El
verdadero rostro del virus
El Salvador
Que pandemia
más perniciosa a la que nos enfrentamos… más aún, a una clase política que contrapone la
vida de los ciudadanos versus su interés de tomar el poder.
El tener el control
de los poderes de Estado parece quitarles el sueño a nuestros políticos,
incluso, es más importante para ellos sus ínfulas que procurar el bienestar de
los ciudadanos, la gente del montón,
los votantes, los de la llanura, los de a pie, los pequeños comerciantes, con
suerte empleados; es decir, la mayoría de la gente, la clase civil, el pueblo.
La forma más fácil
para hacer un análisis político en El Salvador es tomar un bando, tomar partido, y de ahí justificar, alabar y aplaudir, para luego despotricar contra el antagónico y ya. Enarbolamos
“el bulling” con una
respectiva dosis de odio y obtenemos al final un producto periodístico de alto rendimiento.
Ahora si
queremos ver la problemática con cabeza fría y sin fanatismo les comparto un simple y breve análisis.
Hace dos
años la mayoría de salvadoreños decidieron dejar de confiar en la tradicional
clase política, llámese partidos de izquierda o derecha, representados por los institutos
establecidos, los mismos que tienen bandera y suelen usar propaganda y al final aparecen en la papeleta.
Hace dos
años un joven patricio llamado Nayib Bukele planteó la idea de romper el
bipartidismo, y dentro de sus mismas filas saltó raudo y logró quebrar el
esquema y… henos aquí, lo demás es historia.
En otras
palabras la gente despreció la representación en los cargos de poder a los
partidos ARENA, FMLN y los demás también. Ahora el presidente es el joven
patricio y hay un nuevo partido dispuesto a competir, diferente, aunque no
necesariamente bueno, lejos de perfecto.
Las siguientes
elecciones parlamentarias y municipales serán dentro escasos 9 meses, podría ser
el entierro de un sector político tradicional que fracasó en su discurso y, al
parecer, en su práctica también. Por eso es lógico que hagan hasta lo imposible
por no desaparecer.
Aunque
repito, no necesariamente los nuevos rostros que ingresen a la
palestra sean buenos por antonomasia, eso aún está por verse.
En este escenario
entra de golpe el fenómeno de la pandemia que vivimos, el COVID 19, el
coronavirus, la enfermedad que está cambiando al mundo. Lo que sería un 2020
lleno de retos a nivel mundial se convirtió en un año de crisis.
En la
política doméstica salvadoreña esto lo traducimos en: lo que hagan o no hagan en
estos momentos de crisis los diputados, alcaldes, fiscal, procurador y
magistrados, justo sus acciones los están definiendo como personas dignas de
confianza, en otras palabras se están jugando su futuro electoral, porque nosotros
los votantes los observamos, notamos lo sinvergüenza y pasmados que son.
Los políticos
creen que la gente es tonta, y que con simples pastillitas de charlatán de bus van
a tener aplaudiendo como focas al pueblo; no es así, lo que pasa es que en El
Salvador como en cualquier otro país del mundo, al final se termina eligiendo
al menos peor.
Lo que menos
existe en el discurso de nuestros mandatarios es salud mental, no hay intención
de trabajo conjunto ni sentido común, nuestros políticos reflejan agresividad y
cinismo a la vez, es normal entre ellos faltarse al respeto y además se prestan
a juegos sucios en diferentes formas anti éticas.
Termino entonces con la intrincada reflexión, ¿Qué es peor, el COVID 19 o nuestra clase política?
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