En El Salvador no habrá minería metálica, no se concesionará la extracción de oro del subsuelo y a cambio no se depositarán toneladas y toneladas de cianuro a los mantos acuíferos. Nos salvamos, dejamos de hacer un mal negocio. Un punto a favor de los salvadoreños.
A la empresa canadiense Pacific Rim al parecer no le queda más que hacer sus maletas e irse de nuestro paisito. Indignados ellos no quieren perder nada, quieren demandar al gobierno.
Esto fue en pocas palabras el final de la historia de la “Minería Verde” en El Salvador. El saliente gobierno de ARENA estaba indeciso en concesionar con la empresa minera canadiense, el ministerio del medio ambiente en su momento les dijo que no, aduciendo que no cumplían la ley medioambiental que les facultaba la explotación minera después de algunas exploraciones. Otros decían que sí, habían quienes querían modificar la ley y hasta hubieron algunos que quisieron interpretar la ley a su manara, todo con el “malinche” sentido de dejar contaminada el agua de nuestros hijos por una ganancia personal o una regalía adecuada. Sin duda son unos miserables.
Mientras tanto estudios de impacto ambiental no ven viable la minería metálica en este territorio, por la sencilla razón de que al extraer el oro del subsuelo debe utilizarse cantidades exorbitantes de cianuro (una tonelada de cianuro por gramo de oro extraído, aproximadamente), y también, por el uso de grandes cantidades de agua para realizar dicho proceso, secando los ríos y los acuíferos naturales. Además de explosiones, destrucción de los ecosistemas y daños medioambientales varios.
En fin, a lo que vamos es que a cualquier persona medianamente académica, intelectual, técnica o profesional, sabe a grandes luces que una extracción de oro a cielo abierto dejaría contaminado el subsuelo por lo menos dos o tres generaciones. En un país densamente habitado como El Salvador resulta inviable (impensable) el sacrificio de una zona específica del país, por la explotación de oro ya que daría una fuente de trabajo temporal limitada a cambio de un daño casi irreversible a los mantos acuíferos que tanta falta nos hacen.
Definitivamente un mal negocio. Se opusieron sectores ambientalistas de la sociedad civil, se formó una mesa permanente contra la minería metálica, mostraron su apatía algunos alcaldes y concejos municipales de las zonas afectadas, comunidades enteras, la iglesia católica a través del arzobispado hicieron gestiones muy importantes a nivel nacional e internacional en contra de la minería metálica, en fin, hasta sectores conservadores de la sociedad mostraron resistencia. Mas sin embargo, había una clase política que nos quería vender la píldora de la “Minería Verde”, usando el discurso que países alineados al desarrollo de corte socialista o capitalista estaban por el progreso y más fuentes de trabajo. Bla… Bla… Bla… Bla… Bla…
En resumidas cuentas pudimos ver como un puñado de sin vergüenzas quisieron jurídicamente encontrarle lado a la “Minería Verde”, enfocándose en el legalismo y en discursos cantinflescos de poca monta. Cautivaron por un tiempo a la opinión pública pero al pasar de los meses se fueron revelando sus oscuras intenciones.
Ahora en un escenario con Mauricio Funes de Presidente de la República se ve poco probable la explotación minera ya que como candidato el presidente Funes se comprometió en repetidas ocasiones en Cabañas a no hacer concesiones con Pacific Rim o con cualquier empresa de extracción de metales pesados.
Falta entonces una ley que selle de una vez por todas las posibilidades futuras de que cualquier poder Ejecutivo concesione una práctica como ésta. La Asamblea Legislativa debe de aprobar una ley que prohíba la explotación y exploración de la minería metálica. Los movimientos sociales tienen que terminar de apretar y finiquitar de una vez por todas esta victoria social sobre los saqueadores foráneos y oportunistas locales bisnietos de la “malinche”.
Solo nos queda finalmente reconocerlos, son personeros de los intereses extranjeros en contra de los salvadoreños, no hay necesidad de mencionarlos sabemos quiénes son, y que se defienden al filo de espacios jurídicos; mas sin embargo, el golpe moral y ético es más fuerte que su gomosa estirpe política, dan lastima los promotores y defensores de la “Minería Verde”, quizá nadie les ha dicho que ya todos sabemos que a ellos les corre horchata por la cara.
Max Herrador
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