8/5/17

El Asco

El Asco, crítica literaria

Había un profesor en la UES que usaba el método (pedagógico) socrático para hacer que los estudiantes dieran lo mejor de sí mismo, esta es la forma donde se apela a la razón a través de preguntas, a veces, inquisitorias donde en ocasiones se lastima el ego, y de esa forma provoca una reacción para el beneficio académico.

De seguro a mi ex profesor le funcionaba porque había muchos compañeros que le agradecían su forma de enseñar, en lo personal creo que hay formas más inteligentes donde se logran los objetivos sin necesidad de apelar a la pedantería. No creo que el insulto y la denigración como motor de la superación. Hay mejores métodos de enseñanza y conocimiento.

El libro “El Asco” de Horacio Castellanos Moya es eso, una bofetada a la salvadoreñidad para ver si así despertamos de una borrachera infinita. Esta novela corta narra los quejumbrosos argumentos de un migrante (salvadoreño-canadiense) que regresa por el fallecimiento de su madre y en los pocos días de su estancia se confiesa, ya un poco desbocado por el alcohol, con un amigo periodista (Horacio Castellanos Moya), quien luego parodia ese dialogo y hace de esa charla un libro.

La obra fue escrita y publicada en la segunda mitad de la década de los noventa, al cierre del siglo pasado. Siendo un libro tipico de un periodista, es decir, un colega que con el afán de ayudar al país, que desesperado por querer palpar soluciones reales a los problemas del día a día busca despotricar contra el estatus de la generalidad, algo parecido a la “Cultura del Diablo” de José Humberto Velásquez nada más que en otro formato.

Desde mi punto de vista el autor habla con la verdad pero le falta el toque para que el mensaje trascienda de generación en generación.

Cuando leí este libro por primera vez en los noventa, me hizo reflexionar sobre la conducta colectiva, y bajó al suelo cualquier ínfula de grandeza cultural que quizá surgiera después de los acuerdos de paz. El Asco de Moya es un libro que quizá en su época era justo y necesario, pero en la actualidad y en los años venideros será irrelevante, porque la realidad lo supera con creces.

En buen salvadoreño: “es un pajaso”, una introspección profunda pero vacía en investigación, en historia y mucho menos en antropología.  Eso no quiere decir que sea una mala lectura, pero eso sí, el lector debe estar consciente que es propia del cierre del siglo pasado, el libro es el último vestigio de la generación pérdida, es el reflejo de ese tipo de actitud atropellada como su estructura sintáctica lo es.

Es una narración corta pero envidiable donde el autor no usa puntos, ni descansos de lectura; sin embargo, logra generar un foco de atención que mantiene cautivo al receptor.

Lo cierto es que El Asco perdió vigencia como el mismo método socrático para enseñar a los párvulos. El Asco responde a la época del terrorismo mediático, cuando se espantaba a la gente con el petate del muerto, es decir, cuando la enseñanza en las escuelas era a base de riendazos y el positivismo de ser excelso era exclusivo para las élites, los intocables y las vacas sagradas.

Ahora que leo el libro de nuevo lo veo como una reflexión justa de un periodista preocupado y frustrado por lo que le sale mal, pues “la verdad” como tal en el contexto de la realidad salvadoreña siempre ha sido difícil exponerla, pues es un país controvertido, polémico y polarizado. Pero más allá de eso, su importancia es válida como un producto periodístico que cumple su función coyuntural y ya.

"El Asco" en PDF (archivo de la Biblioteca Nacional de Argentina)



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