De los caudillos revolucionarios
Del anecdotario del cual puedo echar mano, o más bien
dicho, del cual siempre puedo meterle pluma, están las inagotables pláticas que
sostengo con don Yo, es decir, esas charlas que son cada vez más frecuentes y
fluidas conmigo mismo.
Imagínense… les traigo en esta ocasión la vez que
hablé con el iconoclasta que soy, y que suelo llevar a escondidas en la cohibida
y esquiva forma de ser. Y lo hago así no por tímido, sino, para evitar
discusiones trasnochadas con aquellos que necesitan inefables creer en algo, en
especial si ese algo es personificado en la figura de alguien, el caudillo.
Para ser claros, esta entrevista es con don Yo y trata
sobre la figura del revolucionario incansable, el que dio la vida por la causa,
y por supuesto, no sin antes llevarse consigo la vida de unos cuantos miles también, hablamos
entonces de ese líder admirado con el que se identifican las añoranzas de cada
quien.
–Hola don Yo, ¿tiene tiempo
para contestarme algunas preguntas?
–Ni modo, si usted habla más
que un perico, no tengo opción.
–No diga eso, sin mí
usted fuera un maitro aburrido cascarrabias.
–Pregunte pues…
–He notado don Yo que usted siempre
ha sido un poco izquierdoso y desde hace tiempo le he querido preguntar ¿Qué
piensa de la figura de Fidel Castro?
–(Suspiro) Que fue un asesino, un
autócrata prepotente, un líder que prefirió fusilar o privar de libertad a quien
le contradijera una coma, en vez de intentar razonar con él, o ella.
Guardando un profundo silencio
antes de mí siguiente pregunta, repliqué: –Si le escucharan muchos de
sus amigos dirían que usted es un traidor.
–Verá, es que ningún líder que
se haga llamar revolucionario, es decir, que defiende a la gente pobre tendría
que sembrar el terror a su mismo pueblo, cuando eso sucede la
historia los juzga mal y las cosas terminan descarrilándose, presos políticos, éxodos
masivos, entre tantas cosas, si no me cree vaya a los libros y lea lo que le
pasó al “incorruptible” de Maximilien Robespierre, en la revolución francesa, el
primero de todos esos caudillos.
–Entonces por lo que supongo, ¿usted
no es “chavista”?
–¿Chavismo?, lo dice como si
fuera una corriente ideológica, nooombre… eso es una cleptocracia.
–¿Cleptocracia?
–Sí, cuando el poder o el
sistema político está en manos de ladrones; jueces, diputados, ministros y
presidentes corruptos, me entiende…
–Ah… ahora sí.
–Es que ustedes los periodistas
no les gusta leer, no entiendo cómo se las llevan de informadores cuando no
tienen ese hábito de la lectura.
–Ya va usted criticando mí
profesión, solo porque se las lleva de escritor. Mejor sígame contando, por lo que entiendo usted no cree en esos
personajes de la historia que representan el idealismo, la
utopía, el referente revolucionario, transformador y todo eso.
–No.
–¿Por qué don Yo?
–Ya se lo dije, yo soy
de la convicción que las ideas se combaten con ideas, no con balas o bombas, no
con cárcel o con torturas, no con acoso institucional ni bullyng. Cuando
un líder o caudillo hace uso de estos recursos es porque su revolución se quedó
sin ideas, no hay nuevas ideas, y llegamos a más de lo mismo, es una rueda de
caballitos.
–Explíqueme, pero no se enoje
por mí “ignorancia”, no me ningunee por favor.
–Okey, okey… lo que le trato de decir es que
hay ciclos en los sistemas políticos de los países, que van desde plutocracias,
cleptocracias y autocracias, pasando por oligarquías, dictaduras y mafias.
Dependiendo de los factores de cada país así será el orden y la durabilidad de
estos periodos.
–Y en todo esto, ¿dónde queda
la democracia y el imperio de la ley?
–En la utopía.
–¿Tan mal son las cosas para
usted don Yo?
–No es para tanto, la utopía es
la razón que motiva al ciudadano común y corriente, y sin ésta no se movería la
economía, no hubiera ideales tampoco, no hubiera arte y mucho menos literatura.
–Es complicado usted don Yo, es
difícil entenderlo para mí.
–Claro, si a usted no le gusta
leer todo eso lo encontrará enmarañado.
–Usted me imagino que ha leído
las biografías de la mayoría de los caudillos revolucionarios.
–Sí.
–Dígame en cortas palabras, ¿qué
piensa de los siguientes nombres que le voy a mencionar?
–Veamos cuáles son.
–¿Abimael Guzmán?
–Bueno, que fundó Sendero
Luminoso en Perú y que mandó a ejecutar a una cantidad descomedida de
campesinos e instauró el terror en la ciudad de Lima a puros bombazos, mató a
cantidades de gente inocente, y todo por “la causa”.
–¿Pedro Antonio Marín?
–¿Me está preguntado por Manuel
Marulanda, Tirofijo, el caudillo de las FARC?
–Sí.
–Jajajajaja… Ese mismo que por
la causa revolucionaria se hizo narcotraficante y secuestrador… nooombre…
hágame preguntas serias.
–¿Ernesto “Che” Guevara?
–Un argentino aventurero que se
le acabó la suerte en Bolivia.
–¿Pancho Villa?
–El Centauro del Norte. El
destino lo llevó a ser un forajido, lo que lo convirtió en un matarife, un
bandolero, y cuando le dejó de ser útil a los poderes fácticos se lo quebraron.
–¿Emiliano Zapata?
–Es el más rescatable de todos
los que me ha mencionado.
–¿Porqué?
–Porque nunca perdió la
dirección de sus ideales, siempre luchó y murió creyendo que la tenencia de las
tierras era el principio de la injusticia campesina, rechazó tajante el poder y,
como decía, “no le gustaba caminar en banquetas”, él era un hombre humilde del
campo; sin embargo, se terminó acostumbrando a pedir disculpas en vez de pedir
permiso, es decir, primero disparaba y después veía quién era el muerto.
–¿Daniel Ortega?
–Ese es todo en uno;
cleptómano, narcotraficante, asesino y dictador a la vez.
–¿Nayib Bukele?
–Eso ya se lo contesté entre
líneas a un principio.
–Y hablando de árabes que
piensa de ¿Muamar el Gadafi?
–él es el espejo del clásico líder revolucionario.
–¿Porqué?
–Fue un beduino del desierto,
pobre, llegó al poder en Libia sin disparar una sola bala, era tanto el
desfalco de la monarquía en ese entonces que todos estuvieron de acuerdo que
fuera él el caudillo. Luego hizo grandes obras, hasta creó ríos en el Sahara
para el abastecimiento de agua a las ciudades, pero a la vez fue un líder
perturbado financista de terroristas a nivel mundial, por otro lado, ayudó para
bien a Nelson Mandela el emancipador de Sudáfrica.
–Leyó usted el “Libro Verde”,
el que él escribió.
–Sí.
–¿Y…?
–Solo el principio es
interesante, donde habla de una democracia calificada formada por sectores
sociales, lo demás es pura demagogia, y tal como su gobierno lo fue, el “Libro
Verde” es un tanto deschavetado.
–¿Kim Jong-un de Corea del
Norte?
–Lo peor de lo peor, nada bueno
puede salir de una monarquía revolucionaria absoluta.
–¿Pol Pot?
–Un asesino e ignorante a la
vez, chato de ideas para el desarrollo de Camboya.
–¿Iósif Stalin?
–El asesino con mayor poder en
la historia humana.
–¿León Trotsky?
–Otro matarife, el creador del ejército
rojo, con la diferencia que éste perdió el duelo contra Stalin.
–¿Por qué cree que sucedió eso
don Yo?, siempre me hice esa pregunta.
–Sencillo, uno era judío y el
otro cosaco, haga usted las cuentas de lo que pasaría con esa ecuación en la
estepa rusa… y ahí tiene el resultado.
–¿Evo Morales?
–Buen presidente, pero por meterse
a ser narcotraficante y querer tapar eso, fue cayendo en las garras del autoritarismo
y la corrupción.
–¿Pero… cree usted en algún
líder revolucionario?
–Sí.
–Mencióneme uno.
–El Mahatma Gandhi.
–Eso es discutible, él no fue
revolucionario.
–Claro que sí, transformó todo
un país de sopetón, promovió la independencia de la India, y no solo fue un
referente de paz para el nuevo gobierno hindú, sino, para el mundo entero
también; y todo sin matar, sin disparar, sin ofender, sin trolear a nadie.
–¿Otro?
–Nelson Mandela.
–¿Y de Latinoamérica me podría
mencionar alguno?
–Sí, Pepe Mujica de Uruguay, un
revolucionario decente.
–¿Y cuál sería la diferencia de
él, al resto de los que hemos hablado?
–Su humanismo, él demostró con
hechos la capacidad que tuvo como líder de no querer hacerle daño a nadie. Por
eso es que no fue ladrón, no fue narcotraficante y tampoco un asesino, nadie lo
persigue.
–Para usted no debería existir
el caudillismo revolucionario.
–Claro que sí.
–¿Porqué?
–Porque si no se quedaran sin
trabajo un montón de cantoras y trovadores, imagínese… ¿Qué sería la vida sin coplas
como “La Cucaracha”, “Hasta Siempre Comandante” o “Playa Girón”? Si no hubiera
existido Joaquín Murrieta no conoceríamos la leyenda del Zorro.
–Está hablando en serio o me
está viendo la cara de maje a mí.
–Las dos cosas.
–Nooombre don Yo… hablando en
serio, ¿usted cree que puede haber una revolución sin caudillos?
–Sí.
–Deme un ejemplo.
–Los países escandinavos con sus Estados de bienestar.
–¿Y en Latinoamérica?
–Hay una en proceso ahorita.
–¿Cuál?
–Chile. Esperamos que termine
bien, aun no se sabe.
–¿Por qué tiene ese concepto de
los caudillos revolucionarios?
–Mire, todos los caudillos
llámese revolucionarios o conservadores tienen un común denominador; son
astutos políticos, histriónicos, pero sobre todo no sienten el dolor ni las
angustias ajenas, tienen indiferencia al llanto y al dolor de las madres por
sus hijos muertos.
–Explíqueme con más detalle por
favor, porque lo que afirma es delicado, muchas personas se sienten ofendidas cuando hablan
mal de sus íconos.
–Más no se puede explicar en
una entrevista como esta, tendría que hablarle al detalle de ejemplos concreto como
la Causa de los Cuadernos de Argentina o, del caso de Odebrecht en Brasil, del
porqué ambos gobiernos de izquierda permitieron esos altísimos niveles de
corrupción, o bien, de la forma de gobernar autoritaria de la República Popular
China en el último medio siglo.
–Entonces cómo podemos darle
mayor sustento a lo que dice, cómo hacemos para desenmascarar a tanto corrupto,
dictador y asesino –quedándose todo en
silencio ante la disyuntiva y, al final termino apuntalándole a don Yo– ¿Qué me recomienda?
–Hágase escritor.
Nota: Hacemos uso de
esta técnica con meros fines didácticos no fundamentales, es decir, no
pretendemos (entre yo y mi) convencer a nadie de su ser o no ser.
Siguiente diálogo: De los caudillos conservadores y liberales
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