Me dio suma
tristeza escuchar una entrevista donde le preguntan a uno de esos “literatos consagrados”
su pensar de las letras salvadoreñas, él, a su buen sentido novelesco y
trasnochado se expresó con desdén sobre la literatura nacional, sin mencionar a
los nuevos valores. Lo más triste de mi comentario es que ese fulano estuvo al
frente por varios años de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI) del
país.
Por otro
lado, hoy en día trabajo como consultor de prensa para una de las más
importantes editoriales salvadoreñas (Clásicos Roxsil), soy testigo de primera
mano del difícil y árido mercado de los libros. Este es un país donde muchas
personas por lo general prefieren gastar su dinero de diversas formas pero menos
en comprar un libro.
La mayoría
de veces el libro es “un gasto” obligatorio cuando es parte de la lista de textos
escolares o universitarios. Para el salvadoreño común y corriente regalar un
libro es sinónimo de cursilería. La lectura es poco promovida y presentar un
nuevo libro termina siendo un acto íntimo (y lo digo con propiedad y
experiencia).
Sin embargo,
a pesar de todo eso y por razones del destino en El Salvador las letras
florecen, surgiendo cada vez más autores noveles. Puedo dar fe de una nueva
generación de buenos y pujantes literatos, tanto en poesía como narrativa.
¿Por qué?
Bueno, la razón es sencilla: Nuestra realidad puede ser descrita de muchas
formas, pero jamás se podría decir que es aburrida, es más bien dramática,
surrealista, mágica, manieristas donde las lágrimas y la comedia se combinan.
El día a día es trágico y terrorífico, pintoresco y mitológico, violento o
sublime, hay de donde escoger temas y personajes por montones.
En otras
palabras el país es un hervidero de insumos para quienes quieran narrar
historias insólitas, acá en este paisito Víctor Hugo hubiese hecho de “Los
Miserables” no solo una novela, sino, una serie de veinte tomos.
En un
ambiente donde se conjugan tantos elementos como: narcotráfico, corrupción, alta
tasa criminal, migración forzada, raptos infantiles, trata de mujeres, torturas,
guerra, pandillas, tráfico de influencias, injusticias sociales de todo orden,
usura, robo de tierras, lluvia tropical, playas hermosas, fauna y flora exótica.
Imagínense pues…
Bien decía
una amiga profesora que recién publicó “Crónicas Policiales” (Carmen González
Huguet) “…en El Salvador no hay necesidad de inventar casos que narrar, acá la
realidad supera la ficción, …mis libros muestran una serie de escenas que no
tienen precedentes a nivel mundial”.
Por
desgracia a los nuevos literatos así como a otros artistas nacionales se les ve
mal y se les desprecia, no solo por la opinión de la gente en general, peor
aún, por quienes tienen en sus manos el fomento cultural. Se tiene la creencia
de quien escribe es porque es un desocupado y además lo hace mal.
La misma ley
de cultura aprobada hace pocos
años conceptualiza el apoyo a las artes a través de un concurso nacional
donde se premia solo los mejores productos por medio de una selección. Pero
todos sabemos que estos certámenes están truqueados, ya que cada autoridad en
turno escoge a sus compadres, como todo en este país.
Las
bibliotecas no compran libros a autores nacionales, y son pocas las
instituciones educativas y profesores que se interesan en incentivar entre sus
alumnos la lectura de escritores salvadoreños.
No digamos
que existiesen editoriales que visualizaran las letras nacionales como producto
de exportación, ¿Y por qué no? Díganme ustedes en qué país hay un asesino que
descuartiza a sus víctimas por pedazos, que eran activistas ambientalistas y de
paso (este sicario psicópata) es hijo de un político famoso ex candidato
presidencial, por lo cual la mal llamada “justicia” le aplicó once años de
cárcel, los cuales no cumplió porque desde hace cuatro años la mismas fiscalía apeló
por su libertad. Sin duda narrar esa y otras historias serían “best seller”.
O bien, el
diputado que borracho le disparó a una policía y aun legisla, así les podría
contar casos tras casos, donde las miniseries hollywoodenses se quedan cortas
de argumentos, “La Ley y el Orden” parecerían cuentos infantiles y las novelas
de Stephen King serían puras ñoñadas.
En este lado
del mundo se escuchan historias tan humanas e inusuales que al contarlas al
detalle podrían tener mercado mundial, con la alternativa de ser traducidas a
todos los idiomas por la industria literaria.
Pero por
desgracia los que deberían apoyar no solo al literato, sino, a los artistas en
general se dan a la tarea de cuidar y arriar a las “vacas sagradas”, esos bovinos
arrogantes que caminan con la vista encumbrada, sin sopesar en el camino
certero; al final y como siempre, resultan ambos (arriero y bestia) descalabrándose
por los despeñaderos.
EL LIBRO:
SEGUNDA ENTREGA: EL LIBRO EN AMÉRICA Y EL SALVADOR
TERCERA ENTREGA: EL LIBRO Y LA REVOLUCIÓN
CUARTA ENTREGA: EL LIBRO, LA GENERACIÓN COMPROMETIDA Y LOS LIBREROS
CUARTA ENTREGA: EL LIBRO, LA GENERACIÓN COMPROMETIDA Y LOS LIBREROS
QUINTA ENTREGA: EL LIBRO Y LAS EDITORIALES SALVADOREÑAS
OTROS ARTÍCULOS:
No hay comentarios:
Publicar un comentario