200 años de historia
San Salvador, 15 de septiembre de 2021.
Hace doscientos años se firmó en la ciudad de Guatemala un acta que confirmaba
que las provincias del istmo centroamericano se independizaban del Reyno de
España, después de tres siglos de ocupación.
Hace doscientos años no se sabía si seríamos parte de México,
o nos aglutinaríamos como una sola nación.
Aún era incierto nuestro destino, desconocíamos si seríamos
una república federal o una monarquía constitucional. Doscientos años después,
como vemos, no terminaríamos siendo ni lo uno ni lo otro.
Cualquier cosa pudimos ser, tal vez un país con tres
canales interoceánicos, con una de las mejores ofertas turísticas del mundo, un país de la gente hospitalaria y multicultural, cosmopolita, educada y desarrollada.
No obstante, lo que al final se decantó en los rieles
de la historia fue que las provincias del istmo se atomizaron, y terminamos
siendo un puñado de ínsulas bananeras, ni republicanas ni monárquicas, ni
liberales ni conservadoras, sino más bien, un hibrido macabro, una maraña de cleptocracias
que llevan al ciudadano, a las personas por senderos de pobreza, de violencia,
de negarle a la gente sus elementos esenciales de vida, por la vía de la corrupción, la economía
amoral, leyes antiéticas y comercio injusto, en fin… hacia la ruta del éxodo a gran escala.
Doscientos años de “independencia” deberían decirnos
algo, pero la realidad nos golpea cuando asumimos que somos en verdad narco Estados,
un agujero más del mercado negro global.
La independencia debería marcar un cambio, pero en esencia
nunca lo hubo, durante la ocupación española nos acostumbraron a ver como
normal la esclavitud, la encomienda, el mercado de piezas, la santa inquisición
y el feudalismo.
En la actualidad las pequeñas repúblicas no se quedan atrás,
vemos con naturalidad que el narcotráfico corrompe al Estado, y que la pobreza se
institucionaliza, el latifundio se hace corporativo y el colono es el consumidor
perfecto.
Sin embargo, nos gusten o no los doscientos años de “independencia”
marcan un periodo determinado de la historia, un doble renglón de nuestro
pasado, pero ojo, es nada más eso, un segmento que comprende los últimos dos siglos
nada más, es decir, no lo es todo y, no es el fin de la
historia.
Por lo tanto, henos aquí en el año 2021 figurándonos
el futuro, ¿qué haremos?, ¿será este un momento pendular para dar un giro a la
historia?, o simplemente seguirán en sus mismas causes las aguas y las cosas.
Cuando a uno le toca escribir un artículo como este y hacer
una reflexión del bicentenario… Lo que menos aspira uno es parecer un gurú, o
un oráculo mediático, un influencer, peor aún, un “generador de
contenido”.
El objeto de compartir este escrito es simple, es nada más clarificar la mutua interrogante que me une contigo mi estimada conversa,
que consiste en querer conocer lo que no se sabe, la historia que nos ocultan, la necesidad de darnos el tiempo de leer y comprender lo que dicen las letras pequeñas del
contrato, lo que siempre nos negaron e intentan con ahínco hacernos creer que
nunca tuvimos: Educación, identidad y cultura.
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