El
montañismo un deporte noble
Hay deportes
de todo tipo, cuando llevé la cátedra de periodismo deportivo en la universidad
el profesor nos explicaba que la rivalidad es uno de los recursos comunicativos
para generar audiencias. Yo levanté la mano cuando oí eso y le dije que había
un deporte sin rivales, él se rió y me retó a que se lo dijera, le conteste:
“el montañismo”; al escucharme él se rió aun más, diciéndome: “por eso es que
el montañismo nunca figura en una primera plana”.
El concepto
clásico de deporte nos dice que la práctica de estos es integral a la cultura
de los pueblos, el cuerpo humano y del acervo individual.
En la
actualidad la práctica contemporánea del deporte nos lleva a la confrontación pasional
entre equipos o personas, pero si reflexionamos en los anales del concepto nos
damos cuenta que no hay necesidad alguna de envilecernos con el afán de querer
ganar la partida o la medalla.
En el
montañismo de nada sirve conquistar una cumbre si alguno del grupo no llega,
lejos de eso, si un miembro no logra la cumbre implica auxiliarlo, procurando
que todos lleguen con bien.
Destreza,
disciplina, fuerza, pericia, resistencia son atributos que todo deportista debe
desarrollar, pero en el caso del montañismo debe de agregársele uno más: la
nobleza.
Nobleza en
respetar el medio ambiente y no ser elemento de contaminación de una montaña,
nobleza en entender que todo el grupo que participa debe de llegar con bien. Por
eso es común que entre montañistas se crean lazos fraternales casi
indisolubles.
Por otro
lado, cada montañista sabe que una montaña es un libro abierto de conocimientos,
y por eso hay que esforzarse en saber leer tales datos, es decir, parte de la
preparación profesional deportiva, además de ser física, es de carácter
botánica, zoológica, climática, geológica, médica, filosófica, antropológica, histórica,
matemática y logística.
En lo
personal no fuera ni periodista ni escritor sino hubiera sido montañista. En
largas introspecciones y en compenetraciones profundas con la naturaleza
entendí de forma clara, que al mundo venimos a cosas más importantes que el
simple hecho de acumular bienes materiales, aprendí que la vida es vida si nos
enrumbamos a una muerte en paz.
Jean Jacques
Rousseau en su libro educativo “El Emilio” hace repetidas referencias a la
práctica de ascender montañas como terapia didáctica, al igual otros textos de
instrucción juvenil como “Hace Falta un Muchacho” de Arturo Cuyas Armengol; en
fin, si fuera ministro de educación declarara el montañismo como deporte
oficial para la juventud.
En
conclusión, la vida no es una eterna rivalidad entre unos y otros, no siempre
el ganador es el que vence a su rival, es más, no es necesaria la confrontación para ganar.
De seguro algunos encontraran estas palabras sin sentido, pero quienes hemos practicado tan noble
deporte las entendemos a la perfección, a quienes de paso les dedico este corto
escrito cerrando con la frase universal más conocida entre la hermandad montañera:
“feliz cumbre”.