La
política y la planta que pierde
Toda
tradición oral tiene una razón de ser, la antropología nos dice que las
leyendas, fabulas y mitos provienen de enseñanzas antiguas que se transmiten
por generaciones a través de historias fantásticas que se cuentan de boca en
boca.
Son
metáforas que llevan saberes intrínsecos, por ejemplo “la siguanaba” quien es
la bruja que hace el mal a los hombres acosadores de mujeres indefensas en los
caminos, el mito advierte a esos malhechores para que tengan respeto de las
féminas en las sendas. De igual forma el cadejo negro que protege al hombre de
bien, pero ataca al malvado y facineroso.
Así fue, que
al andar como montañista oí más de alguna vez el mito de la planta que al
pisarla se pierde el caminante, por muy sagaz que sea la persona, por muy raudo
que se crea, siempre el extravío es inminente al patear estas hojas.
En una
ocasión un guía local me mostró en una vereda que conducía a la cima del Cerro El
Pital la famosa planta y vi por primera vez sus flores lilas con sus hojas
angulosas. Sin embargo, como era joven e irreverente no prestaba importancia a
lo me decían, me indicó como romper el hechizo.
Así pasaron
los años hasta que una vez estuve perdido por un día y medio en esa misma zona, en una de las tantas veces que cruzaba la sierra mayor de Chalatenango, bien recuerdo que en un corto
trecho pasaba y pasaba por el mismo lugar dando vuelta en círculo sin
entender cómo. Entonces fue que recordé lo que me había enseñado aquel
guardaparque hace más de veinte años, y repetí unas palabras que apenas
recordaba, entonces de presto a los pocos minutos por fin salí del bosque
nebuloso.
Después de
tal experiencia me entró curiosidad por saber más al respecto y fue que
investigué y me di cuenta que esa planta es muy real y conocida en la vida
rural, le llaman “El Ajillo” y es un tipo de bejuco mágico que los chamanes y
hierberos saben identificar bien.
Comprendí
que en el andar de la vida todos en mas de alguna ocasión pateamos “El Ajillo”
la planta que pierde, supe que el truco no radica en intentar buscar la salida,
sino mas bien, en romper el embrujo de este bejuco mágico que aturde los
sentidos.
Les cuento
esta historia porque sé que así como las personas también los pueblos pisan (figurativamente)
la planta que pierde y hace que la gente de vuelta y vuelta en las mismas
charadas, en los mismo conflictos anacrónicos, en las tonteras de siempre, en
vez de romper de una vez por todas las malicias, egoísmos y desatinos que nos
ronronean los sentidos; son esos dogmas o topes culturales que tanto daño nos
hacen para encontrar de una vez por todas el camino del desarrollo, que es
simple de ver, pero no lo podemos recorrer.
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