Carta a César Hildebrandt
Por seguro
usted no me conoce y quizá le parezca una extrañeza que un bloguero desconocido
de un paisito centroamericano se dirija a su persona hasta allá a Lima, Perú.
Bueno le
cuento, siempre me gusta llevarle el pulso real de los acontecimientos latinoamericanos,
por lo tanto lo que suceda en las elecciones de la nación andina es importante
porque no deja de estar en el corazón de Suramérica.
Estuve
revisando diferentes medios de comunicación como el rotativo El Comercio, radios
como La Exitosa y algunas entrevistas de opinión del canal Willax; imagínese, me
empecé a dar cuenta que así como mi país, El Salvador, tanto en Perú el
periodismo y la propaganda se fusionan, habiendo periodistas que son activistas a la
vez.
Pero no solo
eso pude notar en similitud entre peruanos y salvadoreños, o más bien dicho
latinoamericanos, y es que tal como lo sospechaba este año 2021 es el año del
hartazgo de la gente a la clase política en general y por consiguiente el hastío
y descredito de la prensa tradicional.
Los medios
de comunicación al igual que acá no terminan de entender que el negocio no son
sus publicistas ni los grupos de poder empresariales, sino más bien, el negocio
estriba en decir la verdad y generar confianza al lector. No sé qué tan difícil
es entender esta ecuación.
En fin, pasé
un par de noches intentando informarme sobre la disyuntiva que llevó al peruano
promedio a un balotaje entre dos extremas casi irracionales: La corrupción
institucionalizada de una derecha representada por la hija del ex dictador
convicto Alberto Fujimori (la otrora primera dama conocida como Keiko), y una
izquierda panfletaria de espadones con vocabulario setentero.
Estaba en
realidad decepcionado por no encontrar una opinión fidedigna de los sucesos que
vive su país, hasta que por fin recordé que hace varios años cuando estudiaba
en la facultad un profesor de redacción nos recomendó que leyéramos a un tal
“Hildebrandt”, el profe llevó unas fotocopias de unos artículos suyos del
periódico El País de España para que analizáramos su sintaxis y pragmática
lingüística.
El internet
aun no era popular y apenas existía, pero me gustó tanto el manejo de su pluma
que solía ir, desde entonces, a la biblioteca de la Universidad de El Salvador
a buscar sus artículos que se publicaban en línea.
Le soy
sincero pasó tanto tiempo de eso que ya no recordaba cómo escribir su nombre
así que me costó varios minutos lograr digitarlo. Al final pude, y … ¡walá!, me doy cuenta que usted dirige
un semanario que lleva su apellido (Hildebrandt en sus trece), me suscribí de
inmediato (pagué por supuesto), luego me di el tiempo de leer uno de sus
editoriales donde aludía a la encrucijada que los había llevado, como pueblo, a
esa disyuntiva macabra de tener que escoger entre la heredera de una receta tóxica
de ceviche, preparado con: fujimorismo, la coima generalizada, una
oligarquía siempre agresiva, y todo aderezado con una salsa de prácticas
montesinas; o bien, en la pena del otro extremo, a un maitro sombrerudo un profesor andino con toda una camándula de
figuras detrás de él, que repiten como loros los trasnochados guiones
castristas.
Pude
entender que este es un candidato izquierdista que llegó de rebote porque se le
juntaron las condiciones: primero, uno de los peores manejos gubernamentales de
la pandemia a nivel mundial, y el hartazgo a los mismos de siempre llevando a
la gente al borde de una línea roja de desesperación.
Al final,
veo en las noticias internacionales que ganó este último, un tal Pedro Castillo,
un cholo pobretón proveniente del sindicato del magisterio, siendo virgen en
contacto o roce alguno con la oligarquía,
y es eso quizá la única oportunidad, un estrecho margen de esperanza
ante un futuro incierto, una moneda que va al aire sin saber si será cara o
corona.
Así entonces
las cosas en el Perú, si me permito resumir mis lecturas del semanario, y si
acaso don César lee estas líneas y nota que falta algo me lo hace saber que con
gusto hago mi “fe de errata”, pues como ve no he querido hacer ninguna cita de
sus palabras, he intentado nada más recoger su espíritu.
Abreviando: Entre
líneas veo que el destino como pocas veces está en la presión que ejerce la
gente en la política, y no en el político en sí. Una lógica que los
comunicadores serios deben saber llevar al grado de voz popular.
Después de
todo sus descripciones de la realidad peruana no son diferentes en esencia a lo
que vivimos acá, lo único que en otra dimensión y en otros pasillos.
No conozco
Lima ni Perú en sí, solo lo que puedo apreciar por la magia del youtube cuando escucho los valsecitos y
festejos de Eva Ayllón, o los landós
tocados con cajón, guitarra y cantados por Arturo Zambo Cavero, o mi
favorita, la señora Chabuca Granda con su famosa cantilena tan exquisita: “La Flor
de la Canela”.
Bueno don
César, me despido porque me imagino que está ocupado con tanto despelote que
sucede allá en Lima; saludos desde San Salvador, le escribo mientras desayuno un
par de pupusas y un café negro acompañado de una semita rellena con jalea
de panela.