Faroles de Ataco y sopa de piedra
El jueves pasado fui al municipio de Ataco a cubrir
la tradición conocida como: “Los Farolitos”, que consiste en que los lugareños forjan
unos cubos con tablitas de madera forrándolos con papel celofán de colores y al
colocarles una candela por dentro simulan un farol… eso es todo y ya. Hacen
miles de ellos y adornan el casco urbano cada 7 de septiembre, haciendo de esto
un patrimonio cultural intangible.
Ataco es un municipio cafetero, productor de los
mejores cafés del mundo, pero cuando a finales de siglo pasado se derrumbó el
precio del grano a nivel internacional la crisis y la pobreza azoló el lugar,
así como muchas zonas de la región. Entonces hubo un alcalde visionario que le
apostó al turismo. A más de quince años después afirmamos que, sí en efecto, tuvo
éxito.
Cuando llegué eran las 5 de la tarde y ya no se
podía entrar con automotor al municipio de lo atestado que estaba, solo al
mostrar nuestras credenciales de periodistas pudimos ingresar con vehículo. Los
buses que llevan a los turistas formaban una fila contiguo a la carretera de más
de un kilómetro, y desde que ingresé me di cuenta que todo era comercio,
desarrollo local y creatividad.
Las aceras peatonales son de piedra laja, las calles
con un empedrado impecable, las fachadas de las casas con colores vivos,
estructuras coloniales restauradas, y sobre todo servicios toilette para no pasar
ninguna penuria. Todo me indicó que había organización.
Por ahí vi que caminaba el fiscal de la república,
al otro lado de la calle la embajadora de EEUU, quien sabe que otras figuras
andaban, lo que sí sé es que la actividad humana mostraba sus mejores matices
de emprendedurismo.
A eso de las 8 pm, a la mejor hora del agasajo tradicional;
qué creen… empezó a llover como solo en el trópico lo hace, el aguacero fue
implacable, e incluso la banda y el espectáculo de la tarima frente al
ayuntamiento se suspendió por el chaparrón.
Eso sí, sólo duró menos de media hora el aluvión, luego no sé ni cómo la gente
estaba seca y continuaba en el deleite.
Todos los faroles se mojaron y casi ni uno encendió
de nuevo, el agua había hecho de las suyas, sin embargo, eso fue lo de menos,
ya la gente estaba allí, y no se iba a ir nadie por un montón de farolitos
inservibles, entonces pensé inevitable en la conocida historia de “la sopa de
piedra”, que contamos los montañistas.
Cuando un
viajero desconocido llegó a una aldea y nadie le ofreció comida, les dijo a los
desconfiados habitantes que les enseñaría a hacer “sopa de piedra”, entonces
tomó dos tetuntes de sus mismas calles y las vertió en una olla con agua, al
ver esto los curiosos vecinos empezaron a salir y quisieron colaborar con el
forastero, ofreciéndole todo tipo de verduras y especies, luego de que hirviera
el cazo el señor sacó las piedras y las botó ofreciendo a los incrédulos la mejor sopa de
verduras bajo una noche inclemente invernal.
La misa y procesión sin farolitos terminó, el grupo
de chicas bailarinas también finalizó, y la noche se hizo madrugada, habían tantos
autos y gente en el municipio que tardamos más de dos horas en lograr salir a
la carretera, era una distancia de menos de dos kilómetros, mientras tanto me
quedé tomando sopa de piedra, y por supuesto, acompañada con dos cervezas.
Les comparto estas imágenes tomadas con mi
teléfono, (las profesionales se las debo pues la agencia pagó por ellas y su
exclusividad, ustedes sabrán cómo funciona eso).
Para mí la noticia no son los faroles,
sino, el acontecimiento es la actividad humana, la gente con toda su
creatividad y astucia comercial.
Don Douglas cobra un dolar por una foto con su pitón de Rwanda (África), a su vez promociona su serpentario que tiene en Juayua, municipio cercano a Ataco.
El festival gastronómico no podía hacer falta.
El diablo de la feria.
Alondra una estatua viva haciendo su número.
Doña Guadalupe palmeando pupusas.
Una familia rural ganando un dinero extra.
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