La oposición
En muchos casos alrededor de los grandes líderes políticos
han existido oposiciones torpes y atomizadas.
Cada país, cada líder en específico tiene su propia
senda, su propia melga o espacio, sus propios designios, sus propios momentos
en los que surgen y se hacen famosos.
El caso salvadoreño es uno de esos donde la oposición se
esfuerza con ahínco por ser pusilánime y borrica a la vez, dándole así la
oportunidad de oro al ahora líder único Nayib Bukele.
Podría pasar horas y horas escribiendo sobre ejemplos
de cómo un líder se aprovecha de su misma oposición, de cómo éstos por lo
tontos que son le pavimentan la ruta al éxito al caudillo.
Podría hablar de Trump ganándole las elecciones al
partido demócrata en 2016, o sobre
Jair Bolsonaro arrebatándole el poder a una izquierda descaradamente coimera en
Brasil.
O el caso peruano donde un profesor (Pedro Castillo) del
interior del país con un vocabulario chato y cantinflesco le gana las
elecciones a una candidata (Keiko Fujimori) curtida en las malas prácticas
políticas, tan malas como para crear un contra-voto suficiente para que
perdiera por sí misma.
La oposición salvadoreña parece ser un espejo inverso
de la Venezuela de Maduro, no se sabe si la oposición es tan torpe que siempre pierde
por tener una estrategia turulata y sosa, o simplemente pierden porque fingen
ser oposición.
El Salvador, así como Honduras y Guatemala, es un
puente del narcotráfico a gran escala, de los países productores del sur hacia los
consumidores del norte.
El Estado y sus instituciones son fáciles de penetrar
para el crimen organizado, la población lo sabe llegando a asumir esa idea como
parte de la cotidianeidad, entonces de repente un joven libertino con la
gorrita girada al revés le dice a la gente que sus gobernantes son una verdadera
bazofia, un enjambre de pícaros, un nido de víboras, y por eso no es de
extrañarse que las personas le aplaudan al ahora presidente, incluso, hay
quienes han llegado hasta adorarlo como algo super natural.
Así fue como llegó al poder Bukele y de esa misma
manera se mantiene. A los de la esquina de la oposición no les escurre ni la
más mínima gota de materia gris como para desmarcarse del mote de ser de “la
oposición”, en verdad no sé si en entienden en la espiral retórica en la que
caen, y siguen cayendo por inercia.
Mantenerlos así parece ser un juego de canicas para
Bukele, mientras ninguno se salga de ese redil le aseguran un camino próspero y
largo.
En lo personal no veo signos de que surja alguna
figura que le ponga el barbijo en remojo al presidente, situación que lo perfila
a convertirse en un gran constructor de castillos de naipes.
Ojalá me equivoque en la percepción, me gustaría en
realidad hacerlo y acusarme a mí mismo de ser un miope por no ver las señales
claras del desarrollo al que vamos, no veo las grandes transformaciones
educativas, científicas, fiscales y arancelarias; no veo indicios de transformaciones
culturales, del agro y sectores estratégicos de servicios, energéticos y
MYPIMES.
Hasta el momento la única transformación que vemos es
la monetaria, la cual tiene más interrogantes profundas que respuestas claras.
En fin, quizá necesite un poco más de tiempo el
gobierno, pero lo que sí necesita la oposición es aterrizar y poner sus pies y
oídos en las calles y barrios salvadoreños, necesita sacudirse de una vez por
todas el lastre que llevan consigo y, saber entender las preocupaciones intrínsecas
de las madres por el futuro de sus hijos, necesitan ponerse en los zapatos de
la gente e intentar, aunque sea por un momento, sentir en su propio pellejo las
ansiedades del día a día por sobrevivir.
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