El ciclo de la corrupción es el mismo que el de la impunidad
El Salvador inicia
lo que muchos analistas denominan como un nuevo ciclo político, la post guerra
queda atrás y escribimos otra página en la historia nacional.
¿Por qué? Bueno,
en términos simples porque la gente se cansó del bipartidismo y de su corrupción,
de la forma demagoga de hacer política de las cúpulas partidarias.
Pero, ¿habremos
eliminado la corrupción por el hecho de que entran nuevos rostros a la Asamblea
Legislativa? ¿Estamos acaso ante el fin del nepotismo y de las coimas?
¿Ahora que
el joven presidente Bukele tiene mayoría (casi) absoluta veremos el renacer de
una sociedad corroída por las prácticas corruptas que han empobrecido al país a
niveles de inanición, insalubridad e impunidad?
Ustedes qué
creen mis estimados conversas, en una simple respuesta a la conciencia de cada
quien: Sí, o no.
Si creemos
que ya era hora de que dejaran de robar unos para que entren otros (los que al menos
me dieron una caja de víveres y 300 pesos) y que eso está bien… Entonces
estaremos frente a un nuevo ciclo de corrupción, y la tal “post guerra” aun es
vigente, la que nos revuelca inconscientes en un tumbo sin fin.
Existe una lógica
simple para saber si estamos columpiándonos en el mismo carrusel de siempre,
ese signo llano que buscamos con esperanza y ahínco es el fin de la impunidad, porque el ladrón si no es castigado vuelve
a robar, si el ministro es coimero y nepotista, y además es expuesto a la luz pública
y aun así no es encarcelado, sin duda éste y los que sigan volverán a
recibir sobornos, porque el sistema no les castiga, y sus hijos se
acostumbraran a vivir de esa forma, teniendo comodidades faraónicas gracias a
las prácticas corruptas de sus padres, alimentando así un nuevo ciclo de deshonestidad,
por la simple y llana razón de que es
natural ser tramposo.
Henos aquí
entonces, diciéndole a las víctimas de la guerra civil (de hace más de treinta
años) que olviden a los asesinos de sus familias y que ya no intenten curar sus
heridas demandando justicia. O bien, convenciéndonos que el diputado que le
disparó a una policía hace 20 años ya no debe ser juzgado porque ese delito
prescribió; "muy complicado eso" dirán otras voces.
O que el
magistrado que manoseó en sus partes intimas a una niña debe de gozar de
libertad por meros tecnicismos. O que el ex apoderado del ejército ande por ahí
caminando como si fuera persona decente sin que se le investigue a profundidad,
y que se le juzgue por todas las arbitrariedades a las que se prestó.
En conclusión,
la impunidad y la corrupción van de la mano, y ambas no tienen sesgo ideológico,
político o histórico; por ejemplo, si un ministro hace trato con
narcotraficantes y no va a la cárcel, es entonces igual de corrupto como la
clase política saliente. ¿Cuál es la nueva idea que tenemos que entender para
tolerarles?, ¿acaso estamos escribiendo otro capítulo de la historia, o no?