Max Herrador
Antes que nada quisiera que mis lectores supieran que este análisis lo hago partiendo del hecho que su servidor también ha sido emigrante, y por razones personales decidí retornar a El Salvador después de 3 años en Canadá, por lo que entiendo perfectamente el punto de vista “indignante” que sienten los millones de salvadoreños en el exterior por no poder tener decisión e influencias en la vida política en la tierra natal, que sin duda todos y todas amamos.
Siempre en este blog he denunciado categóricamente una serie de injusticias que estamos constantemente viviendo, una de ellas es sin duda que no todos los salvadoreños tenemos el derecho de decidir quien nos gobierna, independientemente estemos donde estemos, este derecho se nos ha vedado por razones meramente vanas, veamos a continuación el análisis.
Primero es notable que El Salvador a diferencia de otros países tiene una diáspora muy nutrida y particular, por ejemplo existen en el exterior más de 3.2 millones de salvadoreños (según datos estimados en base a registros de las representaciones diplomáticas), esto es un tercio de la población salvadoreña total, lo cual asusta a cualquier político (estadista) de las fuerzas electorales llámese partidos políticos acá en El Salvador, ya que en un escenario de una posible elección si los salvadoreños en el exterior pudieran ejercer el sufragio tendrían una gran capacidad de influenciar los resultados electorales. El miedo del poder político estriba en que los electores en el exterior no son maleables a propagandas sucias o engañosas, tampoco se prestarían a juegos populistas de cualquier caudillo.
Luego hacemos ver claramente que la práctica de votar en el exterior es común en todo el mundo, son 96 países en los cuales sus ciudadanos ejercen sufragio en cualquier lado del planeta en que estén. Por lo tanto que los salvadoreños lo aspiremos es totalmente válido.
Si vemos con ojos fríos el significado real de la emigración resumiríamos diciendo que es una insatisfacción “colectiva”, que en El Salvador se volvió “masiva”, forzando a lo largo de nuestra historia a más del 33 % de la población a buscar un mejor futuro en el exterior, convirtiendo el fenómeno en un verdadero éxodo con todas sus consecuencias sociales a gran escala.
También es importante ver que después de todo los hermanos lejanos pasaron a ser un pilar fuerte de la economía nacional ya que envían remesas a sus familiares (más de 2,000 millones de dólares anuales) y por tanto son entes activos en la economía nacional, razón por la cual les da aun más derecho de poder decidir sobre la política en el país.
La comunidad de salvadoreños en el mundo está organizada y canalizan ayuda humanitaria, social y de otra índole a pueblos específicos para incidir en el desarrollo local, generalmente de donde son originarios, zonas pobres donde la ayuda institucional del Estado llega en menor cantidad.
La diáspora del pueblo es producto de la lucha por querer vivir mejor, esto impulsa a muchos de nosotros a abandonar la tierra natal y emprender un viaje incierto tomando una decisión valiente y arriesgada, gran número de hermanos pierden, lo he visto con mis propios ojos pero también muchos lo logran después de una vorágine.
Prueba irrefutable de todo lo anterior expuesto es que nuestra gente en el mundo ha logrado ser una comunidad respetable digna de considerar en los espacios políticos del país huésped, para el caso en Estados Unidos donde muchos salvadoreños se han posesionado de cargos públicos dentro de la sociedad, como la legisladora del Estado de Maryland Ana Sol Gutiérrez.
Precisamente la Senadora Gutiérrez vino al país a discutir con sus homólogos de la Asamblea Legislativa salvadoreña durante el mes pasado una posible incorporación de los hermanos lejanos al sistema electoral para poder ejercer el sufragio, pero al parecer la Senadora salvadoreña-estadounidense se retiró decepcionada del poco interés por el tema, acusó a la clase política salvadoreña de excluir a la diáspora, según entrevista que ella concedió a la Prensa Gráfica el pasado 26 de agosto.
No existe un interés real por parte de la clase política salvadoreña de hacer efectivo en un futuro inmediato el justo derecho de votar de los salvadoreños y las salvadoreñas en el exterior. Proporcionalmente son muchos y por la naturaleza del fenómeno emigración salvadoreña los hermanos lejanos han evolucionado en su forma de ver y hacer sus vidas, lo que sin duda tendría que modificar el discurso de los políticos salvadoreños si la diáspora votara. Por ejemplo, en la mayoría de países donde residen están acostumbrados a ver debates de altura entre los candidatos, además del respeto a las promesas planteadas cuando los políticos piden el voto. Así como el mayor alcance de las propuestas por el mayor nivel de educación alcanzado.
En conclusión si se comenzará a discutir seriamente el voto de los salvadoreños en el exterior, no solamente estaríamos reivindicando el derecho inalienable de todas y todos los salvadoreños, sino también, cualificaríamos por obligación a nuestra clase política ya que si pretenden en verdad cautivar a los hermanos lejanos deberán mejorar significativamente las propuestas ya que éstos poseen mayor nivel de madurez democrática y criterios más amplios.
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