La crisis del periodismo en el gobierno de Bukele
No podemos culpar a los poderes del Estado por querer manejar la agenda mediática y la opinión pública, de igual forma, no podemos culpar al periodismo por fiscalizar al poder.
Es la naturaleza de los roles de cada uno, es parte de
la democracia no compartir los mismos objetivos entre el Estado y la prensa. La
mayoría de veces están en el punto opuesto de la ecuación, sin embargo, es una
ecuación que nos lleva, así como en las matemáticas, a una respuesta inequívoca,
que es: La verdad, en la utopía humana.
Por cierto, “la verdad” es un derecho ciudadano
inalienable, que al igual que el derecho al agua “limpia y potable”, la gente
está acostumbrada a no obtener la verdad, “ni veraz ni objetiva”.
Lo anterior nos marca un contexto de la problemática
universal del periodismo, es decir, lo anterior lo podríamos aplicar en China,
en EEUU, en Rusia, en Ucrania o en cualquier lado del mundo, incluyendo
Escandinavia (las democracias más desarrolladas del planeta).
Este paradigma es necesario aclararlo para hacer un
análisis específico de la crisis del periodismo en el gobierno de Nayib Bukele,
el presidente más cool de Latinoamérica y del mundo mundial...
Breve reseña de los medios de comunicación salvadoreños
En El Salvador cuando abrimos el grifo (si acaso lo
hay), sería impensable que pudiéramos beber de esa agua, nos daría diarrea si
lo hiciéramos, no obstante, todos… todos los gobiernos en turno nos juran que
sí es agua potable la que nos da el sistema hídrico del país.
Es el mismo símil con el manejo de la información,
todos los voceros de los poderes del Estado aseguran que lo que nos dicen es la
verdad. Y supuestamente para eso es que existen profesionales del manejo de la
información, llámese periodistas, porque son quienes están calificados para
distinguir entre verdades y mentiras, o medias verdades, o bien, el
ocultamiento de sucesos que a la ciudadanía le compete saber.
El problema es que, en el caso salvadoreño, y no dudo que,
en la mayoría de Latinoamérica, los medios de comunicación son por tradición más
mentirosos y tergiversadores que los mismos políticos en sí.
Desde la época de la guerra civil, El Diario de Hoy (EDH),
La Prensa Gráfica (LPG) y las principales televisoras incluyendo la otrora todo
poderosa Tele Corporación Salvadoreña (TCS), siempre mintieron a favor de los
poderes fácticos, siempre impusieron su agenta de acontecimientos para
manipular a la opinión pública, en otras palabras, monopolizaron la verdad como
si fuera su patrimonio, su finca, olvidándose que “la verdad” le pertenece a la
gente como un derecho humano inalienable.
La gente a un principio lo intuía, sospechaban que los
medios no decían la verdad, como de igual forma no se empinaban un vaso de agua
tomado del grifo.
El manejo de la información y el tratamiento de las
noticias siempre tuvo una oscura y torcida línea estratégica para los gobiernos
en turno, tanto que muchos directores de medios pasaban a ser directores de los
organismos de la inteligencia del Estado o viceversa.
Durante la primera década del siglo XXI la gente llegó a desconfiar tanto de los medios de comunicación que aun cuando sus titulares se decantaran a favor de tal o cual candidato, estos candidatos perdían por el simple hecho de que los medios los apoyaban.
El hartazgo del establishment y el surgimiento de las redes sociales como nuevo medio masivo de comunicación
El teléfono inteligente en las segunda década del
siglo XXI se popularizó, al igual que el internet y las redes sociales, la
información dejó de ser unidireccional (emisor → receptor)
haciéndose multidireccional, es decir,
no solo la retroalimentación entre emisor y receptor se aceleró a lo
instantáneo, sino, entraron a la ecuación comunicativa múltiples variables que
hacen constante y cambiante el acontecimiento que se anuncia a través de los
medios de comunicación (virtuales), en otras palabras, la información está
expuesta a una serie de comentarios inmediatos que hace que el consumidor de noticias sea actor a la vez.
Por lo tanto, el
monopolio de “la verdad” que poseían los medios tradicionales de noticias dejó
de existir, eso implica que, si fueron identificados antes como
mentirosos y tergiversadores difícilmente serán percibidos hoy en día como
fidedignos por la opinión pública.
Para el vox populi salvadoreño resulta desagradable ver
lo tendencioso que siguen siendo
los titulares de EDH, LPG y TCS. En ningún escenario de la
salvadoreñidad cabe la figura de que son los medios de comunicación tradicionales
los paladines del derecho de la información. Que se autodenominen heraldos de
la verdad resulta ridículo, una ofensa a la inteligencia colectiva; porque si
bien es cierto el salvadoreño no es un pueblo letrado, no se caracteriza tampoco
por ser gente tonta.
Los medios tradicionales fueron los principales
enemigos de la democracia, los que engañaron y mal orientaron a la opinión
ciudadana sobre los temas neurálgicos que nos llevaron a una crisis económica y
política sin precedente, nos mintieron sobre el supuesto beneficio de las
privatizaciones del sistema financiero y de los servicios de telefonía en la
década de los 90, luego lo volvieron a hacer en el tema de la dolarización, también
en el tema de la privatización del fondo de pensiones, o las estafas
financieras FINSEPRO -INSEPRO.
En resumen, cubrieron y defendieron a sectores que financiaron a la clase política, quienes a la hora de gobernar lo hacían promulgando leyes y ordenanzas, que velaban no por los intereses del común, sino, a los intereses de los grupos de poder.
Youtuberos, influencers y redes sociales
Es paradójico el fenómeno… ahora un fulano sin mayor
formación académica resulta tener mas impacto comunicativo que los
profesionales de la información.
El periodismo como tal se devaluó, tanto, que ser un
profesional del trato de las noticias es sinónimo de ser enemigo social.
Nunca los periodistas fuimos bien queridos, después de
todo no somos relacionistas públicos para querer quedar bien con todo el mundo,
decir la verdad no siempre es sinónimo de caerle bien a la gente, así como reza
el dicho: A nadie le gusta que le digan sus verdades.
Para quienes sabemos de comunicación existe un rango
universal de consumo de medios, que va desde el 70 a 65 por ciento del consumo a
puro entretenimiento, y un 25 a 20 por ciento al consumo de noticias, dejando
un porcentaje mínimo a lo educativo y a lo espiritual (religioso).
Menciono esto porque el secreto del alto consumo de
los youtuberos e influencers en general es su capacidad de hacer de la
política y las noticias algo entretenido, y por qué no decirlo, hasta
divertido, lo que le rompe el esquema (las pelotas) al periodista clásico y
tradicional, el periodista serio y aburrido.
Los youtuberos son los muckrakers de las redes
sociales (los removedores de basura de inicios del siglo XX con el surgimiento de
la prensa del centavo), son quienes desenmascararon en su momento al establishment
de la política, al político tradicional que llevó al hartazgo a la gente, tanto,
que se fijó en el sentir colectivo el aborrecimiento a los medios de
comunicación habituales y al periodista convencional como tal.
Entonces llegamos a la parte del análisis donde cabe la pregunta:
¿Qué es el periodismo?, y ¿a quiénes podemos
denominar como periodistas?
El periodismo como cualquier profesión es una
especialización calificada para ejercer determinado oficio, así como el médico
es capaz de curar las dolencias del cuerpo humano, o los veterinarios a los
animales, o el abogado es capaz de interpretar las leyes y hacerlas valer a través
de las instancias, así mismo el periodista es el especialista en tratar la
información, y entre las habilidades que nos enseñan en la universidad es que
la información debe de ser periódica (constante), veraz, objetiva, ética,
educativa y de importancia pública.
No obstante, eso no faculta al periodista con grado
universitario como el único capaz de comunicar, o más aun… hacer periodismo
(imagínense…), el derecho de la información es universal, es decir, cualquier
persona tiene el soberano derecho y deber de comunicar lo que quiera, siempre y
cuando no agreda a terceros.
Así como mi vecina tiene el derecho de recetarme una
infusión para la tos, de igual forma un youtubero tiene el derecho de expresarse
de la forma que quiera, ya sea amoral, ofensiva, antiética, caricaturesca,
etcétera. Será un juzgado (en última instancia) quien determine si alguien se
siente agraviado.
Así como yo tengo el derecho de escoger, de ir por
ejemplo donde la vecina por un té de jengibre para la tos, o bien, podría ir al
doctor para que me haga un cultivo y saber cómo tratar mis flemas, como
bacterias o como virus.
De igual forma ahora gracias al acceso a las
plataformas tenemos derecho de informarnos en un mayor abanico de opciones, a
la altura de nuestra intelectualidad, por medio de un youtubero o bloguero, o
bien, sintonizamos la radio para escuchar el noticiario que tradicionalmente oía
mi tío Juan durante la guerra, o compramos a cincuenta centavos de dólar el
periódico para leer las noticias.
Bajo este contexto llegamos entonces al meollo de este escrito, lo cual es el análisis de la crisis del periodismo en el gobierno de Bukele.
No hay duda; no hay nadie, ni detractores ni seguidores
de Nayib Bukele que pongan en tela de juicio su pericia en el manejo de las
redes sociales, y que es además un hábil estratega en materia de comunicación y
márquetin político.
La multidireccionalidad del mensaje de Bukele y la
característica de sus múltiples actores (emisores y receptores moldeando el
acontecimiento), le rompen el esquema a cualquier político y medio de
comunicación tradicional, y de paso podemos incluir al periodista convencional.
El mensaje de Bukele es a base de emociones y no de
razonamientos políticos profundos, porque su teoría comunicativa es el neuro
márquetin.
El Salvador un país agobiado por las pandillas, el
crimen organizado, el narcotráfico, el lavado de capitales y una clase política
coimera y lacaya a los poderes fácticos, resultó ser un terreno fértil a
alguien como Bukele que le ofreció a la población una solución alternativa y
radical, para una situación agobiante e inhumana.
Y parte de la radicalidad es el régimen de excepción
decretado por la asamblea legislativa con todo lo que eso implica, incluyendo
la agresividad a los medios de comunicación y al periodista como tal.
Pero, ¿Quién es entonces un periodista? Esta es la
respuesta indefinida que mantiene en una crisis contante y cada vez mas
vertiginosa a la profesión. La ambigüedad
de esta cuestión de quién es un periodista está llevando al oficio a un
escenario peligroso.
La APES, la Asociación de Periodistas de El Salvador,
gremio al que me enorgullece pertenecer hacen bien en denunciar los excesos del
régimen de excepción, es su trabajo hacerlo, y como repito, a muchos no les
agrada la verdad, pero de igual forma es imperativo señalar que la APES ha
fracasado en el pasado y en el presente en denunciar los excesos de los medios
de comunicación, y como comunicadores han fracasado en hacerle ver a la
población la diferencia entre un medio de comunicación como empresa y el
periodista como individuo profesional.
Pero el fracaso mas contundente que la APES ha tenido y
que sume en una crisis profunda a la profesión, es que nunca definieron a la
altura del siglo XXI quién es periodista o no, esta discusión siempre la
escondieron como cuando se deposita el polvo bajo la alfombra, y ahora la
crisis del periodismo salvadoreño llega a los niveles más altos en el gobierno
de Bukele.
La mala praxis que los pseudo periodistas cometen montados
en los medios de comunicación desacreditados por la opinión pública, va en
detrimento de la profesión, pseudo periodistas con claros vacíos académicos
porque no son graduados; abogados, odontólogos, doctores y bachilleres que se
etiquetan como periodistas solo porque un medio (que se cree dueño de la
verdad) les prestó un micrófono o una cámara.
Sin embargo, todos son libres de expresarse, pero el
problema estriba cuando la gremial quiere reivindicar los derechos de los
profesionales del periodismo, queda la APES mal parada ante la opinión pública
por la mala imagen que acarrean las practicas mediocres de tantos pseudo
periodistas que pululan por ahí, y que ellos mismos cobijan en un limbo obtuso
en su misma asociación.
Mientras tanto, hasta hoy en día los salvadoreños
seguimos tomando agua embotellada, siendo impensable beber agua del grifo.
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