1/7/14

Diario de un montañista

Diario de un montañista

El registro, bitácora y anécdotas que llevo sobre mis experiencias como montañista son de los escritos más íntimos que tengo, soy huraño para mostrarlos pero a sugerencia de la casa editorial con la que publico me atrevo a contarles una historia del deporte que he practicado por más de 25 años.

El anda solo

Recuerdo que todo empezó el 1º de diciembre de 2012, cuando estaba en mi estudio compartiendo por redes sociales las imágenes de uno de mis ascensos al Volcán de Izalco, el cual realicé en “solitario” una noche antes de luna llena, agregándole la variable de subir por una ruta que implica un recorrido en escalada, conocida como “la garroba” por la cara oriental del cono del volcán, si bien es cierto no es una inclinación de 80 a 90 grados, pero si lo suficiente como para ser muy cuidadoso ya que de cometer un error y sufrir un percance, o deslice, es suficiente como para ya no poder contar la historia, imaginense ustedes…



Allá por 1985 fui de la Asociación de Caminantes del entonces Instituto Salvadoreño de Turismo, ACISTU, en los años 90, poco más experimentado, pertenecí a la Federación Salvadoreña de Montañismo, luego fundamos con unos vecinos y amigos el club “Huellas”, único en este país por practicar montañismo y bici-montaña a la vez, después fui directivo de esta federación deportiva y finalmente como otra etapa de mi practica montañera me quedé en el género del “solitario”, donde se cruzan montañas como veterano sin un grupo, siendo uno mismo guía de la ruta y tomando todas las prevenciones que implica no ir acompañado, viajar así es un verdadero deporte extremo.

Sin embargo, una noche después de la luna llena ese primero de diciembre de 2012 compartiendo las fotos de mi travesía por el volcán de Izalco, vía redes sociales se comunica conmigo Angélica Monteagudo, comentándome que siempre fue su meta subir a dicho volcán por lo icónico que es, y yo en un tono llano le contesté que podía ir al cerro verde y allí todos los días salen caminatas a dicho volcán a las 11 am, así podría ascender al volcán (claramente desmarcándome de su petición). La sorpresa fue cuando en ese mismo canal me explicó que era una mujer con discapacidad, usuaria de silla de ruedas.

Me quedé en silencio, no solo 60 segundos, mas bien fueron cinco largos minutos antes de contestarle mientras reflexionaba lo tan atrasados que estamos en materia de humanismo hacia las personas con discapacidad. 

En ese justo momento mientras pensaba como disculparme con Angélica por mi tropezón egocéntrico, asumí de una vez por todas que debería ser necesario enterrar al “anda solo” y usar mi experiencia montañera en dar un mensaje al mundo y empeñarme para que las personas sin discapacidad entendamos que debemos esforzarnos más… mejor dicho, debemos preocuparnos por dejarle a nuestros hijos un planeta más humano, más justo, más desarrollado. Fue así que me comprometí por ella y por las futuras generaciones a que subiríamos juntos a la cumbre del Volcán de Izalco.


Juntos somos más…

Este fue el eslogan de campaña con el que anunciamos tan singular ascenso a la cumbre del volcán mas borrascoso y representativo de nuestro paisito, entonces el 5 de mayo de 2013 desde la cima del Izalco le gritamos al mundo “… juntos somos más”. Ya que junto con Angélica, la Cruz Roja Salvadoreña, la Policía Nacional Civil, Fundación Sendas, El Diario de Hoy, Univisión, Telemundo y más de cien voluntarios pudimos cumplir en forma exitosa la misión de mostrarle a todos que las personas con discapacidad sí pueden, no solo hacer deportes extremos; si no, cumplir con cualquier meta que se propongan. Al final lo único que puse fueron los hombros.


La discapacidad termina donde empieza la voluntad.

Le pido disculpas a la “Fundación Sin Límites” por retomar la anterior frase que es suya, pero la verdad así es. La palabra discapacidad la deberíamos de borrar de la real academia española e inventar un nuevo referente que signifique que toda la gente somos personas y la limitación que pudiese existir es la obligación ciudadana de acortarla o eliminarla.

Si ustedes pudieran ver la fuerza de voluntad que tienen las personas que mal llamamos “con discapacidad”, entendieran con claridad a lo que me refiero, el sobreponerse a difíciles situaciones crea un férreo carácter que a la larga es beneficioso para el desarrollo, no solo personal sino social, por lo tanto esto va mas allá del asistencialismo humano, estamos hablando de incluir a personas que por habito las hemos relegado como una carga al heraldo del Estado, y decimos: “pobrecitos hay que ayudarles”.

A lo que me refiero en realidad es que debemos cambiar nuestros valores de una vez por todas, caminemos a formas más prácticas e inteligentes, y no seamos excluyentes con el potencial humano, después de todo los contribuyentes de un Estado son los ciudadanos que producen en términos formales y las personas con padecimientos físicos muchas veces producen más que el ciudadano promedio.

Después de ascender el año pasado junto con Angélica aprendí mi lección más importante de vida y de montañista, “uno solo necesita voluntad para lograr sus metas, los demás obstáculos son sólo eso: pretextos”. Por eso decidí terminar de una vez por todas un proyecto que tenía empolvado y que no lo culminaba sencillamente por eso, “por falta de voluntad” y después de un año de aprender tanto de Angélica terminé mi primer libro OJO DE VENADO. 

Todo gracias a ustedes, a las personas “mal llamadas” con discapacidad, ya que de eso no tienen nada, personas como: Luis Héctor Morales (concejal de San Salvador), Jorge Ochoa (director de deportes paralimpicos), Angélica Monteagudo (Psicologa y dierctora de Fundación Sendas), Omar Mata (Activista Político), David Reyes (Diputado), Armando Madrid (Periodista), entre muchos, todos ellos ejerciendo liderazgos importantes en el país, dignos luchadores justos de sus ideales.

Discapacitado es en realidad el drogadicto, el soberbio, el perezoso, el tacaño, el miserable y muchas personas que no mueven su voluntad para hacer de este planeta un mundo mejor. 

Como montañista me aferro a mi escalada poniendo todas mis fuerzas para luchar por los derechos de las personas con discapacidad, por un mejor mundo y terminando esta hoja de mi diario con la pregunta abierta a usted mi querido lector… ¿tú y yo, qué crees que podemos hacer?