Un punto de vista diferente de los hechos y las cosas insólitas que nos suceden y que atañen al público en general; les comparto mis artículos, crónicas, críticas, ensayos periodísticos y otras hierbas....
Este es un principio universal de paz muy bien
conocido y antiguo, quizás es contemporáneo en su concepto jurídico, pero es en
verdad muy… pero muy antiguo en su esencia.
Imagínense, ¿cuántas guerras o cuántos males se hubiesen
evitado si los poderes fácticos dejasen que los pueblos eligiesen sus destinos?,
¿cuántas amenazas serían dirimidas por la vía pacífica si el principio de la
autodeterminación de los pueblos no fuese letra muerta para las potencias
mundiales?
No les miento, el derecho a la libre determinación de
los pueblos es uno de los asuntos más tratados a nivel jurídico y extensos en
la política internacional, les podría referir desde la mismísima carta
fundacional de las Naciones Unidas en 1945, o bien, la Convención de Viena en
1969, o el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales en
1966, y un nutrido número de resoluciones de promoción de orden y paz aprobadas
en el seno de las asambleas generales de las Naciones Unidas, así como
cantidades de tratados internacionales de la UNESCO, OIT, ACNUR, etcétera,
etcétera, etcétera…
Sin embargo, henos acá al vilo de otro conflicto a
nivel global, con las ojivas nucleares apuntando de un lugar a otro. Y todo por
qué… por la maraña jurídica e ideológica de no saber respetar e interpretar el
principio de la libre determinación de los pueblos.
Taiwán queriendo su independencia y China negándosela,
Ucrania queriendo mejores niveles de seguridad y Rusia la amenaza, el Sahara
Occidental queriendo ser libre y Marruecos la invade; y así un sin número de
impases que podrían resolverse de una manera fácil y pacifica con el principio
de preguntarle a los pueblos, a la gente, qué es lo que quieren.
Algunos conflictos más desgarradores o amenazantes que
otros, pero en esencia es lo mismo; Cataluña pretende ser independiente de
España, Escocia e Irlanda de Inglaterra, Quebec de Canadá, pero en la medida
que se respete la voluntad de los ciudadanos en esa medida se agravan o se
disipan los conflictos, así de fácil…
La Republica Checa y Eslovaquia se separaron en 1993,
y así dejó de existir un Estado llamado Checoslovaquia, ahora hay dos países independientes
uno del otro y no se disparó ni una sola bala.
La libre determinación de los pueblos implica que las potencias
no intervengan en los conflictos internos de los países. ¿Cuánto nos hubiéramos
ahorrado los latinoamericanos si la Internacional Socialista o las potencias
occidentales no hubiesen metido sus sucias garras en nuestros asuntos civiles
durante la guerra fría?
Cuánta contaminación ideológica, cuánto
intervencionismo en nombre de la justicia social.
Qué tal si proponemos ir de menos a más… es decir, qué
tal si en el istmo americano les devolvemos las tierras y las autonomías a los
pueblos originarios, y una vez hecho eso, qué tal si los pueblos
centroamericanos formasen una unión política y jurídica, ¿acaso no es ese el
deseo intrínseco de estos pueblos en esta región del mundo que la historia tanto
ha vilipendiado?
A continuación, presentamos un reportaje sobre la integración
centroamericana, publicado en el año 2010. Hacemos un análisis desde una perspectiva histórica desarrollando temas
propios de cada país, en la coyuntura de finales de la primera década del siglo XXI. También ofrecemos al lector
una entrevista con un Ex Diputado del PARLACEN, a fin de comprender las problemáticas
que han dificultado la unión centroamericana.
El objeto es buscar una nueva narrativa encaminadas a eliminar las
brechas que impiden la integración entre las naciones de la América Central.
De la utopía a la realidad
A lo largo de la historia centroamericana
vemos un sin número de invasores: Españoles, mexicanos, ingleses, y por
supuesto, estadounidenses; todos con un mismo común denominador, cuando pasan
por nuestro territorio todos ellos están en plena expansión de sus poderes ya
sea imperiales, económicos, geopolíticos, según al gusto del lector.
Las pequeñas repúblicas centroamericanas
siempre son presa fácil y terminan siendo a lo largo de la historia una mera
escalinata de los potencias en expansión, esto no ha cambiado con los años, la
única diferencia es que en la actualidad los nuevos invasores conllevan nuevas
formas; sin embargo, en esencia vienen siendo lo mismo, del filibustero William Walker a Posada Carriles, de caudillos como Agustín de Iturbide a personajes como Hugo Chávez, hemos visto empresas bananeras con gran influencia en las sociedades
hondureñas y guatemalteca, así como actualmente lo son los grandes consorcios
financieros.
Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá,
tenemos más similitudes que diferencias. Los que hemos recorrido Centroamérica
lo sabemos inequívocos, aun cuando los poderes locales de cada país y algunas élites
dominantes no les convenga.
Cuando viajamos a lo largo de istmo nos damos
cuenta que tenemos una característica en común que nos une como un solo pueblo
centroamericano, y no es exactamente el idioma, el vestido o la forma de
bailar, la realidad es que todos los pobladores de Centroamérica somos
multiculturales y tolerantes, pueblos con vocación de paz, hospitalarios y
trabajadores, con grandes recursos naturales, con un territorio rico y fértil.
Esto último hace que nuestra cultura, desde la originaria hasta la actual, sea
por naturaleza amante y permeable al amor a la madre tierra y ecologista.
No obstante, así divididos como estamos somos países pequeños, comparados con
nuestros vecinos del norte y del sur, siendo esa la principal debilidad de las
siete repúblicas centroamericanas.
Divide y vencerás, reza un proverbio de Nicolás Maquiavelo el primer politólogo académico de la
historia. Al parecer Centroamérica nació como una república ya vencida, una
historia que ya deberíamos haber superado a casi 200 años de nuestras
soberanías; más sin embargo, queremos hacer surgir nuestra cultura a partir de
visiones individuales de mini países, sin vislumbrar una verdadera sociedad y
cultura centroamericana, rica y diversa.
Los organismos como el PARLACEN, SICA, CSUCA, no son suficiente para la integración,
tenemos por desgracia una élite política sin voluntad real que no permite tal
paso fundamental al desarrollo, son los pocos que generalmente se benefician
con las regalías de los grandes poderes mundiales en turno, a quienes les
interesa que sigamos segregados, estas potencias suelen llamarlas ellos como, “socios
estratégicos”.
Deberíamos abrir nuestra mente y nuestra cultura, en una práctica sana en la
naciente democracia Centroamericana. Es necesario ensayar hacia nuevas formas
de vernos entre co-nacionales, o bien, entre Estados hermanos.
Veámoslo de una sola vez, de lo simple a lo
complejo; por ejemplo, tener selecciones deportivas centroamericanas
compitiendo en el concierto mundial... a ver cómo nos va. También, festivales
artísticos de la diversidad cultural centroamericana de seguro habría mucho que
mostrar.
Después podríamos aspirar a los
pasos más complejos como el surgimiento de una moneda común del istmo, o
la integración total arancelaria, la eliminación de fronteras, la emisión de un
solo pasaporte, o bien, la integración jurídica de los derechos ciudadanos, es
decir, una sola ciudadanía centroamericana.Sin duda, hay que ganar primero la voluntad política, eso es el primer paso.
Las coyunturas como la que vive ahora Honduras y la ola de violencia que embate
a hondureños, guatemaltecos y salvadoreños, deberían de ser oportunidades
relevantes para hacer sentir estos valores, ya que de ser un Estado integrado
estos males no podrían golpearnos con tal magnitud, porque sus condiciones de
origen fueran minimizadas por el desarrollo de una sociedad y cultura más
fuerte, tanto en el sentido jurídico institucional como en el social.
La historia siempre nos deja una moraleja
Al momento de la independencia de España en 1821
las provincias centroamericanas (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y
Costa Rica) pasaron a formar la Federación de Repúblicas Centroamericanas, con
su propia constitución, escudo y moneda.
Inmediatamente México quiso hacerse de los territorios centroamericanos ocupando
las ciudades de Guatemala y San Salvador; Inglaterra afianzó aún más sus
territorios en la Mosquitia (atlántico nicaragüense), Belice y el
atlántico hondureño; y Estados Unidos se interesó expresamente en
el territorio para un canal interoceánico ya sea en Nicaragua o en Panamá.
Así funcionaron las cosas durante el periodo post independencia, no obstante
las disputas entre las élites criollas terminaron por fragmentar
a la naciente república, en estos conflictos secesionistas a mediados del siglo
XIX indudablemente intervinieron a favor de los separatistas los gobiernos de
Estados Unidos, Inglaterra y el poder de la Iglesia Católica, sobre todo porque
en esa época recién la habían despojado de sus poderes
monásquicos, tanto en la educación del pueblo y los poderes administrativos de
los ejidos.
Las élites criollas a las alturas de 1840 estaban divididas entre liberales y conservadores, un equivalente a lo que hoy consideraríamos
“ultra derecha” y “centro derecha”, sus diferencias estribaban en la forma de
hacer gobierno, unos creían en la conservación de los buenos valores para
motivar cambios certeros, y los otros (liberales) en el surgimiento de nuevos
conceptos ciudadanos, importados de la revolución francesa (libertad,
fraternidad e igualdad).
Sin embargo, ambos esquemas en la práctica
eran excluyentes y las disputas viscerales entre ellos terminaron por echar al
traste la unidad centroamericana.
Rafael Carrera un caudillo de a mediados del siglo XIX, apoyado por la Iglesia
Católica y los conservadores guatemaltecos, terminó por darle la estocada final
a la visión de una Centroamérica unida. Este caudillo en 1939 venció en batalla
al general hondureño Francisco Morazán y separó Guatemala como principal
provincia de la Federación Centroamericana.
Después de esta separación existieron otros
intentos a finales del siglo XIX y luego los últimos a principios del siglo XX,
todos fracasaron; sin embargo, se mantiene el anhelo de todos los ciudadanos
centroamericanos, que es ver el territorio sin fronteras políticas.
El PARLACEN es quizá la última esperanza de integración que ha surgido, pero no
fructifica la iniciativa, a los políticos en general no les parece la idea,
perderían margen de maniobra al negociar prebendas con las potencias mundiales
a costa de los intereses comunes de una Centroamérica unida.
A lo largo de las décadas se han encargado de continuar dividiéndonos
fomentando el individualismo entre los Estados de la región, fingiendo que
tenemos culturas e idiosincrasias diferentes, por tal razón según esta
narrativa Centroamérica no puede ser un solo pueblo.
Los que escriben artículos como éste o, los que aún hablan de una integración
centroamericana al estilo unión federativa o de Estados, solo pueden ser unos locos
utópicos que no viven en la realidad, cuando la realidad solo es una: "Se
encargaron de dividirnos con el objeto de mantenernos dominados, ya que así es
más fácil tener poder sobre cada país".
Ahora en el siglo XXI se pueden inyectar nuevas fortalezas a la integración
centroamericana, se puede empezar con los medios de comunicación, estos
espacios nos permiten intercambiar más fácil las ideas, entusiasmando a las
masas al fomento de los valores integracionistas, después de todo son los
ciudadanos centroamericanos quienes tienen que exigir la visión de una unión, presionando
a la clase política a tener un discurso integracionista, y no solo del diente
al labio.
A lo largo de los
años la historia nos ha inculcado que la realidad actual en la región es una: Somos
pueblos “en vías de desarrollo o subdesarrollados”; al final, nos dimos cuenta
que los tales valores conservadores no tuvieron utilidad para llegar al
desarrollo como nos lo vaticinaron a lo largo de la historia y, el modelo
liberal del siglo XIX también fracasó, ambos fueron excluyentes de la
diversidad cultural florida del istmo, queriendo homogenizar en pro de la
“civilización” una sola cultura criolla con características excluyentes, siendo
esto un error histórico ya que el respeto fundamental y la tolerancia son el
único pasaje a la paz y el desarrollo.
La política de la
inclusión social y el multiculturalismo debe ser nuestro futuro, siendo valores
fundamentales en el camino a la integración Centroamérica, así como el respeto
al medio ambiente, valor intrínseco cultural que data desde los pueblos originarios
del istmo.
Panamá
Panamá el último
abordo a la canasta centroamericana, se declaró independiente de Colombia a
principios del siglo XX y tiene una historia particular.
Los panameños ganaron
su soberanía en 1903 ya que eran parte de Colombia, pero estaban separados por
una zona selvática altamente densa (territorios del Darién), esto provocó un
aislamiento y cierto olvido de Bogotá hacia uno de sus territorios, Panamá.
Sin embargo, Estados
Unidos siempre contempló en sus planes un canal entre los océanos pacífico y
atlántico, cuyo lugar finalmente escogido fue el territorio medio de Panamá
entre el lago Gatún y la bahía contigua al puerto tradicional de la ciudad de
Panamá en la costa pacífica. Después de todo, esta ruta ya era explotada a través de un paso
ferroviario que en su época era un alto logro de la ingeniería del siglo XIX,
por lo tanto, ya tenían una infraestructura montada.
El día 3 noviembre de
1903 cuando los principales caudillos locales declararon la soberanía panameña
sobre Colombia, el gobierno estadounidense hizo un cerco marítimo protector a
cualquier invasión para que el gobierno local (panameños) tomara “libremente”
la decisión “soberana” de concesionar la zona del canal para la construcción
del mismo a los Estados Unidos de América.
Luego de una sufrida
construcción del canal interoceánico en el año de 1914 sus esclusas estuvieron
listas para los barcos, con un considerable costo económico y un sin número de
muertes y explotación de miles de trabajadores, en su gran mayoría, de todas
las repúblicas centroamericanas. La diferencia de recursos fue injusta los
millones invertidos en la construcción se recuperaron con el negocio marítimo,
sin embargo, el costo de vidas humanas jamás se redimirá.
Luego con el
tratado Torrijos-Carter en 1977, se
reivindicó la mal trecheada historia panameña, se iniciaba así todo un proceso
de reversión del canal interoceánico y sus territorios colindantes, regresaría
la soberanía de la Zona del Canal a los panameños.
Todo empezó cuando
unos estudiantes de secundaria subieron a la cima del cerro Ancón (en la Zona
del Canal) y sustituyeron la bandera estadounidense por la panameña, al acto
fueron acribillados por los marines norteamericanos, tal hecho indignó a la
opinión pública local y la escalada de violencia fue inminente, lo que aprovechó
hábilmente por el general Omar Torrijos presidente en
turno de Panamá para revertir el canal a los panameños, con el célebre tratado
Torrijos-Carter.
“Casualmente” el
general Torrijos tubo un accidente en avión pocos años después de firmar el
tratado con el presidente Carter, dicho accidente nunca fue esclarecido.
Al final, a pesar de
muchas dificultades, enmiendas parlamentarias y una invasión directa del
ejército estadounidense en 1989 a Panamá, el canal fue del Estado panameño en
el año 2000.
Panamá es la
combinación perfecta entre la alegre y colorida cultura caribeña y las
sociedades criollas clásicas de Latinoamérica, obviamente tiene diferencias
historias con los demás países del istmo lo que ha de tomar en cuenta el actual
presidente conservador panameño Ricardo Martinelli al retirar sus
diputados del parlamento centroamericano.
Lo que sin duda no
toma en cuenta el mandatario panameño es que al igual que todos los países
centroamericanos a lo largo de nuestra historia hemos sido utilizados al antojo
de las potencias mundiales figurando fácilmente entre sus colonias
territoriales o económicas, ya que por muy canal que posean nunca podrían
competir con las potencias emergentes y menos con las ya establecidas.
Honduras un pulso de
poderes
En honduras el 28 de junio del
2009, sucedió lo impensable en el siglo XXI, hubo un golpe de Estado o lo que
otros llaman una sucesión constitucional, aunque se me hace difícil creer que
en alguna parte de la constitución hondureña justifique que el ejército irrumpa
en la residencia presidencial para sacar a la fuerza a un presidente electo y
enviarlo al exilio en avión; sin embargo, esto nos recuerda un viejo resabio
que casi habíamos olvidado: “Centroamérica es el lugar donde todo en política es
posible”, pero en fin… no queremos que esto despierte más pasiones discursivas,
NO es el punto de este escrito.
Lo que es relevante,
es que en la actualidad hondurareña solo existen dos bandos “los buenos y los
malos”, los que apoyan al depuesto presidente Zelaya dicen que los que avalan
el golpe de Estado son los malos y a su vez éstos dicen lo contrario, que ellos
son los buenos y los zelayistas son los malos.
Para unos el bando de
los buenos es quienes apoyan los lamentos de Manuel Zelaya y las denuncias de
la ONU, junto a, Argentina de los Kirchner, Venezuela de Chávez y Ecuador de
Correa, siendo la razón inequívoca de porque no hay que bajar la guardia ya que
las fuerzas fácticas “fascistas”, aún están latentes en nuestras sociedades
latinoamericanas…
Desde la sociedad
civil los discursos polarizados y extremistas ya nos tienen hartos, y el sentir
solo es uno: “Los centroamericanos vemos el dolor de los hondureños como cuando
nuestro hermano se cae en el pavimento y llega a casa reventado con raspones en
los codos y las rodillas, es decir, tenemos un conflicto social en la región
que nos afecta y conmueve a todos”.
El proceso social hondureño
no deja de ser un sainete de una república bananera, no obstante es una carga
muy pesada como para dejarlos a ellos solos, debemos como hermanos ayudarles a
curar sus heridas, llevan una carga histórica injusta a la cual su familia los
debe acuerpar, no es culpa de los hondureños que hayan tenido una costa
atlántica tan rica y tan extensa como para que los imperios ingleses y
estadounidenses la intenten usurpar a lo largo de los años, dejando su huella
financiera hasta este siglo XXI, como las transnacionales bananeras que
actualmente existen, o como, la base militar estadounidense de Palmerola en
Comayagua; siendo estos referentes fehacientes de esos intereses.
O bien, el escándalo Irán Contras, donde los
organismos de inteligencia estadounidense utilizaron el narcotráfico para
financiar al grupo insurgente conocido como “Las Contras”, y justo dándose
dicha operación en el territorio hondureño.
No es culpa de los
hondureños que un poder emergente como la Venezuela de Hugo Chávez con su
iniciativa del ALBA, intenten acuñar o
desafiar los tradicionales intereses norteamericanos en este país.
Finalmente, Brasil
entra a la escena uniendo fuerzas con Venezuela, algo que para los que llevamos
el hilo secuencial de la historia reciente del cono sur no nos sorprende, otro
pulso de fuerza que el Gobierno de Brasilia hace contra Washington.
El
depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya entró en secreto al país del que
fue expulsado, siendo acogido en la embajada de Brasil. Luego de meses de la
crisis política Zelaya abandona el país cuando Porfirio Lobo el nuevo presidente
electo le da un salvoconducto para su salida.
Bien por ellos
(Venezuela y Brasil) que pueden pulsar sus fuerzas con el imperio
estadounidense, lo malo es que los hondureños pagan las consecuencias por los
platos rotos que esto conlleva y el resultado es el debilitamiento de la
democracia, no solo hondureña, sino también de toda la región, es decir, unas
elecciones que fueron convocadas por un gobierno “de facto”, tuvieron como
resultado una convocatoria débil y seriamente cuestionada, (colegas periodistas
corresponsales de prensa de medios salvadoreños me dijeron claramente que las
elecciones fueron un rotundo fracaso por el ausentismo, más sus jefes editores
publicaron lo contrario manipulando como siempre las imágenes, algo que no
cuesta creer).
Finalmente, ¿quién tiene la
razón?... eso es lo de menos, la democracia y las formas pacíficas de
convivencia son los que pierden, y en conclusión podemos decir que tanto los
del sur como los del norte tomaron la débil Honduras como su mesa para pulsar
sus fuerzas y echar sus apuestas. Ahora una vez más pregunto ¿Esto podría ser
posible si Centroamérica fuera una sola?
El Salvador, Honduras
y Guatemala víctimas de la exclusión
Fotografía Ulises Rodríguez
¿Cómo llegamos a esto?
Tanto las sociedades, guatemalteca, hondureña, como la salvadoreña sufrimos en
gran escala los males de las pandillas, conocidas como “maras”, ellos trafican
con drogas, asesinan, extorsionan y ejecutan secuestros, evolucionando en los
últimos años a grupos organizados del crimen a gran escala.
Algunos activistas
sociales los defienden argumentando que muchos jóvenes se ven identificados con
estos grupos y se integran a ellos, ya que son excluidos de sus propias
familias, grupos sociales y educativos, pero sobre todo por la falta de oportunidades
y valores.
No terminaríamos de
argumentar si quisiéramos ver justificaciones, tampoco terminaríamos de debatir
si quisiéramos polemizar con qué enfoque deberíamos tratar el tema. Les invito
a googlear la referencia “la
vida loca, documental de Christian Poveda”, ya que es un material muy
profesional en su enfoque periodístico, el cual describe el fenómeno de forma
amplia e imparcial. Dicho sea de paso, Christian fue asesinado por producir ese
documental, pero esa es otra historia.
Lo cierto es que en los tres países la
exclusión social es el producto de los errores políticos de los gobiernos
pasados; conservadores y liberales. No solo llevaron a la división de la
república centroamericana, sino, además intentaron imponer su punto “occidental
y civilizador” como se hacían justificar, excluyendo a lo largo de la historia
a grandes masas indígenas, afrodescendientes y ladinas, sin oportunidades
reales de desarrollo.
En esencia los sistemas a lo largo de la
historia están diseñados para que la educación, banca financiera y fuentes de
empleo, sean exclusivas para los que se apeguen a estas visiones de ciudadanos.
Lo demás es historia, las migraciones
masivas por faltas de oportunidades a Estados Unidos, y luego, las
deportaciones como fenómenos sociales complementarios al problema de las pandillas.
Por desgracia no existe claridad aun al abordar la problemática, no se escucha
en los discursos políticos los valores de integración e inclusión, integración
no solo de los Estados para tener más solidez al abordar esta macro
problemática, también integración de la diversidad cultural, lo que nos lleva a
la inclusión de todos los actores sociales al desarrollo, es decir, facilidad para
todas las personas de educación (de todo nivel educativo), salud, oportunidades
de créditos justos, energía y tecnologías más accesibles.
En fin, puede que
tengamos ya una generación pérdida y hemos llegado a un nivel en donde la
rehabilitación de muchos pandilleros es imposible, por lo tanto, lo que aplica
es un régimen carcelario severo o la aplicación de medidas extremas. Son sin
duda decisiones difíciles que tienen que tomar los líderes por los errores del
pasado. Pero tampoco vemos los signos como para afirmar, “este es el final del
túnel”. Las exclusiones sociales están latentes y a flor de piel, por lo que no
vemos claridad en la solución de la problemática.
Lo cierto es que, si
no trabajamos por las nuevas generaciones, bajo una visión diferente de Estado
no podremos romper la espiral de violencia, y si la sociedad sigue en el mismo
caos en el que nos encontramos, iremos viendo fenómenos de involución social cada
vez más graves.
Las nuevas
generaciones merecen mejores liderazgos que los que tenemos hoy en día, ya que
los actuales solo nos han llevado por el camino de la exclusión y el caos.
Ahora tenemos un
nuevo eslogan en casa presidencial en El Salvador, “Unir, Crecer, Incluir”, a
medio año de ser presidente Mauricio Funes parece ser que esto es solo letra
muerta, hay que esperar resultados más contundentes para ver si la tal
inclusión es cierta.
En conclusión, si las
condiciones sociales y políticas no cambian en Guatemala, Honduras y El
Salvador, las pandillas seguirán existiendo porque tendrán una razón de ser.
Entrevista a Alfredo
Pineda Saca, ex diputado del PARLACEN
Alfredo Pineda Saca
es licenciado en Relaciones Internacionales, fue Secretario del Parlamento
Centroamericano en el período 1998-1999. En la actualidad es catedrático de la
Universidad de El Salvador en la Escuela de Relaciones Internacionales.
¿Cómo nace el PARLACEN?
¿Porqué Costa Rica no pertenece al PARLACEN?
¿Usted como ex diputado del PARLACEN cree que las
razones que da Panamá para su separación son válidas?
¿Qué piensa de la integración Costa Rica - Panamá?
Finalmente ¿Cuál cree que sería el camino a una
integración de Estados para Centroamérica?
Nota: Se le agradece a la
secretaria de comunicaciones de la UES, por facilitarnos el personal y equipo
técnico para realizar esta entrevista interactiva.