13/7/18

El culto a la razón

El culto a la razón

Qué tema más complejo. El concepto fue introducido en la revolución francesa, en específico por Maximilien Robespierre; quien es, para unos, el primer líder revolucionario socialista y, para otros, el príncipe de los dictadores de izquierda.

La revolución francesa fue el punto de quiebre entre la monarquía y la república, entre el poder concedido por Dios a la nobleza y el poder del pueblo en el voto universal, es decir, este fue el acontecimiento que marcó un antes y un después de los Estados republicanos que conocemos hoy en día.

El primer parlamento de la era moderna fue el francés, ahí fue donde nacieron los apelativos políticos: izquierda y derecha. De ahí en adelante surgieron corrientes ideológicas como el socialismo utópico, versado por los intelectuales de esas coyunturas.

Marx tomó como premisa a estos pensadores (entre otros) para formular sus teorías de la lucha de clases, el manifiesto comunista y la dialéctica.

Fue hasta ese momento que se cuestionó el qué hacer de la institución de dios sobre las sociedades, desde entonces con el pasar de los años las iglesias tanto católica como protestante perdieron su poder político sobre la gente, es decir, los Estados se hicieron laicos y las iglesias de ahí en adelante no tendrían formalmente sus manos en la cosa pública. Iniciando, entre apartados y postulados, el culto de la razón, llevando como error original, el ser supremo (el líder inmaculado-el salvador).

De la mismísima revolución francesa junto con el desarrollo de la imprenta surge el fenómeno mediático del “cuarto poder”, en la pluma de Jean Paul Marat padre del periodismo contestatario; era la prensa glorificando en su máxima expresión a Robespierre, el líder, el presidente revolucionario del parlamento francés a finales del siglo XVIII (La Convención Nacional).

Marat en sus publicaciones rebeldes provocó la decapitación de un sin número de franceses conservadores, y otros pro monárquicos, pero también revolucionarios, por la mera sospecha de ser o no ser.

Por su parte Robespierre fue más allá e instaló el régimen de “el terror” a favor de “la virtud cívica”, guillotinando en la peor de las paradojas el libre pensamiento, la virtud que defendía a capa y espada, la república revolucionaria, la igualdad, la fraternidad entre las personas, entre jacobinos o girondinos.

Hubo entonces un momento decisivo en la historia de Francia y el mundo, y fue cuando Robespierre se quiso divinizar en una especie de altar en forma de montaña de papel mache. Se puso una toga blanca y celebró la revolución personificándose como mesías, el ser supremo, el líder incorruptible, incuestionable.


A los pocos días, en las vueltas macabras del destino, él mismo fue decapitado por sus excesos de uso de poder.

Eso fue en 1794, desde entonces: ¿Cuántos Robespierre hemos visto? ¿Cuántos líderes han defendido la revolución y a quiénes no debemos juzgar? Stalin, Mao, Kin Jong-Un, Pol Pot, Castro, Maduro, Ortega. ¿A cuánta gente ejecutaron sin juicio tal fuesen monarcas?

Y la más dura de las interrogantes para quienes leemos la historia con las venas abiertas, a todos los que creemos que cada patriarca tiene su inclemente otoño. ¿Qué diferencia hay entre ellos y Pinochet, Batista, Maximiliano Martínez, Videla, Somoza, Franco?

¿Cuántos Marat se presentan en nuestras televisoras, rotativos y redes sociales, con un parche en el ojo, como tuertos, viendo sólo un lado de la realidad y de las ideas?

Matar y privar de libertad para silenciar al enemigo opositor es justificable en pro de la razón y el ser supremo; sin embargo, después de todo torturar y llevar a las mazmorras, y luego, condenar a la hoguera al hereje era lo que hacía en su momento la santa inquisición, bajo el dogma más irracional de la fe. Entonces díganme mis conversas ¿Cuál es el culto a la razón?

Continua

No hay comentarios:

Publicar un comentario