Filtraciones
Muchos me
preguntan, ¿cuándo es válido filtrar información a un periodista?, acá un
acercamiento sobre este delicado asunto.
Hace unos meses estaba sentado solitario en la barra
del bar del barrio, y con una pinta de cerveza en la mano me abordó un ex
compañero de la facultad de mi época de estudiante de periodismo, me comentó
que (al menos en ese momento) él estaba trabajando como parte del equipo de
comunicación de un socialité de la política salvadoreña, uno de esos influencers
de la opinión pública favorable al gobierno en turno.
Me contó que ese fulano jefe de él me tenía entre ceja
y ceja, preguntándole varias veces para quién trabajo, y, a qué intereses
correspondía mi lealtad.
Mientras me hablaba de eso y otros temas hice lo que
mejor sé hacer, mostrarme estoico y atento a la plática, agregando mi viejo
amigo que al susodicho influencers le resultaba inaudita esa idea de que
fuera independiente, a final de sus comentarios le dije:
―Bueno… nunca he querido ser monedita de oro para caerle
bien a medio mundo, además no está en mis planes que alguien vote por mí ―reímos entonces los dos al compás de
un choque de vasos.
Luego de un corto silencio me dijo ya en un tono
serio:
―Si te contará todo lo que veo y oigo en este trabajo
te quedaras con la boca abierta de la impunidad mediática que hay, y de igual
forma de los niveles de censura que se nos vienen, ni a los mismos altos
funcionarios les permiten dar entrevistas, solamente estos tipos que son
“expertos analistas” pueden dar declaraciones a la prensa, cuando en realidad vos y
yo sabemos que para lo sí son expertos éstos es para la contrainsurgencia y la manipulación
de masas.
Continuó diciéndome mi excompañero entre otras cosas que
en ese trabajo lo habían hecho firmar un contrato de confidencialidad con
consecuencias penales, por lo tanto, me explicaba que era mejor que dejáramos el
tema ahí porque sabe que yo suelo escribir en este blog, el cual es monitoreado
por ellos mismos.
―No entiendo por qué ―le dije― si nadie me lee ―y volvimos a reír.
De nuevo otra vez serios le expliqué que en materia de
derecho existe el principio que ningún contrato o acuerdo notarial está sobre
las leyes establecidas del país, dándole el ejemplo que ninguna organización,
dependencia de Estado o empresa puede obligar a alguien a hacer un ilícito o acto
amoral.
―¿Cómo así? ―me
preguntó.
―Bueno, imagínate que te obliguen a guardar silencio
ante una violación de una mujer, o menor de edad, o ante un hurto, o coima.
Cuando la ley es explicita a que estás obligado a denunciar y a atestiguar sobre
tal abuso… lo mismo sucede con el derecho a la información, el principio legal
dice que la información pública es de la gente no de un gobierno, partido y
mucho menos de un fulano político.
―¿Cómo sabes todas esas interpretaciones de la ley?
―En la cátedra de “Derecho a la Información” ―le repliqué.
―Naaa… eso no recuerdo que me lo
explicaran en clase.
―Bueno para serte sincero me lo explicó don Armando
Bukele cuando nos daba escuela política en mi época de dirigente estudiantil
allá en al UES.
Guardó un profundo silencio mi ex compañero, oyéndose
nada más el jolgorio de la noche, al rato de estar así levantó la mano llamando
al mesero para pedir más cerveza, se me quedó viendo y dijo:
―Voy al baño, ya vengo y te cuento un par de cosas,
pero no vayas a publicar mi nombre.
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