Somos malos, somos buenos…
En
esta congoja que vivimos, en esta incertidumbre migratoria, en un Estado casi fallido, en medio de la
inseguridad donde el emprendedor duda en dar un paso a delante por el temor a
ser extorsionado. Al ver cómo la polución contamina el futuro y la
sobrevivencia nos deshumaniza a todas las personas por igual en una
insalubridad mental.
Les
comparto un fragmento, prosa verso quizá, o simple sean palabras etéreas con
referente pragmático u otros podrán catalogar también como metafórico. Lo que
sí les puedo afirmar es que si buscamos en el fondo de nosotros mismos
encontraremos esa llave que nos abre la puerta del progreso, el desarrollo y la
paz duradera.
Somos malos, somos buenos pero al
final llegamos a donde terminan y empiezan los caminos; a la bifurcación
múltiple de las melgas, de los senderos, estamos entonces en los encuentros de
las rutas y las distancias, en ese punto vórtice donde lo que empieza mal
termina mal, en donde lo que empieza bien termina con una muerte en paz. Es ahí
entonces la prueba donde se templa el filo del buen acero cortando de un tajo
el espacio exacto donde quepa cada palabra con razón y significado justo para
solucionar de una vez por todas el ciclo de la incertidumbre que todos llevamos
a cuestas; de no saber la verdad desconociendo la historia, escudándonos en
artilugios legales y armisticios para eludir la justicia terrenal y divina. Todo
para llegar ahí, justo ahí, al sitio donde debemos decidir si perdonamos o no,
si hablamos con la verdad o con la mentira, si elegimos al Salvador o mandamos
a crucificar a Barrabas, si seguimos adelante o nos quedamos inclementes a
esperar lo que nunca sucederá; contemplando la ruta del
progreso, la del trabajo mutuo, la de la paz; atrapados en un “dèjávu” macabro,
tomando en una copa de cristal en vez de vino, sangre coagulada y granate,
espesa y viscosa, amarga y veteada.
(Fragmento de la novela
Ojo de Venado)
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