21/5/20

La maldición de los cazadores del unicornio

¿Quién soy para juzgar si una prosa o un cuento puede ser periodismo o no? Yo solamente les comparto esta corta historia sin decoro y sin ánimo de figurar en ningún juego floral.

La maldición de los cazadores del unicornio
Apuntes de cuarentena; parte 4.

No eran gemelos pero eran casi idénticos, y no solo eso, eran tal para cual, era así, como si Caín no hubiese matado a Abel y anduvieran los dos hermanos haciendo torerías de arriba abajo; jalándole la falda a las bichas, robándole las papayas al vecino, disparando tacos de hule a los autobuses llenos de gente, hurtando pisteras a las despistadas viejitas canasteras.

Es más… de buena fuente se sabe que esta pareja de Abel y Caín no eran ni tan solo hermanos.

Eso sí, desde chiquitos chimuelos jugaban chibola, haciéndose mutuas trampas, a veces uno ganaba y el otro perdía o viceversa, y así fueron creciendo en medio de la guerra, en medio de ambos bandos; los buenos y los malos.

Sin embargo, eso a ellos no les importaba, porque militaban en ambos lados, a veces entre el uno y el otro, haciéndose pasar por buenos siendo malos y en ocasiones siendo malos encubiertos de buenos.

Hubo una vez que les tocó entre sus encomiendas cazar al unicornio azul, un corcel alado y hermoso, con un cuerno largo de color celeste vidrioso.


De lejos se notaba que ese era un ser mágico, inteligente, astuto y volador. Teniendo en cuenta eso la pareja de malandros idearon un plan para engañar al unicornio, le ofrecieron una flor de loto verde claro confundiéndolo en raras sensaciones de esperanzas infinitas, despidiendo aquella flor el aroma de la curiosidad, fue así que el unicornio se acercó porque después de todo él era de espíritu buenesito, cayendo de esa manera en una estratagema bien montada.

Lo hicieron llegar despacito con paciencia, paso tras paso. El desdichado caballo mago iba olfateando y viendo apantallado la flor de loto, verde y enigmática, adentrándose así a una cuenca estrecha, entre laderas cortas, en medio de árboles frondosos llenos de musgos y líquenes, en una escena de ensueño tal como le gustaba estar al unicornio

Pero poco a poco la palazón se fue tupiendo cada vez más, entonces de presto cuando el camino era estrecho y las ramas le cubrían el andar, detrás de un gran amate le salió de un costado sorpresivo el Caín, quien era el más ajambado de los dos, colocándole en la sien del unicornio el cañón de una escuadra cuarenta y cinco bien aceitada y plateada lista para disparar.

Cuando el unicornio quiso retachar Abel lo esperaba atrás topándolo de las grupas, dándose cuenta entonces que estaba acorralado, y sin esperar más, el vulgar de Caín percutió el fierro cegando la vida de aquel maravilloso flete, tumbándose el unicornio y despidiendo sus ojos al infinito mientras caía, recogiendo por reflejo macabro sus alas de bello plumaje.

Desde entonces, para toda la eternidad malditos quedaron esos dos hijos de puta. Fueron tan sinvergüenzas y de mala entraña que dejaron allí tirado en podredumbre el cadáver del corcel tal le sucedió a Lorca.

No les bastó con asesinarlo a sangre fría, sino que, cercenaron después sus dos alas y cuerno, yéndose los descarados con sus trofeos.

Pasaron los años y aunque en apariencia Caín y Abel tienen éxito en la vida, tácitos siempre son marcados por ser los sicarios del unicornio, la gente les saluda y les da la mano, e incluso hasta empleo consiguen simulando ser decentes, ya que son sin duda lo mejor de lo malo, pero a la vez las personas atrás de sus ojos saben la clase de parias que tienen enfrente.

En la actualidad Abel y Caín se separaron, uno se hizo consejero de reyes y condes, algo así como una versión moderna de Rasputín; mientras que el otro, Abel, anduvo por ahí salvando gente queriendo limpiar un poco su mal aura de tamagás, pero de nada le sirvió porque ahora anda suelto de nuevo viendo a quien tima en solitario.

La maldición de estos dos pusilánimes estriba en que al morir ellos deben ser secretas sus tumbas, porque de lo contrario una vez se sepa donde estén, la gente querrá ir a cagar y a dedicarles en epitafios sendos y asquerosos obrajes, acompañados de gases venidos del interior de las entrañas, justo allí, en sus osamentas.

Entonces siendo mas malo que bueno... este cuento se ha acabado.




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