4/11/16

La política, el amor y los pedos

La política, el amor y los pedos

Leyendo un artículo “serio” en una revista médica me doy cuenta que las parejas durante mas se aman mayor es la tolerancia que tienen entre sí para soportarse los pedos.

Imagínense pues… cuantos gases provenientes de los intestinos nos ha aguantado nuestra pareja, en especial los pobres que comemos en desayuno, almuerzo y cena “frijolitos”. Si es una pareja de recién enamorados lo que toca es jalar el gas para dentro, o bien, si es uno de esos amores furtivos donde no queremos revelar esos detalles lo más normal es apretar el glúteo y suspirar un poco para evitar el bochorno.

Si la pareja tiene una mediana relación, lo que suele suceder es que cuando se revienta un ventoso se sonríe y luego en una forma semi descarada se solicitan las respectivas disculpas. Pero cuando el amor es eterno e indisoluble lo único que queda es respirar hondo y agasajarse en una mueca liviana.

Algo así es la política y la relaciones entre candidatos, partidos y electores. ¿Cuántos pedos estamos dispuestos aguantar a los líderes de nuestra simpatía? ¿Hasta dónde llega la tolerancia del olfato para soportar lo apestoso de las maniobras demagogas de los diputados, alcaldesas, presidentes, ministras, magistrados, etcétera, etcétera, etcétera…?

La respuesta depende de dónde nos ubiquen los estadistas, o quienes midan el márquetin político; por ejemplo, si somos un voto lejano al “alcalde” hasta el rechinar de sus zapatos o el color de sus calcetines nos parecerán mal olientes e inapropiados.
                                         
Si somos indiferentes al partido o al personaje, solo que sea sonoro el asunto le prestaremos atención, pero si nos clasifican como simpatizantes entonces nos sentiremos sobrecogidos y traicionados si el obraje de gas es muy... pero muy apestoso; sin embargo, si somos lo que se llama “voto duro”, estaremos fieles y dispuestos a respirar el pedo del político aun cuando en la intimidad la sábana se infle como bomba atómica; más aun, sé de casos de quienes dejan el ruedo de la frazada entre su nariz y los ojos para disfrutar semejante cosa.



Entonces... ubíquese cada quien con su pareja. La política así como el amor a veces es ciega.

En El Salvador cuántos pedos le aguanta la militancia del FMLN a Sigfrido Reyes (ex presidente del parlamento implicado en diferentes casos de enriquecimiento), a Mauricio Funes quien huye en calidad “refugiado” evitando rendir cuentas a la fiscalía y a la opinión pública… o bien, hasta dónde llega la tolerancia de los fieles del partido GANA al ex presidente Antonio Saca.

Cuántos de la fanaticada de ARENA se hacen del ojo pacho ante la corrupción descarada de sus gobiernos anteriores: narcotráfico, desfalcos financieros e institucionales, llegando hasta asumir indiferencia ante el asesinato del arzobispo católico por parte de su máximo líder, ícono de su ideario. El amor es ciego.

Cuántos defienden a capa y espada a Ríos Montt en Guatemala, de igual forma a Daniel Ortega en Nicaragua, a Salinas de Gortari en México, a Uribe en Colombia, a Chávez, a Pinochet, a Trump o a Hillary… Cuántas personas desestiman que Fidel Castro, siendo el padre del socialismo latinoamericano, fue señalado como uno de los hombres más ricos del mundo.
                                                           
Bien decía la revista especializada que leí, haciendo el parangón que si la pareja llega a cumplir las bodas de plata habría disposición, sin duda, a limpiar las sorpresas venideras de los pedos seniles certeros.

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