No podemos seguir comportándonos de esta manera, no
podemos seguir discriminando a las personas por sus preferencias sexuales como
si fuese una guía cultural normal; la marginación por identidad de género no es
una conducta de futuro, no podemos seguir tolerando la segregación entre seres
humanos.
Salir del closet
Soy un periodista y escritor independiente, un
humanista de vocación, pero a la vez nací y crecí en una familia y sociedad
machista como casi todo mundo; sin embargo, a lo largo de mi vida he llegado a
la convicción de estar a favor del matrimonio de las personas del mismo sexo.
Les cuento como a través de los años y décadas he cambiado mi postura al
respecto, de ser un homofóbico a un aliado de la comunidad LGTB (lesbianas,
gay, transexuales, bisexuales).
Estudié mi educación básica y media en centros de
estudios donde se me educó a asumir la “homosexualidad” como una aberración,
como algo anti-natural, anormal y que ese tipo de orientación sexual son
fenómenos patológicos de la sociedad.
Sin embargo, siempre me gustó leer, y entre mis ojeadas
a los libros y los textos de estudios de secundaría y bachillerato, inevitable,
me llevaron a conocer los anales de la cultura occidental, la Grecia y Roma antigua.
Los padres de la democracia, la filosofía, la ética, el deporte y sus
preferencias sexuales. Entonces, por ahí había algo de la academia que no cuadraba con la moral contemporánea.
Pero la espiral del silencio
me llevaba a la jerga de todos los machistas, a burlarnos de “los maricones”, y
hacer bromas, a molestar a quienes eran amanerados, o a quienes tuviesen
preferencias marcadas por su mismo sexo. Podría asegurar que hoy en día esa
tendencia no ha cambiado mucho.
La primera vez que tomé la reflexión en
forma humana y seria fue en mi adolescencia, cuando supe que mi hermano mayor
tenía preferencia sexual hacia su mismo sexo.
Pocos años después recuerdo que tomaba cerveza entre
amigos y vecinos cuando uno de estos, bien lanzado, me molestó al respecto (por
la sexualidad de mi hermano), y yo muy machista le tiré el líquido del vaso a
su persona y se armó semejante bronca… como me arrepiento de eso. Por la
cerveza derramada.
Asumí entonces que quería y amaba a mi hermano más allá
de su preferencia sexual, asumí que las convenciones sociales tradicionales eran
contrarias a los valores universales, y por supuesto, entendí que la iglesia y
la religión son artilugios humanos y como tales son imperfectos. Ahora sé que sólo el
tiempo la historia y la evolución los podrían hacer llegar a niveles más
incluyentes.
No podría excluir de la mesa familiar a mi hermano
por sus preferencias sexuales, no podría verlo como una persona de segunda
categoría… jamás. No podría ser escritor y publicar libros para jóvenes sino
asumiera la equidad entre las personas.
A lo largo de mi proceso universitario conocí a
compañeros con gustos y tendencias a su mismo sexo, tanto mujeres como hombres,
hacíamos trabajos ex-aula, compartíamos angustias por pasar los exámenes, así
como los conexos de la vida universitaria, y yo a su vez aprendiendo a ser más
gente, tanto por el valor de amar a un hermano como el sentir de una amistad
sincera; por desgracia nunca tuve una educación inclusiva hacia las minorías,
eso lo fui aprendiendo poco a poco, tratando de imaginar lo difícil que sería
estar soportando toda la discriminación que sufrió mi hermano y muchas otras
buenas amistades que tengo.
Matrimonio
entre el mismo sexo
Pasé muchos años creyendo en la voz popular: “cada
quien hace de su jarrón un florero”, como si fuese eso suficiente para
considerarme una persona "inclusiva"; sin embargo, el matrimonio entre personas
del mismo sexo es y seguirá siendo un tabú. Los periodista no hablan al
respecto, las conversaciones entre amistades de ambos sexos tampoco tocan ese
tema, y mucho menos se atreve la clase política.
Nadie quiere salir del closet por miedo a ser salpicado
por comentarios de doble moral al respecto, los medios de comunicación temen
perder publicidad, los políticos votos y entre colegas periodistas se tiene pavor a que se
cuestione la virilidad de quien mencione el tema.
Por suerte soy independiente y no dependo de editor alguno, y además, al ser un hijo del Alma Mater no temo tampoco ser excomulgado por Francisco o el hermano Toby, tampoco me importa que me discriminen amigos o vecinos, porque mi hermano me enseñó con su ejemplo a ser una persona valiente, es decir, a defender con convicción las ideas, siempre y cuando lo haga con respeto y sin agredir a otras personas.
Mi hermano y
amistades quienes han tomado la valiente decisión de declararse diferentes en
sus preferencias sexuales, aun a sabiendas que serán discriminados, no son
ningunas aberraciones naturales o fenómenos como suelen calificarles. Son
personas que luchan y viven en pareja, hacen patrimonio y tienen derechos
legales y conyugales, como el derecho greco-romano del que tanto alardeamos
tener, por pertenecer a una cultura civilizada, porque guardamos esos principios
filosóficos; sin embargo, con la comunidad LGTB solamente somos civilizados del
diente al labio.
Los espartanos temidos guerreros tenían peculiares gustos
sexuales, los mismos quienes defendieron aguerridos el paso de las Termópilas ante los “bárbaros” persas.
En fin, más allá de los conceptos morales
victorianos o católico-cristianos, no podemos seguir llamándonos sociedades
civilizadas si nuestras leyes siguen siendo discriminativas. Debemos permitir
que las personas del mismo sexo se casen para que sus trámites notariales gocen
de los mismos derechos que todas las personas, de lo contrario seguirán siendo
ciudadanos de segunda, y eso no es correcto.
Por lo tanto, le pido disculpas a mi hermano mayor
por no haber escrito esto antes, por el cobarde temor de creer que las
salpicaduras de las habladurías pudiesen afectar mis estereotipos y el temor al
qué dirán.
A
quienes les interese conocer más sobre el tema dejo esta entrevista que realicé
en la radio de la Universidad de El Salvador sobre los retos y realidades del
sector LGTB, donde hablamos durante una hora con Edgardo Cruz Torres de la
Secretaría de Inclusión Social de la Presidencia, y también con
Danilo Ramírez del Centro de Estudios de Género de la UES.
Mucha valentía requiere este artículo en un país horriblemente machista como lo es el nuestro.
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