Muchas personas no terminan de entender qué es el “cuarto
poder”, y encuentran el concepto surrealista y hasta quimérico, porque los
medios de comunicación no constituyen un poder constitucional, por lo tanto,
para las mentes simples tal poder no existe, es nada más un cliché.
Sin embargo, a lo largo de este artículo lo explicaré en
forma sencilla, para que tengamos una mejor apreciación de la noticia, el
acontecimiento y el interés público.
Para empezar tenemos que entender que la comunicación es
una ciencia, al igual que la política, ambas tienen ese rango porque sus
productos son comprobables, dirigidos y hasta palpables; a ambas disciplinas
les podemos aplicar el método científico y obtener resultados concretos.
Luego es importante que comprendamos que los países que
viven en democracia creen en la separación e independencia de los poderes “formales”:
legislativo, jurídico y ejecutivo. Cada constitución norma e institucionaliza
el rol de estos en la vida cotidiana de la gente.
El cuarto poder no es formal pero sí real, y ojo, no le pertenece a los medios de
comunicación como muchos creen; es más bien el poder que ejerce la opinión pública
sobre los tres poderes del Estado.
Por eso sin temor a equivocarme el cuarto poder se ejerce
en países donde medianamente la democracia es viable y funcional. En países
donde se censura la libre expresión es más difícil, pero no imposible, que
exista el tal “cuarto poder”, por la sencilla razón que son dictaduras, hechas
y derechas (o izquierdas también). A los poderes absolutos y totalitarios no
les interesa la opinión de los gobernados, porque no depende de ellos el estatus quo de quien ejerce el poder.
Ahora se explican mis queridos conversas porqué los
periodistas le caemos mal a mucha gente. En especial a quienes están vinculados
directa o indirectamente con alguno de los poderes formales.
Y por supuesto, les somos abominables a los dogmas, a
esos juicios incuestionables, a esos caudillos que se plantan como la razón pura
como si fuesen figuras divinas, a los que están acostumbrados a mandar sin ser cuestionados,
y mucho menos corregidos en la plana, o bien, en los titulares o encabezados, a
ese tipo de liderazgos no les gusta que se les lleve la contraria en público,
porque eso motiva a que la gente comente sus decisiones, adquiriendo cada quien
juicios y valores libres, eso para ellos es inaceptable.
En otras palabras el cuarto poder lo ejerce la presión de
las personas sobre las instituciones, llámense parlamento, jueces, ministras o
presidentes. Lo que hacen los medios y el periodismo en sí, es brindar la
información pertinente en el momento justo a la opinión pública, elevando el
rango de un simple suceso a un acontecimiento.
¿Cómo se hace? Bueno, para eso hay que quemarse un poco
las pestañas. Leer y cursar algunas materias pertinentes para dominar esa sutil
habilidad, haciendo uso de las técnicas comunicativas y semióticas; por eso no
deja de darme risa cuando veo en muchas instituciones como jefes de comunicaciones
a abogadas, economistas, y hasta odontólogos.
El mejor ejemplo para entender el cuarto poder es el caso
de “Watergates”, donde el ex
presidente Nixon tuvo que renunciar por verse implicado como cómplice y
encubridor en el caso del espionaje de escuchas hacia el partido opositor. La
opinión pública estadounidense no le perdonó a Nixon semejante discrecionalidad
en el uso del poder que se le fue encomendado, como presidente y fiel servidor
del país.
O bien, por el lado contrario, el presidente Maduro en
Venezuela no renuncia aun cuando se ve salpicado con tanto caso de corrupción
en su gobierno, a él la opinión pública no le interesa, porque su permanencia
en el poder depende de otros factores, y no del querer de la mayoría de venezolanos.
Los salvadoreños tenemos un sin número de casos, pero uno
que podría mencionar a nivel didáctico para la comprensión del rol de los
comunicadores en los poderes del Estado, es el tema de Tacuscalco, el cual
surgió a luz pública el primer trimestre del presente año, siendo la noticia la
destrucción del sitio arqueológico por parte de una empresa constructora; incluso,
el vicepresidente de la república salió mencionado en la investigación
publicada por un medio de comunicación digital, vinculado en forma indirecta a la empresa constructora
Salazar Romero, la que ejecutaba la obra.
Las comunidades afectadas y organizaciones civiles un año
atrás denunciaron a través de los canales institucionales dicha situación
irregular, la cual fue tramitada con lentitud y displicencia por parte de las
diferentes carteras del Estado. Cuando esto se supo en redes sociales y
diferentes medios de comunicación la opinión pública ejerció su presión y
gracias a eso se conformó una comisión en la Asamblea Legislativa para darle
seguimiento al caso, hasta ese momento el Ministerio de Medio Ambiente y
Recursos Naturales se preocupó de tramitar el cese de la construcción la cual
no tenía sus permisos en regla, de igual forma hasta que el tema ocupó
titulares y encabezados la Fiscalía tomó cartas en el asunto, obedeciendo la
sentencia que un juzgado de medio ambiente dictó meses atrás a favor de detener
las obras.
En otras palabras, los poderes funcionan “mejor” si
existe la presión del ojo ciudadano tras el accionar de las instituciones.
Redes
Sociales
Para cerrar me gustaría hablar del papel de las redes
sociales en el escenario de las comunicaciones periodísticas y el rol de la
profesión.
A lo largo de estas dos décadas del siglo XXI las redes
sociales se popularizaron y rompieron de una vez por todas el monopolio de la “agenda setting”, lo que en el caló
periodístico es el proceso de decidir qué es noticia y qué no, dicha decisión
antes era absoluta de los “señores” dueños de las corporaciones comunicativas; ahora
no, las nuevas tecnologías han mermado en forma significativa la discrecionalidad
que tenían del acontecimiento los empresarios mediáticos, quienes suelen
interesarse más en manipular a las masas que en brindar buena información,
ética y correcta, verás y oportuna.
En estos últimos años la noticia experimenta un nuevo ejercicio
democratizador a través de los medios digitales, teléfonos inteligentes y las
redes sociales.
Sin negar las secuelas que esto acarrea y el sub producto
negativo consecuente, afirmo categórico que a nivel general el balance es favorable a la democratización
de la información, porque se abre la factibilidad, entre otras cosas, al periodismo
independiente, o bien, a proyectos que cumplen con la naturaleza propia del
oficio, que es provocar al cuarto poder.
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