría de veces escapa de nuestro control debemos los padres tener una especial atención a sus expectativas, pero si no tenemos cuidado y no comprendemos esa etapa de “la introspección” podríamos colocar a nuestros jóvenes en una posición delicada y peligrosa, al no prestar atención a su problemática social, familiar, escolar y la de ellos mismos también.

No atenderles sus problemas propios de adolescentes es el peor error que pudiéramos cometer, me explicaba mi amigo doctor en psiquiatría, que la comunicación es la mejor medicina preventiva para su salud mental, hacerles sentir que no están solos es un buen paso, que siempre pueden contar con el apoyo de su madre y padre; y ojo, es importante explicarles que el mundo sí les necesita, por lo que es imprescindible que se incorporen en un futuro cercano con todas sus energías e inteligencia a la conducción de esta casi náufraga nave colectiva a la que llamamos “planeta”.


21/8/19

Las nuevas letras salvadoreñas

Las nuevas letras salvadoreñas

Me dio suma tristeza escuchar una entrevista donde le preguntan a uno de esos “literatos consagrados” su pensar de las letras salvadoreñas, él, a su buen sentido novelesco y trasnochado se expresó con desdén sobre la literatura nacional, sin mencionar a los nuevos valores. Lo más triste de mi comentario es que ese fulano estuvo al frente por varios años de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI) del país.

Por otro lado, hoy en día trabajo como consultor de prensa para una de las más importantes editoriales salvadoreñas (Clásicos Roxsil), soy testigo de primera mano del difícil y árido mercado de los libros. Este es un país donde muchas personas por lo general prefieren gastar su dinero de diversas formas pero menos en comprar un libro.

La mayoría de veces el libro es “un gasto” obligatorio cuando es parte de la lista de textos escolares o universitarios. Para el salvadoreño común y corriente regalar un libro es sinónimo de cursilería. La lectura es poco promovida y presentar un nuevo libro termina siendo un acto íntimo (y lo digo con propiedad y experiencia).

Sin embargo, a pesar de todo eso y por razones del destino en El Salvador las letras florecen, surgiendo cada vez más autores noveles. Puedo dar fe de una nueva generación de buenos y pujantes literatos, tanto en poesía como narrativa.

¿Por qué? Bueno, la razón es sencilla: Nuestra realidad puede ser descrita de muchas formas, pero jamás se podría decir que es aburrida, es más bien dramática, surrealista, mágica, manieristas donde las lágrimas y la comedia se combinan. El día a día es trágico y terrorífico, pintoresco y mitológico, violento o sublime, hay de donde escoger temas y personajes por montones.

En otras palabras el país es un hervidero de insumos para quienes quieran narrar historias insólitas, acá en este paisito Víctor Hugo hubiese hecho de “Los Miserables” no solo una novela, sino, una serie de veinte tomos.

En un ambiente donde se conjugan tantos elementos como: narcotráfico, corrupción, alta tasa criminal, migración forzada, raptos infantiles, trata de mujeres, torturas, guerra, pandillas, tráfico de influencias, injusticias sociales de todo orden, usura, robo de tierras, lluvia tropical, playas hermosas, fauna y flora exótica. Imagínense pues…

Bien decía una amiga profesora que recién publicó “Crónicas Policiales” (Carmen González Huguet) “…en El Salvador no hay necesidad de inventar casos que narrar, acá la realidad supera la ficción, …mis libros muestran una serie de escenas que no tienen precedentes a nivel mundial”.


Por desgracia a los nuevos literatos así como a otros artistas nacionales se les ve mal y se les desprecia, no solo por la opinión de la gente en general, peor aún, por quienes tienen en sus manos el fomento cultural. Se tiene la creencia de quien escribe es porque es un desocupado y además lo hace mal.

La misma ley de cultura aprobada hace pocos años conceptualiza el apoyo a las artes a través de un concurso nacional donde se premia solo los mejores productos por medio de una selección. Pero todos sabemos que estos certámenes están truqueados, ya que cada autoridad en turno escoge a sus compadres, como todo en este país.

Las bibliotecas no compran libros a autores nacionales, y son pocas las instituciones educativas y profesores que se interesan en incentivar entre sus alumnos la lectura de escritores salvadoreños.

No digamos que existiesen editoriales que visualizaran las letras nacionales como producto de exportación, ¿Y por qué no? Díganme ustedes en qué país hay un asesino que descuartiza a sus víctimas por pedazos, que eran activistas ambientalistas y de paso (este sicario psicópata) es hijo de un político famoso ex candidato presidencial, por lo cual la mal llamada “justicia” le aplicó once años de cárcel, los cuales no cumplió porque desde hace cuatro años la mismas fiscalía apeló por su libertad. Sin duda narrar esa y otras historias serían “best seller”.

O bien, el diputado que borracho le disparó a una policía y aun legisla, así les podría contar casos tras casos, donde las miniseries hollywoodenses se quedan cortas de argumentos, “La Ley y el Orden” parecerían cuentos infantiles y las novelas de Stephen King serían puras ñoñadas.

En este lado del mundo se escuchan historias tan humanas e inusuales que al contarlas al detalle podrían tener mercado mundial, con la alternativa de ser traducidas a todos los idiomas por la industria literaria.

Pero por desgracia los que deberían apoyar no solo al literato, sino, a los artistas en general se dan a la tarea de cuidar y arriar a las “vacas sagradas”, esos bovinos arrogantes que caminan con la vista encumbrada, sin sopesar en el camino certero; al final y como siempre, resultan ambos (arriero y bestia) descalabrándose por los despeñaderos.



18/8/19

Punto de Fuga

Punto de Fuga
Una prosa bien versada

Llegó a mis manos un escrito fantástico de palabras dulces y musicales. Una historia que se lee fugaz en esa relación mágica del día a día, de la cotidianidad simple del ser sublime.

El “Punto de Fuga” de Alicia Digón (mi amiga argentina) nos lleva entre parpadeos a realidades paralelas, unas amables y cosmopolitas, pero otras irreverentes y exóticas, trastocadas quizá por una pluma diletante.

El uso de la simbología por medio de los personajes, objetos y tiempos, sus determinaciones y calificaciones, en su conjunto le da al libro una fuerza contundente a través del argumento, haciendo de la metáfora un bocado exquisito hecho lectura.

Les comparto este retazo de tan excelso uso de la palabra:

La vida es sueño
No se regresa del sueño de la noche ni de los pájaros.
No. Ni siquiera de una tarde de sol imaginando el mar entre los huecos que hace la música con el aire de la casuarina de enfrente. No se regresa no ni de los sollozos ni de las notas de un piano ni de los acordes adheridos al presentimiento. Tampoco de las lluvias ni del desamor. No del abrupto despertar de medianoche. Habla la Brasuca de ángeles desnudos que vienen a morder el alma en la sombra de otra sombra. Un cuerpo sueño de otro sueño en la vigilia este manantial de víboras rondando huyendo siempre a la misma hora agazapadas ahí no las encuentro pero en mí reptan y beben. No se van nunca.
Ni siquiera en esta vigilia expectante del día digo lo que digo lloro lo que lloro sueño que soy un sueño que vivo y muero que muero en cada pulsación de esos espejos.


A lo largo de la narración, o mejor dicho, a cada página encuentro puntos de fuga hacia espacios del imaginario, en el plano etéreo y al mismo tiempo en la realidad que vivimos, en la exploración íntima de los claros, pero a la vez, oscuros pasajes de la existencia misma.

El libro de Alicia Digón nos hace comprender que el vertiginoso suspiro de la felicidad irredenta va acompañado de la angustia, del amor, de la pasión y de la embriaguez tenue de un tinto afrutado.

En fin, no me queda más que felicitarte mi estimada amiga, esperando pronto poder leer más de ti, bajo la sombra de la sombra, meciéndome suave en mi hamaca al compas del viento tropical, leyendo sobre tus pasajes indiscretos, riéndome de las letanías entretenidas de otro Archiduque, de la Brasuca, o bien, de la Señora del Agujero.