22/8/15

Franklin Viento

Franklin Viento

No lo dudo, fueron mis primeros recuerdos, tenía quizá cuatro años y mi hermano mayor me golpeaba, el “bulling” era normal a mediados de los años setenta; pero llegó Franklin y con su guitarra trataba de apaciguar tal injusticia, tocaba su lira acústica; y yo le veía y sollozaba.

Mientras frotaba sus dedos entre las cuerdas yo abría los ojos y sonreía. Que lujo, era Franklin Quezada tocando y cantando en un recital sólo para mí.

Ahora tengo ya casi cuarenta y cinco años; y Franklin no sé cuantos, pero cuando  llega a mi estudio, mi estimado amigo, siento como si fuese ayer, rememoro ese mismo cariño que uno puede sentir por un amigo del alma, ese sentimiento que nos reencuentra con nuestra historia.

Era niño, viví cerca  de la universidad al igual que Franklin, éramos vecinos, pero de pronto llegaron los años ochenta y asesinaron a Arnulfo Romero y la familia Quezada desapareció, y solo escuchaba a los adultos decir que todos ellos habían sido capturados.

Mis memorias de Franklin las eché al gabinete de las tristezas, como muchos recuerdos que tengo de la guerra, y de pronto con la década siguiente llegó la firma de los acuerdos “de paz”, mientras vivía el existencialismo de la pura juventud.

De pronto, sin que ni para qué, vi en una esquina a Franklin caminando, comprando pan… ¡estaba vivo!  Lo creí muerto según los decires de los vecinos, cuando lo reconocí lo abrasé y pensé que después de todo la esperanza y los más intrínsecos anhelos seguían activos, por eso escribí esto para vos mí estimado hermano del alma:



PD: la novela Ojo de Venado hubiese sido imposible de hacer sin la inspiración y sin el apoyo técnico editorial de Franklin, nuevamente gracias mi amigo por continuar dándome más alegrías.




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