El
pequeño Baba
Era de cuna noble
y siempre fue bien querido a pesar de que nació negrito en un reino racista, el
escudo de armas de su clan era una pepa de marañón rodeada de flores con espinas.
Su padre era
un notable letrado muy loado por su sapiencia erudita, más aún, porque
perteneció a la memorada generación de oro, cuando los granos del oscuro líquido
vital del trabajo fueron bien cotizados en las plazas y mercados de todos lados;
ya que a través de los tiempos la familia de Baba tenían sendos lares de esos
cultivos milagrosos.
Desde que
nació el pequeño Baba tuvo una aureola enigmática, su padre y madre lo vislumbraron
y por eso decidieron que estudiase en la más prestigiosa escuela escolástica para
que fuese instruido para destinos magnos; sin embargo, al pequeño Baba no le
interesaban cosas de megalómanos, más bien, a él le gustaban los asuntos del
espíritu, del alma y las cosas del esoterismo.
De joven en
su lozanía patricia usaba una túnica, una cotona larga tipo bata color naranja,
pues se auto denominaba seguidor de los alquimistas cantores del sanscrito,
quería aprender el truco de frotar sus manos para producir de la nada cenizas
mágicas, de las que curaran los males y dieran sabiduría a quien se las ungían.
Quería aprender a hacerse invisible y tele transportarse a sitios remotos donde
nadie lo pudiese encontrar para huir de su destino familiar.
Pero a pesar
de su fe ciega y entrega a esa quintaesencia fue arrinconado por su padre y
madre a ser una persona normal, o más bien, notable tal como era su estirpe. Por
eso le dieron a su cargo una de las tantas finconas de la familia para que
administrara la producción de bestias bobinas, pero por estar una noche de esas
haciendo sahumerios mágicos se descuidó de las vacas y los toros, perdiendo cincuenta
y cuatro cabezas de ganado por no estar atento a la medida de la medicina de
los parásitos.
Desde
entonces ante tal bochorno aprendió su lección y fue diligente con los
quehaceres familiares, pues no quería causar más perdidas al patrimonio del clan.
Al
ver su padre que el pequeño Baba asentaba cabeza lo introdujo poco a poco al
manejo de los hilos de los titiriteros, oficio que requiere sigilo y astucia
macabra, para lo que fue en última instancia educado en las escuelas maestras
de las lejanías.
Sus aires de
negrito sabio y palabra liviana daban una impresión de ser un hombre
buenecito y llevadero, y además por ser sigiloso y poco hablantín generaba una confianza
de agudeza titiritera, por eso de paso en paso aligerado fue designado rey a
través de los concilios arreglados.
Siendo un
rey títere se preocupó por hacer buenas veredas y sendas bien adoquinadas para
las carretas de los señores condales, para que acarreasen facilito sus
cosechas, y además se dio la tarea de cambiar los doblones locales por los
universales, pero sobre todo se encargó de mantener a raya a las bestias del
establo rojo de la fincona de La Jacobina que tanto tropel hacían por el
reino.
Al final
como a todo rey su tiempo caducó dando paso en otro concilio al rey bizco.
Pasaron los años y se hizo un viejo prematuro, pues eso de ser monarca siempre
pasa una factura, que es por lo general canas anticipadas acompañadas de
reflujos y agruras.
Creyéndose a
salvo en su temprano retiro el pequeño Baba suspiraba hondo añorando su
juventud hidalga, mas sin embargo los coletazos del destino le sorprendieron
cuando los esbirros del nuevo rey Garbito tocaron su puerta y antes de que
pudiera huir le tenían apresado por ladrón y marufiero.
Garbito le
señalaba como asesino de su hijo y el pequeño Baba le explicaba que nada tenía
que ver en eso, no obstante le condenó a una mazmorra, por ser desfalcador y
desfalcado al mismo tiempo, por ser sabio y tonto, por ser blanco y negro.
Entonces
ante la encrucijada de los caminos, de los que van al sur y al oriente, al
norte y al este… decidió el pequeño Baba afinar su sapiencia y recordar las
palabras magas de los alquimistas de los cantos sanscritos, y bajo tremenda presión
y como último recurso por fin le funcionaron las cantilenas, logrando
desaparecer en la transmutación del engaño mas ruin y cobarde, haciéndose invisible
y dejando más preguntas que respuestas. Siendo este así, el cuento sin fin.
parte 4. La maldición de los cazadores del unicornio.
parte 5. Los López zopilotes.
parte 7. Garbito.
parte 8. Balduino el descuartizador.
parte 9. El burro del barrio de allá abajo.
parte10. La balada del Tío Payo.
parte 11. El viejo del sombrerón.
parte 12. La voz anónima de El Calvario.
parte 13. Diego de Landa.
parte 14. Acerino.
parte 15. El Condestable.
parte 16. El Rasputín bananero
parte 5. Los López zopilotes.
parte 7. Garbito.
parte 8. Balduino el descuartizador.
parte 9. El burro del barrio de allá abajo.
parte10. La balada del Tío Payo.
parte 11. El viejo del sombrerón.
parte 12. La voz anónima de El Calvario.
parte 13. Diego de Landa.
parte 14. Acerino.
parte 15. El Condestable.
parte 16. El Rasputín bananero
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