El gusto de leer y
escribir
Leer es un gustos y
pasatiempo de quienes les intriga el mundo, las aventuras, las curiosidades
y es propio de personas inquietas.
Desde que era pequeño esperaba
los domingos bajo la puerta con impaciencia el periódico, porque llegaba con más
de 20 páginas de tiras cómicas: “Beto el Recluta” y sus irreverencias, “El
Fantasma” heredando su poder a sus descendientes, “Lorenzo y Pepita” con su
perrito que aparecía en todas las secuencias, y por supuesto, “Periquita” y su tía
Dorita de lindas curvas.
Las leía todas porque me
dejaban volar a mis 6 ó 7 años, imaginaba las aventuras y escenas de los comics, y luego, recreaba mis sueños
infantiles como el mejor de los primeros recuerdos que tengo.
Después como párvulo el periódico
no era suficiente y compraba “paquines” (libretos de tiras cómicas), así conocí
a Cantinflas y Capulina, y mientras leía un buen día sentado en el jardín, mi
hermano me regaló un libro de Julio Verne y me convertí a mis 10 u 11 años en
un gran aventurero, viajé a la luna y al centro de la tierra, le di la vuelta
al mundo en 80 días y tomé un barco de velas junto a los hijos del capitán Grant.
Pasaron los años y la rosa de los vientos nunca dejó de girar, el viaje en el tiempo no se detuvo. Crecí y crecí cada vez más, y conocí a través de las letras a Humberto Eco, a Gramsci, a Saussure y a Noam Chomsky, y me gustó la idea de la gramática moderna; leí “Cien Años de Soledad”, “Los Hombres de Maíz”, y entre otros, "El Asma del Leviatán” de Roberto Armijo.
Comprendí que la vida es épica
y lírica a la vez, no sin antes ser un montañista, de esos que suben caminando las
cimas de los volcanes y cerros; conocí el bajo mundo y también el veteado que
deja la sangre cuando se coagula en el asfalto.
Ahora soy periodista y aprendiz
de escritor, pero siempre recuerdo con cariño las tiras cómicas con las que
conocí el mundo de las letras, y me enorgullece que apenas cuando comienzo esta aventura de caligrafiar historias y cuentos, lleguen estas líneas a los más
recónditos lugares de mundo: México, Australia, Canadá, Estados Unidos, Argentina y
hasta tu casa, o bien, a tu dispositivo móvil mi querido lector.
David Ernesto (salvadoreño en diáspora) mientras lee la novela Ojo de Venado en Phillip Island, Estado de Victoria, Australia. Abril de 2016. Foto cortesía de Raquel (Djla Buena).
Así que, si acaso la
cercanía del internet y las redes sociales logran conocernos al final de esta
letanía, te aconsejo que fomentes a tus peques la lectura, y que continúen leyendo más… es ahí el
inicio del viaje por el mundo que en forma inevitable harán.
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