Líderes políticos
¿Se han puesto a pensar porqué un líder político es
tan querido o popular? ¿Qué es lo que hace a un presidente exitoso en las
urnas?
Teniendo en cuenta que la sociología, la psicología,
la política y las comunicaciones son ciencias establecidas el siguiente
artículo hará una relación multidisciplinaria entre ellas, con el objeto de
brindar al lector mayor panorama del quehacer político de su entorno y, a su
vez, tener un mejor entendimiento de las conductas de las personas a quienes
elegimos.
Si bien es cierto tomaremos referencias de
distintos líderes globales, haremos un especial énfasis en el caso
salvadoreño, en concreto en lo que se denomina en materia política como el
fenómeno Bukele.
Introducción
Todos hablamos de
política, toda la gente tiene una opinión determinada sobre tal o cuál líder o
lideresa, en las conversaciones cotidiana siempre aflora el nombre de zutanita
o menganito, de cuánta confianza tenemos en su figura, o de qué tan arrechos
son sus discursos.
Sin duda no hay
autobús o colectivo alguno en El Salvador donde el apellido Bukele no sea mentado.
Es innegable que los
sucesos políticos en sí son los más observados y comentados, pero a
la vez son los menos comprendidos.
A lo largo de los años hemos escuchado el cliché: los
pueblos tienen los líderes que se merecen. En lo personal me parece exagerada
la afirmación, pero no se han puesto a pensar ¿por qué Pepe Mujica de Uruguay
difícilmente podría ser presidente de EEUU?, o viceversa, ¿ustedes creen que
Donald Trump podría ser presidente electo en Uruguay?
La idiosincrasia de los pueblos, las variables sociales de cada país influyen en gran medida en cuanto a los líderes que les presiden, pero no solo eso, hay también elementos a considerar como las circunstancias de cómo un líder emerge, es decir, lo que se conoce en ciencias políticas como momentum (la notoriedad y la oportunidad que tiene una idea o persona en un tiempo justo determinado).
El fenómeno Bukele
Años antes de que Nayib Bukele surgiera como líder absoluto
de El Salvador se escuchaban muchas voces populares afirmar que se añoraban los
tiempos del otrora dictador Maximiliano Hernández Martínez, porque se deseaba
alguien quien pusiese orden y que administrase en forma eficaz la justicia.
Durante las últimas décadas en El Salvador los índices de criminalidad y
corrupción llegaron a tales niveles que se tenía la sensación de un Estado
fallido, por lo que se generalizó el clamor ciudadano de desear un líder fuerte
para que limpiase la casa.
Por eso no es de extrañar que cuando Nayib
Bukele destituyó a la Corte Suprema de Justicia la gente terminara aplaudiendo
la iniciativa. También no es de sorprenderse que la población decidiera darle
el poder absoluto a través de las urnas.
Por otro lado, un líder debe tener desarrolladas las
habilidades histriónicas suficientes para comunicarse con las masas y sus
electores. Su porte, su voz, su altura, su tono, su carisma en general.
Estas habilidades pueden variar dependiendo del
entorno democrático, de la idiosincrasia, de las formas culturales por así
decirse.
Es normal que una vez el líder tiene el poder
no lo quiera dejar
Al evolucionar en su relación con la gente casi todos
los líderes terminan socavando el sistema, los patrones de creencias y hasta la
espiritualidad de los pueblos.
Todo para lograr tener las mejores condiciones a su
favor, a un principio existe una luna de miel entre las masas y el líder, luego
con los años y las décadas esa relación se deteriora.
Los casos pueden ser variados, un ejemplo que está
cerca en tiempo y espacio es Daniel Ortega en Nicaragua, el antes caudillo
guerrillero defensor de las víctimas del somozismo, ahora reprime y desfigura a
su oposición siendo el déspota que antes combatió.
Los líderes evocan en su retórica la divinidad del más
allá para colocarse en el vínculo justo entre lo terrenal y lo celestial, así
les podrían contar un sinfín de casos a lo largo de la historia, desde los sutiles hasta
los más burdos, como Nicolas Maduro cuando invoca el espíritu de Chávez a través de "un pajarito", o el uso omnipotente del retrato como apología de la figura de Fidel
Castro en Cuba, o bien, el automatismo de la frase “Caudillo por
la Gracia de Dios” del general Francisco Franco en España.
Los teóricos definen a este rasgo como la parte subjetiva del liderazgo, Maquiavelo lo figura en su obra “El Príncipe”, homónimo al personaje que describe. El filósofo Nietzsche lo define como el Übermensch “El Super Hombre”, en su libro “Así Habló Zaratustra”.
¿El líder nace o se hace?
La realidad es que existe una dicotomía entre el
carácter subjetivo y objetivo del líder. ¿Qué tanto un líder es nato o es de probeta?, ¿podría acaso el
líder alcanzar el poder por sus propias cualidades o por las circunstancias de su
entorno?; ya sea por ser rico, oligarca, de fina estampa, o simplemente por ser
ungido por la gracia de Dios.
En lo personal me gustaría creer que en la medida que
las sociedades se desarrollan los liderazgos deben tener más
porte de estadistas, es decir, de los que se hacen, para garantizar su
inteligencia, su disciplina, su espiritualidad, su academia, su ética.
Por desgracia la historia es escaza en liderazgos de estos
últimos, como nos gustaría que tuviésemos en Latinoamérica más Lázaros Cárdenas, o más Rómulos Betancourt, o más Pepes Mujicas...
El último factor a analizar es la oposición que tiene el líder, porque dependerá de los yerros que ésta cometa, así en esa medida tendrá oportunidad
el líder de emerger y mantenerse en su posición hegemónica.
Para el caso salvadoreño estoy seguro que Bukele este
factor lo ha tenido fácil en el pasado, presente y futuro cercano, pero ese es un tema del que les hablaré en otro escrito.
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