Quinta entrega: El
libro y las editoriales salvadoreñas
En esta
serie de artículos que hemos publicado sobre “el libro”, nos damos cuenta que
el proceso cultural del país va de la mano del libro, sus autores, las
editoriales y las personas quienes los comercializan, llámense estos últimos
“libreros”.
¿De qué
sirve tener buenos escritores si no hay editoriales que puedan publicar las
obras nacionales? Tenemos curriculas educativas que no toman en cuenta la
opinión de las editoriales, hay a su vez gestores culturales que no terminan de
entender la necesidad de apoyar al sector nacional de la venta de libros.
Hasta hoy en
día no es prioridad ni estratégico para el país la promoción de la lectura y el
fortalecimiento de las editoriales. La llamada “industria del libro” está muy
lejos de existir en este árido ambiente donde la clase política no asimila que
la ruta para salir de la compleja problemática económico social que vivimos pasa por desarrollar la
intelectualidad de la ciudadanía en general, y es ahí donde el libro juega un
rol determinante en todo este entramado.
En 1953 se
fundó la primera editorial que fue la que hoy conocemos como DPI (Dirección de
Publicaciones e Impresos), luego en 1958 se creó en la Universidad de El
Salvador la Editorial Universitaria; no obstante de que ambas editoriales publicaron libros de importancia intelectual, eran esfuerzos que respondían a ideologías determinadas.
Fue hasta
finales de la década de los 60 que surgen las librerías y editoriales independientes:
Ercilla y Clásicos Roxsil. La primera desapareció y la segunda aun existe 50
años después gracias a la persistencia generacional de la familia López Serrano.
En los
convulsos años 70 surgen: la editorial de la Universidad Centroamericana, UCA (universidad
de corte jesuita) y Canoa Editores, siendo esta un esfuerzo de José Roberto Cea,
poeta y escritor perteneciente a la llamada “generación comprometida”.
Durante todo
el periodo de las dictaduras militares ser escritor o librero no dejaba de
tener un alto nivel de riesgo. Me cuenta José López fundador de Librería y
Editorial Clásicos Roxsil que durante las décadas de los 70 y 80 la introducción
o promoción literaria era sumamente compleja, fueron muchas veces que en las
aduanas confiscaban grandes cantidades de libros por el simple hecho que habían
títulos que llevaban palabras como: paz, libertad o democracia.
En un país
donde la burocracia y las esferas culturales educativas eran dominadas por
militares se hacía difícil, por ejemplo, la importación y comercialización de
títulos como “La Guerra y la Paz” del ruso León Tolstoï, después de todo la casta militar no se caracterizó por ser académica
ni culta.
Al final se firmaron
los acuerdos de paz y las dictaduras militares pasaron a la historia, siguiendo
la década de los 90 donde hubo un renacer de las letras, y por supuesto un surgimiento
de nuevas editoriales gracias a la libertad de expresión e impresión; sin embargo,
los hábitos de lectura y los patrones culturales de la gente estaban marcados por
una sociedad de conflicto y polarización, condición que no cambió de la noche a
la mañana.
Treinta años
después y a las puertas de la tercera década del siglo XXI la producción y
comercialización de libros se enfrenta a grandes retos como el uso e
incorporación de las nuevas tecnologías, sumamos también los pocos hábitos de lectura de la gente,
pero sobre todo en palabras de Roxana López (directora editorial de Clásicos
Roxsil) “la cuesta más empinada que tiene el sector sigue siendo, …el total
divorcio entre las instituciones educativas culturales del Estado con las
editoriales salvadoreñas”.
SEGUNDA ENTREGA: EL LIBRO EN AMÉRICA Y EL SALVADOR
TERCERA ENTREGA: EL LIBRO Y LA REVOLUCIÓNCUARTA ENTREGA: EL LIBRO, LA GENERACIÓN COMPROMETIDA Y LOS LIBREROS
Muy cierto , en El Salvador hemos estado regentados por gente ignorante y mala.A la falta de libros y promoción de escritores va acompañada la estrechez de pensamoento. Curiosamente los poetas y escritores no compiten con otros escritores,sino con la iglesia,políticos y otros que generan concenso ideológico. Ser escritor es ser un poco dueño de verdades .
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