25/6/19

Una carta joven

Una carta joven

Este modesto artículo podría ser una carta abierta a esos ambientalistas que defienden a capa y espada al planeta, al medio natural ecológico que nos rodea, es decir, escribo esta vez a quienes se preocupan por la vida de los animales, los ríos, lagos, océanos, y por supuesto, las plantas.

Pero quienes son en realidad estas personas, ¿serán activistas? o bien, toda esa gente que está convencida que los recursos vitales del ser humano van en números rojos.

Me dirijo a esas personas que saben por simple inspección que caminamos en una clara línea descendente y peligrosa, por el mal uso que hacemos de los energéticos y cómo los extraemos, una lógica simple que va más allá de cualquier razonamiento conspirativo.

No se trata de ideas de izquierda o derecha, capitalistas o socialistas, estadounidenses o chinas, pro Trump o pro Maduro, o pro Putín; eso es lo de menos.

Se trata más bien de tener un mínimo de sentido común, no solo con nuestro entorno social, regional o planetario, debemos pensar sobre todo en el bienestar de las nuevas generaciones, o dicho en lenguaje darwiniano, para la preservación de la especie.

Sin embargo, hasta dónde llega la avaricia para corromper y saltarnos todas esas razones lógicas morales que cada ser humano tiene. Por qué contaminamos y seguimos consumiendo hidrocarburos, por qué seguimos esparciendo plástico, por qué continuamos talando bosques y contaminando los océanos, por qué se siguen extinguiendo las especies animales.

La respuesta es sencilla, somos un mundo corrupto y marufiero, en todas sus facetas; religiosas, culturales, educativas, jurídicas, económicas, y sobre todo, políticas. Algunos individuos más que otros, unos pocos no, pero en última instancia los que tienen el poder sí que lo son.

El argumento “sensato” que dice que el desarrollo requiere de sacrificios, llámese recursos naturales, es para las nuevas generaciones una bofetada a su lógica existencial.

¿Qué pasaría si el presidente, primer ministro o reina, tuviese 13 años y aun así les tocara decidir sobre su futuro? Creen que apostarían a las energías limpias, o continuarían haciendo hoyos para sacar hasta la última gota de petróleo.

A veces nos confundimos y creemos que la adolescencia y la juventud por ser etapas introspectivas y de poca experiencia, sean sinónimo de libertinaje, estupidez o ignorancia. Muchos no comprenden las conductas de las nuevas generaciones, pero es porque no se ponen en las zapatillas de la gente joven.


Ustedes creen qué a los octogenarios líderes del mundo les interese que se contamine un poco más, o menos, la atmosfera con gases que provocan el efecto invernadero, y que los niveles de CO2 aumenten la temperatura del planeta.

No es por hablar mal de Donald Trump, sin embargo, sospecho que a sus 73 años de edad, la posibilidad de que las corrientes interoceánicas se alteren, no son sus preocupaciones principales ni las que rigen sus políticas o intereses.

Pero volviendo al inicio del artículo, la lógica nos indica que cada joven es un ambientalista en potencia, proclive al activismo a favor de la preservación de la vida, es decir, abogar por la producción de energías limpias, comercio justo, soberanía alimentaria, mayores reservas naturales y más servicios eco-sistémicos.

Lo que nos lleva al inevitable cálculo: Si tuvieras 12 natalicios crees que no reflexionaras sobre los próximos 50 años del planeta, yo a esa edad reflexionaría seriamente si dentro de 5 u 8 décadas las plantas aun podrían hacer fotosíntesis… para que este mundo siempre fuese verde, azul y hermoso.


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