Qué
es la democracia tropical
Siempre nos
contaron desde que estamos en secundaria que “democracia” es el poder del
pueblo, basándose los conceptos en los clásicos griegos (Aristóteles y Plantón);
sin embargo, Las definiciones de pueblo, Estado, gobierno y ciudadano han
cambiado significativamente a través de los siglos, por ejemplo en las ciudades
helenas los ciudadanos votaban y deliberaban en plaza pública sobre políticas
importantes de Estado pero no lo hacían los esclavos ni las mujeres ya que no
tenían el estatus de “ciudadanos”.
Tratemos de
explicar entonces el nivel de democracia que hemos alcanzado y cómo nos
tropicalizan la idea del poder del pueblo a los salvadoreños, así como en
muchos países de América Latina y Estados Unidos también.
La
república
Tenemos aproximadamente 200 años de vivir en un Estado republicano desde que concebimos la independencia de España, antes éramos colonias de ultra mar con un gobierno central en Madrid, bajo la monarquía de los reyes Borbones y mucho antes vivíamos en los estamentos del cacicazgo de lo cual muy poco se sabe y no es de interés en este artículo profundizar.
Lo que sí
podemos afirmar es que los “padres de la patria” allá por 1811 y en otras
emancipaciones que le continuaron al famoso “primer grito de independencia” se
dieron la tarea de concebir la república en épocas de la ilustración y la
figuraron en la división de los poderes del Estado: Presidente, Diputados y
Jueces. Que en palabras académicas sería, poderes ejecutivo, legislativo y
judicial. En ideograma sería el famoso triangulo de nuestro escudo bajo la
aureola del gorro frígido símbolo del pensamiento “iluminado” de la ideología
de la ilustración con cimientos en la revolución francesa y su bandera
tri-color, azul rojo y blanco, incluso un fundador del partido ARENA me contó
una vez hace tiempos que la bandera de dicho partido estaba inspirada en ésta
como símbolo republicano de su ideario.
Igualdad,
fraternidad y libertad, fueron en esa época las consignas de lucha de liberales
contra conservadores en los anales de la república. Todos conocemos la historia
y no vamos a recontarla, sino mas bien señalemos lo que a veces obviamos, por
ejemplo, la exclusión de los pueblos originarios, pues aun después de la firma
del acta de independencia estos no eran reconocidos como ciudadanos sin derecho
a ejercer su voto, no es de extrañarse pues que el mismo partido “liberal” - tri
color les haya negado los votos hace un par de meses para reconocerles sus
derechos como pueblos originarios.
Existieron varios filtros ya que la “igualdad” republicana no reconocía en estatus ciudadano a personas que no tuvieran por ejemplo un empleo “digno”, o que no supieran leer y escribir. Es el principio de la exclusión institucionalizada que debemos entender, asumirla y conocerla para superarla, dejar de ser una democracia tropical es sinónimo de ser un país en vías de desarrollo, lograrlo significa un Estado de derecho pero para ello necesitamos por fuerza cruzar la línea y caminar a una democracia plena.
La
democracia del siglo XXI
Después de la guerra civil salvadoreña se fortalecen las instituciones como parte de los acuerdos de paz, especialmente electorales y jurídicas, el parlamento acepta el multi pensamiento ideológico y los antiguos alzados en armas (FMLN) se convierten en partido político y entran en la justa electoral. Pasaron veinte años sin lograr el poder Ejecutivo, pero antes fueron poco a poco logrando escaños en el parlamento y ganando municipalidades claves.
Pero, ¿qué es en realidad el parlamento o Asamblea Legislativa?
El principio o espíritu del parlamentarismo es uno de los elementos básicos de
la república que nos diferencia del totalitarismo y de las monarquías. Los
diputados son los que crean las leyes con las que se rige el país y éstos son
la voz del pueblo, es decir, sus representantes. Por eso deben ser electos por
voto directo o popular. Hasta ahí todo bien, pero veamos cuál es el truco de la
democracia del siglo XXI o más bien dicho nuestra democracia tropical.
Un curul o diputado
en la asamblea tiene en “teoría” 26 mil votos ciudadanos (sufragios) que los
respaldan, es lo que se conoce como “voto calificado”, cada diputado es
equivalente a un número determinado de electores que depende de cuantos
votantes hallan en cada elección, por ejemplo en las elecciones pasadas a diputados
en el 2012 hubieron 2 millones 250 mil votos validos, esto dividido entre 84
curules nos da en principio un número aproximado de 26 mil votos por cada
diputado.
Pero la
aritmética jurídica electoral dista, a mi opinión, del espíritu de la
democracia que es como dijimos “el poder del pueblo”. La moral y ética junto
con reglamentos electorales amañados rayan con injusticias insólitas que burlan
la decencia y el principio de la representatividad o voto calificado de cada
diputado.
Veamos
algunos ejemplos concretos
1-
Rodrigo Samayoa actual diputado del departamento de
San Salvador por el partido GANA obtuvo sólo 13 mil 800 votos, pero a pesar de
ello es diputado, y de paso, golpeó a su esposa (25 años menor que él) en una
riña intrafamiliar y sobre toda moral aún su voto es calificado.
2-
Francisco Merino un diputado que viene siendo reelecto
desde el siglo pasado y que fue ex vicepresidente de la “república” por el
partido tri color, célebre por dispararle borracho a una policía y evitó la
cárcel aprovechándose del fuero legislativo, actualmente continua siendo
parlamentario por el departamento de Santa Ana cuando solamente obtuvo 11 mil votos,
incluso su partido en total en este departamento sólo alcanzó 18 mil sufragios,
pero aun así es diputado.
3-
Maritza Herrera Rebollo ex candidata a diputada de San
Salvador por el partido ARENA para las elecciones 2012 obtuvo más de 59 mil
votos a su favor pero no es diputada al igual que Leodan Figueroa del FMLN que logró 50 mil votos; sin embargo, Rodolfo Parker del Partido de “la
Esperanza”, sí lo es, con menos de 7 mil votos por el mismo departamento,
incluso el partido ya extinto PDC re nombrado de “La Esperanza” obtuvo en todo
el departamento de San Salvador un poco mas de 13 mil votos, muy lejos de los
26 mil necesarios para adjudicarse un curul (en la lógica democrática sería
imposible pero sí lo es en la aritmética legislativa tropical).
4-
Para
aspirar a ser diputado en nuestra historia reciente había que ser militante de
un partido político y someterse a la voluntad de estos institutos para ser
postulado y suscrito, por eso los votantes tenían que fiarse en las banderas
como único elemento de confianza al emitir un voto. La ley así lo decía y lo
permitía (tomando en cuenta que la hacen los mismos diputados). Al menos hasta
las elecciones parlamentarias de 2012, porque la Corte Suprema de Justicia
emitió una resolución años antes en la cual obligaba al Estado salvadoreño a
respetar el principio del voto consiente, es decir, voto por rostro no por
partido e introdujo la “innovación” de los candidatos NO partidarios.
La
partidocracia
Si queremos evolucionar como pueblo debemos dejar a un lado los dogmas y dejar las banderas ya que de lo contrario es confiar ciegamente en una idea preconcebida (enlatada como decimos los comunicadores), en lo personal prefiero confiar mejor en las personas, en sus rostros, en su ética y en su moral.
Me da
lástima como los correligionarios de un partido gritan: - ¡“patria sí comunismo
NO”!, mientras levantan su puño derecho en señal gallarda de lucha frente al
rostro de su líder fallecido (no mártir) pero asesino del arzobispo de San
Salvador monseñor Arnulfo Romero.
De igual
forma me da lástima ver cuando jóvenes regatean en el juego inconsciente de la oferta
y la demanda queriendo comprar una camiseta roja con el monograma del rostro
del Che Guevara como si eso los hiciera más o menos revolucionarios, haciendo
de la ideología un artículo de moda.
Muchos creen
que la revolución es parte del vocabulario exclusivo de la izquierda, y si me
permiten opinar no lo es. La revolución es tal como lo dice literalmente la
palabra, va más allá de los dogmas y los prejuicios, es evolucionar y cambiar
en forma rápida, es evolucionar al cuadrado para los matemáticos o mutar para
los biólogos. El concepto de revolución no debe de darnos miedo, es más, debemos
de enorgullecernos por ser futuristas, una revolución no necesariamente es
violenta, en la medida que impere el respeto sabremos dirimir en conveniencia
mutua el desarrollo, sino pregúntenle al Mahatma Gandhi o a los canadienses con
sus conflictos de secesión con la provincia de Quebec hoy en día.
La dictadura
de los partidos políticos debemos romperla, no mas caudillos ni dogmas, no mas
modelos importados, institucionalicemos el debate y olvidémonos de las banderas
e iconos para emitir nuestro voto, la realidad que vivimos nos dice que no es
el camino (por lógica común), por lo tanto, si reflexionamos sobre la
democracia y el poder del pueblo les recomiendo “razonar el voto” para las
elecciones del 2015, de lo contrario preparémonos para explicarle a nuestros
hijos el concepto de “la democracia en las repúblicas tropicales”.
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