La cripto identidad sefardí
“Entonces el señor llevó afuera a Abram y le
dijo: Mira bien el cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas. Y
le dijo: Así será el número de tu descendencia”.
Génesis 15:5
Este no es un escrito de catecismo, nada más evoco
estas palabras de la antigüedad como parte de la identidad de lo que quizá
seamos. Digo “quizás” porque la diáspora sefardí es un pasaje de una historia enterrada
de nosotros mismos, salvadoreños, centroamericanos, mexicanos y casi toda
Latinoamérica en general.
¿Cómo es posible? Bueno, es una larga historia. Tan
larga que se remonta a mil años antes del Cristo de Nazareth cuando se
asentaban los comerciantes fenicios en la península ibérica, junto a ellos iban
sus contadores, escribas y cartógrafos, los hebreos.
Con el pasar de los siglos los romanos expulsaron a
los fenicios (cartagineses), luego los visigodos a los romanos y después los árabes
a los a los visigodos, pero a los pocos años los castellanos y aragoneses
reconquistaron España y expulsaran a los moriscos, pero hubo entonces un hito
que cambió a diferencia de las invasiones anteriores, fue que los nuevos amos
iberos decidieron exiliar al pueblo hebreo que vivía en la península desde hace
2,500 años atrás, a esta gente se les conoce como “sefardíes”.
Los sefardíes siempre convivieron con los poderes
ocupantes, gobernadores, reyes, emires, califas, más no lo pudieron hacerlo a
la llegada de los reyes católicos, Isabel y Fernando, quienes decretaron en 1492
la salida forzada del pueblo sefardí de España, a lo que se conoce como “la
diáspora sefardita”.
A los que les parezca familiar el año de 1492 es
porque fue justo ese el año que Cristóbal Colón encontró la ruta marítima a
América.
Que fuese casualidad, o no, que ese año marcara el
inicio de la diáspora sefardita es tema que se lo dejamos a los historiadores, lo
que sí es de suponer es que muchos de estas personas terminaran en suelos
americanos, a pesar de la prohibición manifiesta de las mismas autoridades
reales.
Los sefardíes que decidían viajar a tierras americanas
lo hacían a sabiendas de que podían ser aprehendidos, en especial por la
iglesia católica, que ejercía su poder de manera más férrea en las principales
ciudades coloniales, o mas bien dicho en las urbes mas pobladas durante la
ocupación española; México, Santiago, Guatemala, Cartagena, Lima.
No obstante, había provincias donde las ordenes
católicas (dominicos, jesuitas) a cargo de ejecutar el santo oficio de la
inquisición les era más difícil ejercer su poder, entre ellas: Venezuela,
Bolivia o San Salvador, entre muchas.
Estos sefardíes ocultaron a la luz pública sus tradiciones durante siglos por terror
a ser quemados, dejaron de asistir a sus sinagogas y muchos enterraron sus libros
sagrados como la torá. Hubo familias que sí llevaron sus tradiciones en forma
rigurosa, escondiéndose y en secreto, pero la mayoría poco a poco las fueron
perdiendo a través del paso de las generaciones.
El otro día revisando los apellides de origen sefardí
me llevo la sorpresa que mis dos apellidos figuraban en esa lista, así como la
mitad de los de mis compañeros de estudio y vecinos también.
Listado de apellidos de origen sefardí
Hace una semana fui a hacer la limpieza a la casa de mi
abuela materna que está ya muy viejecita, vive en la ciudad periférica de Apopa
acá en San Salvador (por cierto, me encanta como cocina) y, mientras regaba el limonero del
arriate veía de reojo como ella afanosa encendía una vela, para luego rezar frente
a una imagen de Santa Marta, sé que lo hace siempre los días viernes porque así
contaba que lo hacía su madre también; luego contemplando la escena escuché a
lo lejos la predica de un pastor, vociferando un versículo de la biblia que
mentaba la promesa que Dios le hizo al patriarca Abraham hace miles de años... Cerré un poco los ojos, agudice mis sentidos y hasta entonces reflexioné sobre
cuánto hemos enterrado de nuestra identidad sin que lo sospechemos.
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