21/8/19

Las nuevas letras salvadoreñas

Las nuevas letras salvadoreñas

Me dio suma tristeza escuchar una entrevista donde le preguntan a uno de esos “literatos consagrados” su pensar de las letras salvadoreñas, él, a su buen sentido novelesco y trasnochado se expresó con desdén sobre la literatura nacional, sin mencionar a los nuevos valores. Lo más triste de mi comentario es que ese fulano estuvo al frente por varios años de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI) del país.

Por otro lado, hoy en día trabajo como consultor de prensa para una de las más importantes editoriales salvadoreñas (Clásicos Roxsil), soy testigo de primera mano del difícil y árido mercado de los libros. Este es un país donde muchas personas por lo general prefieren gastar su dinero de diversas formas pero menos en comprar un libro.

La mayoría de veces el libro es “un gasto” obligatorio cuando es parte de la lista de textos escolares o universitarios. Para el salvadoreño común y corriente regalar un libro es sinónimo de cursilería. La lectura es poco promovida y presentar un nuevo libro termina siendo un acto íntimo (y lo digo con propiedad y experiencia).

Sin embargo, a pesar de todo eso y por razones del destino en El Salvador las letras florecen, surgiendo cada vez más autores noveles. Puedo dar fe de una nueva generación de buenos y pujantes literatos, tanto en poesía como narrativa.

¿Por qué? Bueno, la razón es sencilla: Nuestra realidad puede ser descrita de muchas formas, pero jamás se podría decir que es aburrida, es más bien dramática, surrealista, mágica, manieristas donde las lágrimas y la comedia se combinan. El día a día es trágico y terrorífico, pintoresco y mitológico, violento o sublime, hay de donde escoger temas y personajes por montones.

En otras palabras el país es un hervidero de insumos para quienes quieran narrar historias insólitas, acá en este paisito Víctor Hugo hubiese hecho de “Los Miserables” no solo una novela, sino, una serie de veinte tomos.

En un ambiente donde se conjugan tantos elementos como: narcotráfico, corrupción, alta tasa criminal, migración forzada, raptos infantiles, trata de mujeres, torturas, guerra, pandillas, tráfico de influencias, injusticias sociales de todo orden, usura, robo de tierras, lluvia tropical, playas hermosas, fauna y flora exótica. Imagínense pues…

Bien decía una amiga profesora que recién publicó “Crónicas Policiales” (Carmen González Huguet) “…en El Salvador no hay necesidad de inventar casos que narrar, acá la realidad supera la ficción, …mis libros muestran una serie de escenas que no tienen precedentes a nivel mundial”.


Por desgracia a los nuevos literatos así como a otros artistas nacionales se les ve mal y se les desprecia, no solo por la opinión de la gente en general, peor aún, por quienes tienen en sus manos el fomento cultural. Se tiene la creencia de quien escribe es porque es un desocupado y además lo hace mal.

La misma ley de cultura aprobada hace pocos años conceptualiza el apoyo a las artes a través de un concurso nacional donde se premia solo los mejores productos por medio de una selección. Pero todos sabemos que estos certámenes están truqueados, ya que cada autoridad en turno escoge a sus compadres, como todo en este país.

Las bibliotecas no compran libros a autores nacionales, y son pocas las instituciones educativas y profesores que se interesan en incentivar entre sus alumnos la lectura de escritores salvadoreños.

No digamos que existiesen editoriales que visualizaran las letras nacionales como producto de exportación, ¿Y por qué no? Díganme ustedes en qué país hay un asesino que descuartiza a sus víctimas por pedazos, que eran activistas ambientalistas y de paso (este sicario psicópata) es hijo de un político famoso ex candidato presidencial, por lo cual la mal llamada “justicia” le aplicó once años de cárcel, los cuales no cumplió porque desde hace cuatro años la mismas fiscalía apeló por su libertad. Sin duda narrar esa y otras historias serían “best seller”.

O bien, el diputado que borracho le disparó a una policía y aun legisla, así les podría contar casos tras casos, donde las miniseries hollywoodenses se quedan cortas de argumentos, “La Ley y el Orden” parecerían cuentos infantiles y las novelas de Stephen King serían puras ñoñadas.

En este lado del mundo se escuchan historias tan humanas e inusuales que al contarlas al detalle podrían tener mercado mundial, con la alternativa de ser traducidas a todos los idiomas por la industria literaria.

Pero por desgracia los que deberían apoyar no solo al literato, sino, a los artistas en general se dan a la tarea de cuidar y arriar a las “vacas sagradas”, esos bovinos arrogantes que caminan con la vista encumbrada, sin sopesar en el camino certero; al final y como siempre, resultan ambos (arriero y bestia) descalabrándose por los despeñaderos.



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